¿De dónde vienen las aguas termales de Papallacta? ¿Del volcán Antisana o del volcán Cayambe? Pues, para sorpresa de muchos —sino de todos— la respuesta correcta es… de ninguno de los dos. En realidad, estas aguas termales nacen en el cielo.
Hace tres millones de años, aquí se levantaba el volcán Chacana y Papallacta está ubicada dentro de su caldera. Cuando la lluvia cae y se infiltra en el suelo, entra en bolsas bajo tierra donde permea la energía calórica del magma y, con ello, adquiere propiedades minero-medicinales. Luego, emerge en forma de aguas termales.
Estas termas son hijas de la lluvia y eso es apenas uno de sus maravillosos tesoros. Aquí la neblina acaricia las montañas, el rocío cubre las hojas y la fuerza del río Loreto —salpicada por el canto de de más de cien especies de aves— crea la banda sonora de un pletórico paraíso. A solo una hora de Quito y 45 minutos del aeropuerto, el ecosistema cambia por completo: el encanto de Papallacta está celosamente protegido por un círculo de gigantes, los Andes.
Una travesía tropical
Caminar por Papallacta es disfrutar de una naturaleza exuberante, hecha de caminos brotados de raíces y diminutas orquídeas, de puentes de madera sobre un río de aguas cristalinas que corre sobre piedras negras, pulidas y enormes. El aire húmedo huele a musgo, a flores dulces, a tierra.
En el camino hay Polylepis —los llamados árboles de papel—, carrizos, barba de viejo (una especie de musgo que ayuda a coagular heridas) y shanshis, un tipo de mora silvestre tóxica muy parecida al mortiño, entre muchas otras especies. Los hongos cubren los troncos viejos y hay conejos que agachan las orejas al escuchar los pasos que se acercan por el sendero.
Poco a poco, los ojos también empiezan a presentir el movimiento de las aves entre las ramas de los sauces, los suros y chacuacos: urracas turquesas, metaluras verdes (un tipo de colibrí), gorriones, gavilanes que sobrevuelan… Verlos es un espectáculo y una sorpresa, como el pequeño pájaro de cabeza negra con una mancha roja por debajo del ojo. De repente, extiende sus alas, revelando el pecho rojo y preciosas plumas azules: es la Tangara Montana Ventriescarlata.
A veces, con suerte y paciencia, se pueden ver ciervos. También en la zona se registran zorros, lobos y osos de anteojos. Si pasa al lado de achupallas arrancadas de los árboles y esparcidas por el suelo, esto señal de que un oso cenó o almorzó ahí: les encanta la parte interna de esta planta, suave y blanca como un palmito.
Y después de una experiencia en naturaleza como esta, Termas de Papallacta es el lugar ideal para descansar y disfrutar de un extenso circuito de piscinas con variadas temperaturas, un relajante spa con masajes y terapias curativas, una exquisita cena en su restaurante, sus cómodas cabañas y la suavidad de sus camas.
Papallacta está ubicada en su propia dimensión y ofrece una experiencia que incluso quienes van, no conocen del todo. Cuando visites, o vuelvas, no dudes en buscar el pulso de su energía silvestre y natural. Es un paraíso que va más allá de las deliciosas y curativas aguas termales. Todo aquí te hace bien: más sano, más vivo, más feliz.
Termas de Papallacta
Km. 65 vía Quito – Baeza
+(593 6) 289 5060/52 / +(593 9) 9275 3079
recepcion@termaspapallacta.com