Sani Isla: Sustento y prodigio en la selva tropical

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Hace muchos años, los pueblos kichwa, en sus peregrinajes a través de la Amazonía en busca de un lugar donde asentarse, se encontraron con un árbol a orillas del río Yasuní cuyas hojas, al cocinarlas, les dio sani – púrpura en kichwa – un colorante que luego utilizarían para dar color a su ropa y artesanías… y el nombre que eligieron para el pequeño pueblo y lodge de Sani Isla.

Los kichwa de Sani Isla han mantenido una vida profundamente vinculada a la selva tropical amazónica, donde ha primado la caza y recolección, así como una agricultura a pequeña escala. Para su sustento, todavía se extraen plantas de su ‘patio trasero’ selvático, y el río es, por supuesto, su principal fuente de pescado fresco. Como es de esperar de habitantes de selva, también recogen nutritivas frutas, palmito y maní de árboles que crecen naturalmente en la zona.

En sus huertas tradicionales, conocidas como chacras en kichwa, cultivan yuca y cacao, lo cual recientemente se ha combinado con especies introducidas, como el plátano.

El proyecto turístico que fundaron hace algunos años y que administran provechosamente, tiene como fin asegurar el bienestar natural de su territorio y sus formas de vida tradicionales. Ello, con algo de ironía, ha llevado a que dejen la caza de monos grandes y jabalíes, lo que solía ser también fuente de su sustento. Hoy, sin embargo, estas criaturas viven en paz en su territorio y son cada vez más fáciles de observar.

Aunque algunos de los ingredientes utilizados en la cocina Sani pudieron haber cambiado a lo largo de los años, la forma en que se preparan los alimentos es la misma. Las familias aún cocinan a fuego abierto en lo que es, básicamente, una gran caja, y la guayusa y la chicha siguen siendo las bebidas obligadas. Nuestro guía, Jeison, nativo de Sani, nos dice que un desayuno típico consiste invariablemente de un vaso de té de guayusa, sus propiedades energéticas son necesarias al momento de empezar el día.

Parrilla amazónica: semilla de cacao, maduros, yucas, maitos y mayones.

Marlene e Hilda, de la asociación Sani Warmi (Mujeres de Sani), pasan la mañana preparando platos típicos al fogón. Los ingredientes utilizados, productos que satisfacen las necesidades de tanto los invitados del lodge como de la comunidad, han sido recolectados por estas trabajadoras mujeres. Chicha, uno de los emblemas de la cocina amazónica – un puré de yuca mezclado con camote rallado y agua – siempre está disponible como prioridad en la vida kichwa. Nunca puede faltar en la mesa. La mezcla de yuca se deja fermentar durante 3 a 5 días, pero cuanto más tiempo queda a la intemperie, más potente se convierte, por lo que fermentaciones más ‘maduras’ son reservadas para los adultos.

Los cuencos en los que se sirve esta chicha también son hechos por las mujeres, a uso del barro natural sustraído del propio suelo de la zona. Platos y manteles también son proporcionados por la naturaleza, ya que no son sino grandes hojas dobladas. Por no hablar de que el Kichwa de Sani hábilmente utiliza semillas, cortezas, tallos, hojas y troncos para construir sus casas y hacer gran variedad de artesanías. Las hojas gigantes de la paja toquilla se cortan unos 30 cm por el tallo y se dejan secar, antes de ser tejidos para formar un tipo de techo de paja. Bolsos y utensilios, así como canoas y herramientas (y en los viejos tiempos de cacería, trampas y cerbatanas, también), son fabricados con lo que se sustrae tradicionalmente de la selva circundante; no hay necesidad para la gente de Sani de buscar recursos de vida y sustento en ningún otro lugar.

Cada planta y árbol de la cuenca amazónica es una creación de naturaleza extrema y ha competido al más alto nivel para asentarse en el lugar donde uno lo encuentra.

En sus vidas simples, la idea de la pobreza parece una noción distante. Dicen que un puñado de arándanos selváticos son tanto o más nutritivos que dos cajas de cualquier fruta o vegetal cultivado de manera agrícola (y carece, por supuesto, del veneno de fertilizantes e insecticidas). Lleno de innumerables minerales y nutrientes, estos organismos vivos han reservado su derecho a sobrevivir y cada vez que uno toma algo de dicha tienda natural de súper alimentos, ingiere el resultado de uno de los sistemas de control de calidad más complejos y provechosos del planeta.

Vivir en un entorno natural como este, sin duda, puede parecer una tarea de enormes sacrificios. Pero uno se da cuenta rápidamente – al conocer a los hombres y mujeres que conforman la pequeña aldea de Sani – que hay muchos beneficios en esto de ser sostenibles. Independencia frente a las dependencias impuestas por la sociedad moderna y sus muchos limitantes es sustituida por una dependencia profunda al territorio en el cual uno vive, sobre todo un territorio tan magníficamente exuberante y bello como este. La comunidad Sani, como pocas comunidades del río Napo, está conectada a su tierra y ello no es tanto un estilo de vida simple como lo es un mundo sin fachadas contemporáneas. La vida de la selva se trata de vivir el momento, sobrevivir con lo que uno puede conseguir y fabricar con sus propias manos y su propio ingenio. La alegría de los niños, la experiencia y conocimiento de cada adulto sobre lo que ofrece el bosque y cómo obtenerlo, el contacto constante con el medioambiente, son ejemplos de cómo la vida misma, vivirla in situ, puede convertirse en parte integral de nuestras actividades diarias.

Y un viaje a un rincón del mundo que ofrece esta visión y experiencia, es un encuentro necesario con lo que, en últimas instancias, vincula al Hombre con su supervivencia. Pero curiosamente, esta supervivencia no es su encuentro cotidiano para muchos de nosotros. Se encuentra bajando por el río Napo, en el corazón de la cuenca amazónica ecuatoriana.

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