Dicen que tal era la magnificencia de la iglesia de San Francisco, que el rey Felipe II de España —al aprobar la construcción de sus emblemáticas torres— se jactaba de verlas sentado en su trono, asomándose sobre el horizonte del Atlántico. Fueron un añadido importante a la iglesia —estético, magnánimo— pero también revelan algo más; el carácter evolutivo de este templo único de la capital ecuatoriana, un templo que ha crecido con la ciudad, que se ha ido, incluso, transformando con los tiempos, tanto de sus aspectos decorativos, en su más básica arquitectura y, claro, en el corazón de sus fieles.
La iglesia de todos debe contar con los atributos de un camaleón; debe tener el alcance del viento, penetrar, desde su posición impávida, orgullosa y señorial sobre las plazas y residencias nobles que la circundan, las calles más limítrofes y rincones más secretos; impregnar de fe el alma de cada quiteño, de cada burgués, pero también de cada pequeño truhán que volverá a sus atrio señorial a pedir perdón por sus actos durante el acto penitente más importante del año, durante la Semana Mayor cuando el récord mundial de personas vestidas de morado participan en las calles de la procesión “Jesús del Gran Poder”. Desde el momento que la levantaron con palos y paja para definir sus predios hasta el día en que la elevaron a los cielos sus dos torres dominantes, la iglesia de San Francisco fue concebida para llegar a todos. Para cambiar de rostro, para adaptarse a los tiempos, para voltear su perspectiva….
Es la iglesia con mayor diversidad de estilos decorativos en su interior en Quito, con difuminados detalles romanescos, asombrosos patrones moriscos, horror vacui al más puro estilo barroco y sí, grafiti, grafiti de esta edad contemporánea, porque es, la iglesia más usada de América; la iglesia más querida y necesitada, la que todavía sigue llegando a cada casa que la rodea.
Para historiadores como José Gabriel Navarra, la iglesia de San Francisco representaba “la más interesante de la arquitectura sudamericana del Siglo XVI”. Según sus estudios, era la iglesia “terminada” en dicho siglo más antigua de América, por lo que fue tildada, incluso, de iglesia “cabeza de serie” —es decir, primera de su tipo y estilo— en el continente. Sin embargo, su fachada y motivos arquitectónicos más importantes confundían a los académicos. Algunos veían trazos de El Escorial (iglesia contemporánea de San Francisco) o con claros ejemplos del barroco (estilo que a fines del Siglo XVI apenas estaban asentándose en la estética arquitectónica de España), lo que querría decir que la iglesia San Francisco de Quito hubiera sido inspiración —o peor, que se hubiera desarrollado a la par— de la evolución artística europea.
A través de nuevos estudios, sin embargo, presididos por el trabajo de Susan Webster, este misterio se ha resuelto, evidenciando que la iglesia en sí cuenta con tres versiones distintas y que la última, la actual, fue completada en la primera mitad del Siglo XVII. Ello explica el porqué de los distintos estilos; un proceso que fue acoplando aspectos de El Escorial, del barroco y los antiguos atributos medievales de la primera construcción.
Esto no quiere decir que San Francisco pierde su sitial de pionera en América; ofrece más bien una trama fascinante a su construcción en etapas. La Capilla de Cantuña, de muy antigua data (terminada en los 1580 y representativa de la segunda versión de la iglesia) no deja de ser, en ojos del estudio de Webster, cabeza de serie y uno de los ejemplos más perdurables de la arquitectura de la temprana colonia. Pero nos ofrece una nueva perspectiva: que toda la iglesia, originalmente, habría estado dispuesta a la inversa de su actual orientación, contraria a la fachada y entrada principal que hoy da directamente a la plaza de San Francisco.
El crecimiento del complejo religioso más grande e imponente de América fue paulatino; se adquirieron nuevos terrenos para reubicar el claustro del convento hacia el sector norte de la iglesia, donde se ubica actualmente. Este crecimiento da cuenta de una iglesia hecha de varias iglesias; por ello, quizás, es la más imponente del continente. Siguió creciendo y modificándose con los tiempos para dominar la fe y religión en Quito, el motivo oculto por el cual uno no puede sino asombrarse de todas sus variadas perspectivas, sus multifacéticos rostros, cada vez que la visitamos.
Sólo en Ecuador
La Iglesia de San Francisco es el complejo religioso más grande de América… pero no solo eso, también es una de las iglesias más antiguas del continente y de las antiguas, la más importante, siendo también el templo espiritual más emblemático de su ciudad y el más frecuentado diariamente: un museo vivo de la fe y la ferviente espiritualidad latinoamericana.
Fotografías: Murray Cooper