Ruta Mercado 10 de Agosto-El Vado-San Sebastián

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Todos conocen el «mal de ojo» y la práctica de colocar una banda roja alrededor de la muñeca para espantarlo, pero pocos habrán oído hablar del «agarrado por la tierra» o los encantamientos del Huaca (un espíritu que llega a inducir la estupidez en ciertas personas). La colocación de la banda en la muñeca no hace nada frente a estas fuerzas de lo intangible. Todos los martes y viernes, debajo de las escaleras eléctricas del mercado más importante de Cuenca, se llevan 
a cabo las conocidas «limpias», sesiones de terapia donde no sólo se atosiga al paciente 
con matorrales, se frotan también huevos crudos o cuyes vivos para echar a los espíritus no deseados del alma afectada.

Este, el Mercado 10 de Agosto, es el hervidero popular de la ciudad, donde se atestigua el alcance de su composición demográfica bajo un mismo techo, incluyendo a los recién llegados, los famosos ex-pats, quienes realizan sus compras de mediodía. Conocerás lo que leen, lo que compran, lo que pican, lo que almuerzan, cómo visten, cómo juegan sus hijos, cómo disciplinan sus padres, escucharás sus acentos, sus conversaciones por celular, el frenesí de la vida cotidiana.

Mercado 10 de Agosto. Fotografía: Yolanda Escobar.

El segundo piso es quizás lo más interesante, con sus hermosas frutas y verduras, con sus sombrillas amarillas bajo las cuales se sirve el plato estampa, «hornado con mote», a toda hora, o el rincón noreste que se especializa en hierbas aromáticas, curativas o medicinales, incluyendo las codiciadas ramas del «ven a mí».

Al salir del mercado, sobre la Calle Larga, uno puede ver dónde nace la misma en su esquina con la calle Condamine. A la Calle Larga volveremos, sin duda, en otro número de la Ñan; por ahora nos aventuramos por la Calle Condamine, un paseo corto cuyo nombre recuerda la estadía del geodésico en la casa esquinera donde hoy encontrarás la tienda de antigüedades «Laura’s» (conoceremos a su dueña más adelante).

A medida que se camina hacia el sur y luego hacia el oeste, siguiendo la forma de codo de la calle, pasarás por peluquerías con sus asientos originales de otro siglo, y bleacheadores, donde los locales pagan $3 para mantener impecables sus sombreros. A medida que se continúa hacia el oeste, uno siente que cada una de estas construcciones de vieja data, incluyendo la residencia del recordado músico Rafael Carpio Abad, podrían ser fabulosamente refaccionadas, convertirse así en museos, centros culturales, salas de concierto, hoteles boutique, clubes nocturnos de moda o lo que la buena imaginación depare.

Fotografía: Jorge Vinueza.

La mayoría todavía están a maltraer, pero dos direcciones 
ya son emblemas de la ciudad: la Casa Museo «Laura’s», y el Centro Cultural Lo Prohibido. No podrían ser más opuestos en concepto y ambiente, sin embargo, como vecinos se complementan cual ying y yang. La Casa Museo es propiedad de Graciela «La China» Vintimilla y su marido Johannes, una versión holandesa de Santa Claus, cuyo taller se abre a la calle, y donde lo podrás ver remendando las antigüedades que la China vende en su tienda esquinera.

Toca el timbre y te dejarán entrar. Johannes puede que esté almorzando, la criada puede que esté desempolvando algún neceser, o la China misma, quizás, se acerque para darte la bienvenida: una manera estilo Dickens de aparecerte en un mundo que pasa alrededor tuyo, entre el chicheo de los periquitos australianos y el arrullo de las innumerables palomas de cola de abanico que han colonizado
 el traspatio.

Sin duda, podría parecer la casa de doña Graciela cuando era niña, mientras que Lo Prohibido, en toda su dimensión contraria, es una escandalosa madriguera de arte extremo, dirigido por el artista Eduardo Moscoso, donde las expresiones de este siglo recién salido del horno, puede que te sorprendan. ¿Quién se atreve a echarle un vistazo a lo que no debe?

Ya hacia el final de la cuadra se llega a la gran cruz del Vado, una zona que antiguamente se utilizaba para cruzar el Tomebamba antes de que existieran puentes. Al final de la explanada una escultura inmortaliza el juego popular del «palo encebado». Se puede bajar hasta el río desde aquí, o caminar una cuadra sobre la Coronel Talbot hasta el Museo de Arte Moderno, o la hoy sobria, pero alguna vez tormentosa Plaza San Sebastián, oficialmente Parque Miguel de León. Alrededor de la misma, está la galería de la acuarelista Eudoxia Estrella en una hermosa casa estilo colonial, o la Iglesia San Sebastián, una de las más antiguas de Cuenca, que delimita el Centro Histórico al oeste.

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