El turismo comunitario con los descendientes puruhás es posible en la ruta Cacha ancestral. Apenas a 11 kilómetros de Riobamba se accede a esta parroquia indígena de agricultores y artesanos y, ahora, con emprendimientos turísticos como Pucará Tambo.
El viajero asciende de una altura de 2750 msnm., donde está Riobamba, hasta los 2900 y, durante el recorrido, llega a los 3900 msnm., en la zona del páramo. A estas alturas, la temperatura está entre los 13°C y 8°C y se requiere un buen abrigo.

La primera parada es en la iglesia de Cacha. Una cruz pequeña, envuelta en un tejido puruhá, llama la atención. Después, otra escena: la Virgen y el niño visten atuendos nativos, en medio de un altar que muestra el sincretismo andino e ibérico. Estamos en un lugar distinto aquí. Un lugar profundamente indígena, con trazos ancestrales en cada rostro, en cada pared, en la propia tierra. El legado es el de un mundo cuya identidad de siglos atrás sigue brotando; es mucho más antiguo que la gran mayoría de lugares. Cacha es quizás una de las comunidades más representativas del mundo precolombino en esta zona del país.
Es preciso visitar a los artesanos, quienes elaboran –a la usanza precolombina- los ponchos rojos con franjas blancas. También existen telares de pedal, en los que se fabrican fajas o anacos, la vestimenta de las mujeres. Las shigras –pequeñas bolsas andinas tejidas con cabuya tinturada- son elementos que siempre atraen a los advenedizos, con sus colores espectaculares y su tejido resistente.

Es posible admirar la historia de los puruhás en el museo de Pucará Tambo, una construcción reciente realizada por la comunidad para mostrar las huellas de sus ancestros. Aquí se destacan los tupus, prendedores para la ropa, que en tiempos pasados eran trabajados en oro, plata y cobre. Se sabe que los puruhás, así como los otros señoríos anteriores a la presencia inca y española, adoraban a los montes. De allí que su principal deidad era el volcán Chimborazo a quien le atribuían amores con la mama Tungurahua (y se habla de una disputa con el Carihuairazo, que en kichwa significa monte del viento fuerte). Con una presencia de los años 300 al 1500 de Nuestra Era, también sufrieron la invasión de los incas. De allí que, con esa influencia, está construido este pucará turístico, que originalmente significa fortaleza.
Desde este lugar, es posible hospedarse en las casas tradicionales, elaboradas con la dura tierra de cangagua (arcilla) o saborear la cocina popular, donde se destacan productos del maíz y el cuy (conejillo de Indias o cerdito de Guinea, como también se llama en otros idiomas). Lo mejor, es el mirador desde donde se divisa a la ciudad de Riobamba, rodeada por los montes tutelares: Chimborazo, Altar, Carihuairazo y, más lejos, el Tungurahua.