Edgar Durán interrumpió nuestra conversación con su hijo Daniel, gerente general del Hotel Victoria, y antes de que pudiéramos saludarlo, Daniel le preguntó: «¿Y por qué te decidiste en llamarlo ‘Victoria’?» El silencio hizo que pareciera una de esas preguntas a las que simplemente no hay respuesta. Como si alguien en realidad podría decirnos por qué el Plaza se llama el Plaza. Supongo que en el momento, cuando se decidió por el nombre, no era más que un capricho, tal vez una ilusión… pero en la actualidad, se ajusta como anillo al dedo, evocando la sobria sofisticación que emana uno de los hoteles más importantes de Cuenca.
Puede que existan hoteles más antiguos, quizás más tradicionales en tipo y estilo, pero en sólo un puñado de años, el Hotel Victoria se ha convertido en el más asentados de todos. Y ello va de la mano con su nombre. Luego de casi un minuto, Edgar – quien compraría la residencia hace unos 20 años y llevaría a cabo su dedicado proceso de restauración antes de darle paso a su hijo para que él la administrara – pareció haber llegado, por fin, a una respuesta: «Me gustó la palabra».
Una palabra sólo puede ir tan lejos, y hay, por supuesto, muchas razones detrás de la distinción del hotel. Para empezar, la ubicación es, indiscutiblemente, una de las mejores de la ciudad, en plena Calle Larga, sólo un par de puertas más abajo del hermoso Museo Remigio Crespo Toral, en una mansión similar que se cierne sobre el río Tomebamba y su magnífico Barranco. Una privilegiada «puerta trasera » nos lleva directamente al singular camino a orillas del río, y la mayoría podría convencerse fácilmente pasar sus días en Cuenca sólo por aprovechar este exclusivo beneficio.
La madera oscura, los detalles en hierro forjado, las gruesas paredes de adobe, las tranquilas vistas sobre el río y coloridas pinturas de artistas cuencanos (algunas del propio Edgar Durán) le añaden al hotel elegancia y buen gusto, con un estilo algo ecléctico pero siempre cálido y acogedor. Se suponía que inicialmente se buscaría una decoración ya sea francesa o italiana para el lugar, pero a medida que pasaba el tiempo, era difícil decidir cuál de las dos prevalecería. Así fue que el hotel impuso su propio estilo.
«Todo salió de aquí de Cuenca…», explica Daniel , «la decoración, la tapicería, la carpintería, las terrazas, las pinturas, los jarrones, las flores… todo lo tenemos aquí en los talleres de carpinteros, herreros, alfareros, pintores, artesanos nacidos y criados en Cuenca. La residencia en sí era cuencana por excelencia…. Así que lo que sea que creamos en el momento en que terminamos de crearlo resultó ser profundamente cuencano; no europeo, ni italiano, ni francés. Y creo que eso funcionó muy bien.»
La identidad cuencana del Hotel Victoria se ve reforzada, indudablemente, por su restaurante, El Jardín. Este fue uno de primeros restaurantes de la ciudad, y ha sido, por lo tanto, uno de los principales proponentes de la pasión de Cuenca por la buena mesa. Fundado por la madre de Daniel, Patricia, hace más de tres décadas, El Jardín cuenta con una tradición sin igual. Hoy en día, su decoración, que recrea aquella que vistiera el local original en la Calle Presidente Cordova, es complementada por las ventanas panorámicas hacia Barranco, donde las copas de los árboles son visitados por todos los clientes habituales: mirlos, colibríes, tórtolas, “chugos” y gorriones.
Pero quizás lo más importante, y lo que realmente hace del Hotel Victoria un lugar privilegiado, es la premisa detrás de su administración. Daniel Durán, uno de los gerentes generales más jóvenes y amables que uno pudiera conocer, está convencido de que una estancia en un hotel debe ser como estar en casa. El servicio ha de ser animado, las sonrisas sinceras, la asistencia sentida, como lo que un primo haría por un primo, la decoración no puede ser impersonal, y debe darle vida a quienes visitan. O como dice Daniel: «el Hotel Victoria debe hacerte sentir como parte de la familia».
Contacto
Calle Larga 6-93 y Presidente Borrero.
(+593 7) 282-7401
www.hotelvictoriaecuador.com