Por: Alfonso Espinosa Andrade
La palabra vivencial está de moda en el mundo del turismo y el antiguo barrio de San Roque parece tener todo lo que busca evocar. Camina con su gente y conoce este rincón de Quito desde adentro, con un proyecto pionero para la ciudad.
Una canica de azúcar con un trocito de maní en el corazón: comer una colación de la Cruz Verde es conocer un poco mejor a Quito. Luis Banda, autor de estas delicias desde hace décadas en la calle Bolívar, arriba de la Imbabura, es uno de los personajes para descubrir en el barrio de San Roque.
Son calles llenas de manos que trabajan: de las que hacen sombreros de fieltro o piñatas para cumpleaños; de las que hacen comida en el mercado; de las que preparan chicha o jugos con alfalfa y curan del mal aire y del espanto. Y para los oídos que quieran escuchar, hay historias aprendidas de madres, abuelas y viejas almas protectoras de purgatorio.
– Don Luis Banda y sus “colaciones” –
Patricia Pavón, hija y nieta de vendedoras de aguas medicinales y chicha en el mercado, comparte generosa la historia del barrio. Con sus ojos de gata y su sonrisa de guambra pícara, Patricia-de-armas-tomar se tomó a pecho lo de ser sanroqueña. Es una de las anfitrionas de los “Caminos de San Roque”, una propuesta de turismo comunitario. Junto a un grupo valioso de vecinos muestra su mercado y sus calles, con mucho orgullo, a los turistas. Lamenta, desde luego, que casi siempre todos son extranjeros.
“Los hitos en el trayecto serán, entre otros, el mercado más antiguo de Quito y sus yerbateras, los expertos en santos, vírgenes y niño-dioses y, claro, las colaciones.”
El relato lo llevan Patricia, Alexander, don Manuel y más anfitriones de la Asociación de Vecinos “Guardianes del Patrimonio” de San Roque. El “Camino al Mercado”, por ejemplo, gira en torno al mercado tan característico del barrio (Mercado San Francisco). Para ver, comprar y comer, este lugar ofrece variadas delicias de la comida tradicional. Otro recorrido, “Camino de Hoy”, incluye variadas expresiones de trabajo artesanal y de otros oficios vivos. Las bodegas de grano y las moliendas, los negocios de retoque de imágenes religiosas, como el de doña Rocío, que no sólo embellece rostros de madera sino también corrige cicatrices de piel humana, son parte de la ruta.
Para Patricia, el mercado es su historia. La tía de su abuela vendía chicha en la plaza de San Francisco; murió no hace mucho, con 124 años. Ella le transmitió a su sobrina y ella le pasó a su nieta Patricia la memoria de los años difíciles: cuando las sacaban de la plaza y las perseguían… La mayor se entristecía tanto cuando contaba las historias, que los tíos amenazaban con “torcerle el pescuezo” a Patricia para que dejara de preguntar.
– Jugos naturales de fruta, vegetales y más en el mercado de San Francisco –
Qué ver y quién conocer en San Roque
Luis Banda y sus colaciones de maní, tres generaciones de exquisitos dulces hechos en una paila centenaria.
Rocío y Alfredo Carrión retocan figuras religiosas y, con su “milagrosa mano”, ocultan incluso imperfectos de la piel.
Rosa Laglia es yerbatera experta para cura y limpia el espíritu de clientes de toda edad.
Rosalia Chilaguano, como su madre y abuela, es conocida por la ropa que confecciona para las imágenes religiosas en su local El Manto Sagrado
María Sambonino hace jugos no sólo deliciosos, pero saludables (y levantamuertos) en el Mercado San Francisco.
Antonio Anchala con su Sombrerería Benalcazar es todo un ícono del barrio
Rosa González es experta en tratamientos de medicina natural y un favorito del barrio es su famosa “Agua de la Vida” (que cura todo).
Jorge Gonazález tiene décadas trabajando la madera, haciendo muebles y sobre todo trompos (que hace bailar como ninguno).
Contacto
Patricia Pavón
Caminos de San Roque
099 825 5101
@CaminosSanRoqueQuito
Un proyecto comunitario para el nuevo milenio
El proyecto de rutas vivenciales bajo la guía de anfitriones comunitarios nació hace unos 10 años. Surgió de un proceso de la comunidad y Gescultura, reconocido con el primer lugar de la convocatoria 2010 a proyectos de Cooperación Cultural al Desarrollo por Casa América Catalunya.
Paola de la Vega, de Gescultura, recuerda con entusiasmo los ocho años —entre 2007 y 2015— de trabajo directo con la comunidad sanroqueña. Llegó Gescultura, inicialmente, preocupada por el acceso al patrimonio material y arquitectónico que, aún restaurado, resultaba ajeno. Pero aprendieron mucho más.
– La iglesia de San Roque –
Mediante talleres, se pusieron a pensar con la gente sobre el patrimonio. Acompañados por personajes del grupo Quito Eterno, conocieron museos, conventos, casas. Paola de la Vega recuerda que llegaron a más de 1200 personas durante dos años: vecinos, alumnos de escuelas e incluso indigentes de la plaza. Un trabajo de locos para formar Guardianes del Patrimonio. Junto al museo de arte precolombino Casa del Alabado y el hotel Casa Gangotena, que fueron importantes inversores privados, se apostó económicamente por el sector en esos años. La Mutualista Pichincha también se relacionó activamente con Gescultura.
Para los vecinos, en la retina de Paola, lo más bonito fue reconocerse. Pronto empezaron a preguntarse “¿lo que nosotros hacemos es patrimonio?”. Y ellos mismos se dieron una respuesta afirmativa. Así surgió Caminos de San Roque.
“Los circuitos muestran oficios tradicionales de verdad,” afirma orgulloso un artesano de ajuares para figuras religiosas.
No importa, dice Paola de la Vega, si los locales tradicionales o el mercado no calzan en los parámetros de patrimonio de UNESCO. Son prácticas heredadas, cargadas de memoria y de sentido. Patricia Pavón confirma que no son adorno sino negocios activos. Su chicha de jora merece la pena caminar la cuesta de la calle Rocafuerte. Hablar con ella no tiene precio.
– Limpiadoras de alma y espíritu para niños y adultos –
Ya aquí, en el mercado de San Francisco, se ofrece el servicio de las limpias. Una fila completa de sabias yerbateras puede poner en orden sus energías y encaminar sus buenas intenciones para mejorar la situación de vida de cualquier cliente. Rosa Lagla Correa, una de ellas, mezcla decenas de hojas para preparar infusiones; en la limpia pasa ortiga, usa luego “plantas dulces” y pétalos mojados. Según la necesidad del cliente, la ceremonia y los ingredientes van a variar.
Es quiteña de La Magdalena, bisnieta y madre de limpiadora. Sus abuelas pasaron del pretil de la plaza de San Francisco al mercado que se construyó, como ella bien sabe, en un terreno donado por la familia Gangotena. No olvida que la estructura de hierro forjado que luce el Centro Cultural Itchimbía era la de su mercado. “Eso era nuestro. Se lo llevaron nomás”. Fueron cientos de comerciantes que debieron moverse hacia su actual ubicación, en la Chimborazo y Rocafuerte.
– Nuevos oficios también se venden en el barrio como el de este tatuador –
En una entrevista durante las últimas fiestas de Quito, el investigador de FLACSO Eduardo Kingman señalaba cómo flotan sobre el barrio dos imaginarios. Los vecinos de raíz indígena, de la Sierra Centro, que ahí se sienten en casa. Comprar vivienda en San Roque fue un enorme logro socioeconómico para sus padres, campesinos que traían su producto al principal mercado quiteño. Y los sanroqueños de toda una vida tienen un arraigo envidiable con sus casas, una de ellas famosa por sus siete patios, o por esquinas como la de las ánimas, donde las almas benditas salieron a poner paz entre una turba y unos frailes disolutos.
Ahora, como bien contrasta Kingman, si bien los chimboracenses llaman “Riobamba chiquito” a San Roque, y aunque los vecinos aman el barrio, mucha gente en Quito aún solo ve, de lejos, inseguridad y caos. Los medios de comunicación alimentan la imagen, pues el sector solo es noticia por hurtos, microtráfico y basura. Es un relato sesgado. San Roque, en la ladera occidental del Centro Histórico, ofrece un territorio cultural y social fascinante para conocer y descubrir. Perdérselo es como no haber comido nunca una colación de maní. Un pecado.
Un barrio organizado
A los sanroqueños se los ha identificado como descendientes de los “Kayas” (hijos de los conquistadores incas en mujeres quiteñas) y de los primeros hijos de conquistadores españoles en mujeres indígenas. El historiador Manuel Espinoza indica que fue siempre un barrio rebelde, de gente que protestaba hasta con violencia los abusos del poder durante la Colonia y temprana República. En los agitados comienzos del siglo XX, las organizaciones y gremios florecieron: nacieron en San Roque, entre 1890 y 1940, la Sociedad Artística e Industrial de Pichincha, el Centro de Obreros Católicos, la Compactación Obrera Nacional (1931) y la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Cristianas. Los obreros “compactados” fueron protagonistas de la Guerra de los Cuatro Días de 1932.