Un decimero de estirpe

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La memoria viva de Don David Ayoví conserva momentos fundacionales de Playa de Oro. A sus 77 años, él aún recuerda, con un orgullo especial, una fecha: 4 de octubre de 1996.

Ese día, después de haber sido durante tantos años un pueblo que trabajó bajo esquemas “esclavistas” para una compañía minera británica, los dirigentes de Playa de Oro recibieron el título de propiedad de su vasto territorio. En ese entonces, de hecho, David era el presidente de la comunidad. Asegura que fue la primera vez que el estado ecuatoriano entregó un documento de este tipo.

Don David, asimismo, rememora y relata las situaciones catastróficas en las que el pueblo se ha inundado. Pero su gente, a pesar de eso, ha sabido persistir y resistir en esa tierra que le pertenece, la que ha preservado con ahínco. Lastimosamente, con ciertas tradiciones, como la de los decimeros, no ha pasado lo mismo. Es un lujo impagable escuchar, de su propia voz, aquellos versos octosílabos que recitaba cuando era joven, en esas épocas en las que ninguna mujer era capaz de resistirse a su elocuencia. Aquí, una pequeñísima muestra:

Me gusta tan sólo verte

Corazón de Alejandría.

No te pongo en casa de oro

Ni te pondré en silla ’e plata

Pero sí te debo poner

donde la suerte me dirá.

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