Trek de Lloa a Mindo

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Por: Carmen Amelia Medina

Fotos: Martín Jaramillo

¿Llegar a Mindo desde Quito…? ¿Caminando…? ¿Es eso posible? En realidad, se trata de una de las caminatas más emblemáticas de nuestro país. Se recorre el sendero del río, con arrullo y murmullo incluido, subiendo la “lomita” del Pichincha para volver a bajar a tierra de verdes colores y troncos de toda textura, de animales escurridizos y una neblina que vela con su manto a miles de aves paradisíacas.

La idea es bajar. Desde el Pichincha, recorrer todo su lomo, un “lado oculto” de Quito que, en todo sentido, pertenece a la ciudad (o por lo menos a su Distrito Metropolitano) y que habría sido, en la antigüedad, una de sus rutas de acceso al mundo, por donde mercaderes peregrinaban montaña abajo hacia la costa. Sí, la idea es salir hoy, en nuestra actualidad de conductores de autos y portadores de celulares –y de este Quito modernísimo– haciendo escala estratégica en la pequeña comunidad de Lloa para tomar un delicioso caldo de gallina y ganar fuerzas para realizar una caminata que bien podría remontarnos a edades de piedra, de bronce o de arcilla.

La vía inicia por el camino de las aguas termales de Urauco, un sector conocido mayoritariamente sólo por los lugareños, que ofrece también pesca deportiva y paseos guiados a caballo.

Al avanzar por este camino, en poco tiempo, pasamos por un primer portal: atrás queda la gran ciudad. Empiezan a callar los murmullos rurales, cediendo el protagonismo al río Cinto.

En todo su esplendor de naturaleza virgen, será nuestro guía durante gran parte del trayecto. Causa admiración ver el agua abriéndose paso por entre las montañas, ganando volumen y fuerza para luego convertirse en afluente del río Blanco y finalmente desembocar en el gran Pacífico.

Los planes siempre suelen cambiar antes de una salida. Entre varios amigos habíamos conversado realizar la travesía pero con el paso de los días, muchos abdicaron. Por un momento fue motivo de preocupación. ¿Nos acordaremos de la ruta? ¿Iremos con mochilas demasiado pesadas? Repetíamos constantemente la lista del equipo comunal para darnos confianza y motivarnos a seguir. Decidimos, también, hacer el recorrido en dos días. Queríamos disfrutar al máximo de tan privilegiado entorno.

Al poco tiempo de empezar a caminar, escuchamos voces. Era viernes… media tarde… ¿quién podría estar por aquí? Se trataba de una familia que sería nuestra compañía en este primer día de aventura. Siempre siento una extraña felicidad al saludar a caminantes como yo. Y más aún cuando son más jóvenes. Me es inevitable admirar su capacidad de asombro ante todo lo que sucede alrededor. La reacción de alegría fue mutua, sin duda, y al poco tiempo decidimos avanzar juntos.

La ruta no es como era y luego de hacer consultas a amigos, estábamos enterados también de que ya no existía la conocida “tarabita” y tendríamos que hacer gala de nuestras dotes de equilibristas para los siguientes cruces de río.

Sin darnos cuenta, la tarde empezó a caer, los colores y los sonidos empezaron a transformarse, aunque, como hilo conductor de todo, seguía el río presente.

Aproximadamente a 3 km del primer cruce del mismo, encontramos un lugar plano, bastante amplio, para armar las carpas. Organizamos el campamento y como quien luce sus joyas en la fiesta de gala, empezamos a hablar de nuestro respectivo equipo: del peso de las ollas, de lo livianas que son las carpas hoy en día, de lo cómodas que son las mochilas, de lo rápido que se infla un colchón…

Y a pesar de que no se trataba de una competencia, me sentí como la gran perdedora de la velada. La mayoría de implementos de cocina de nuestros compañeros estaba hecha por ellos mismos con materiales reciclados. “Así tiene que ser,” me resigné con un comentario conciliador.

Mientras cenábamos, escuchamos nuevas voces. A buen ritmo se acercaba un grupo de personas que supo decirnos que al día siguiente habría una competencia de “t rail running”, una carrera por montaña que atraviesa la misma ruta en un solo día. Más compañía, nos dijimos felices. Luego de charlar y contar los infaltables malos chistes de campamento, la lluvia llegó… obligándonos a dormir.

Día dos

Temprano en la mañana salimos de la comodidad de nuestras carpas, preparamos el desayuno y mientras levantábamos nuestro campamento, empezaron a pasar los primeros corredores. A sus rostros de sorpresa les respondíamos con vivas y aplausos. Aproximadamente a 1 km de nuestro campamento encontramos el cruce del río Cristal, y, a partir de ahí hasta el “puente de madera”, teníamos 17 km por delante para recorrer la parte más linda de la ruta, donde caminar en medio del bosque y cerca de cascadas se vuelve algo tan natural como respirar.

Con los ojos aguzados sobre los árboles, distinguíamos grandes tucanes, tangaras, libélulas de colores fosforescentes, arañas y otros bichos sin identificar.

Los corredores seguían pasando, unos caminando, otros corriendo, y casi todos con buenos ánimos. En el transcurrir de los kilómetros, el cansancio se podía ver en sus rostros. En algunos segmentos el lodo pantanoso nos jugaba a todos una mala pasada, y entre risas y frustración lográbamos solventar los pasos, todos un mismo equipo.

Al llegar al puente de madera, nos encontramos con amigos de la organización de la carrera y decidimos tomar un aventón para los últimos 15 km, por el camino lastrado hacia Mindo. No queríamos perdernos la celebración de la llegada a la meta, en el Parque Central del pueblo, un momento importante para los competidores y especial para nosotros, sabiendo que habíamos completado uno de los tramos más fascinantes de nuestros Andes, un trayecto que no es más que una extensión de nuestro “mundanal ruido” quiteño. La travesía, en fin, puede hacerse de diferentes formas y a pesar de que el sendero es siempre el mismo, la compañía y las sorpresas son las que marcan, siempre, la diferencia.

El recorrido desde Lloa es de aproximadamente 60 km. Y desde Palmira se recorren 45 km. Sin embargo, estas distancias pueden variar si avanzas en auto hasta donde se termina el camino lastrado cerca del cruce del río Agua Azufrada; o si se toma un transporte en el último cruce del río Cinto, pasando el ya famoso-entre-trekkers “Puente de Madera” hasta Mindo.

Para completar 45k

Puente de Madera Río Cinto – Mindo

Distancia: 15 km

Tiempo estimado: 3 horas

Altura máxima : 1300 m

Altura mínima: 1250 m

Día 1 Palmira – Campamento

Distancia: 13 km aprox.

Tiempo estimado: 5 horas

Nivel físico : Medio

Nivel técnico: Bajo

Altura máxima : 2800 m

Altura mínima: 1900m

Día 2 Campamento – Puente de Madera Río Cinto

Distancia: 17 km

Tiempo estimado: 5 horas

Nivel físico : Medio

Nivel técnico: Medio

Altura máxima: 1900 m

Altura mínima: 1300 m

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