El Parque Histórico ha sido, durante una buena década, uno de los sitios de visita más destacados de Guayaquil. Hermosamente concebido, es, sin duda, uno de los mejores parques urbanos del país, una recomendación imperdible para familias, un centro educativo indispensable para escuelas, un lugar que enorgullece a guayaquileños y deja impresionados a visitantes.
Al entrar, toda la primera sección del parque es un paseo maravilloso lleno de vegetación, la cual atraviesa una serie de hábitats recreados, en los cuales uno se topa con diferentes animales de la zona (cocodrilos, perezosos, venados, tapires y mucho más). Sí … en esencia, es un zoológico, que complementa la segunda porción del parque que recrea una antigua Guayaquil, donde algunas de las casas más antiguas de la ciudad fueron transportadas, tabla por tabla, y reconstruidas in situ. Hay algo obviamente histórico de esta increíble instalación. Pero, ¿qué tenía de histórico el zoológico?
Percibido como un recuerdo lejano, puede que en la mente del guayaquileño exista algo profundamente “histórico” de un cocodrilo, un águila arpía, un ocelote, nutrias revolcándose en un estanque en pleno Samborondón, una de las áreas más desarrolladas de la ciudad. La impresión podría ser, sin duda, que cuando visitamos el parque ‘histórico’ de Guayaquil, nos estamos transportando a una época en la que estos animales podrían ser presenciados en los mismos hábitats recreados, hábitats que, en lugar de centros comerciales y casas de hormigón, rodeaban las pocas casitas de madera que alguna vez representaron la ciudad en sí. Cemento y asfalto ha borrado gran parte de ello hoy, esto es indudable. Y cuando el parque fuera inaugurado, hace quince años, tenía mucho sentido llamar a los bosques de Guayaquil, sean seco-tropicales o aluviales, algo pintoresco del pasado. Pero Ñan estaba dispuesto a probarlo lo contrario.
Sí, una breve mirada a la Guayaquil de hoy nos informa de que, incluso dentro de los límites actuales de la ciudad, no hay nada histórico de un ciervo, un jaguar, un perezoso, un mono aullador. Después de nuestras salidas en y alrededor de la ciudad hemos descubierto que ya no podemos considerar la naturaleza en todo su esplendor algo del pasado. Nunca lo fue, pero creemos que el guayaquileño se había convencido un poco de que “el daño” ya estaba hecho. Pero, en realidad, todos tenemos la oportunidad, en estos momentos, tanto de impresionarnos de este maravilloso parque como de su verdadera proporción natural: los bosques, manglares y espectacular diversidad de la ciudad más grande de Ecuador.