Los ya célebres dulces de Rocafuerte vienen de las casas de este pueblo pacífico, adosado a un valle de por sí reconocido por sus extensas plantaciones de arroz. Esta tradición casera la descubrimos en la tienda “Los Almendros”. Detrás de las vitrinas, una puerta lleva de la tienda a una pequeña fábrica de dulces. Colores, formas, manos que no dejan de moverse. Leche, huevos, harina, manjar, frutas. Grandes bandejas llenas de dulces listitos salen a la tienda, donde se acaban todos los días, y más aún, dicen, cuando los ‘serranos’ están de vacaciones.
Esas mujeres aprendieron de sus madres y sus madres de alguien más. Al interior de las casas de Rocafuerte, la tradición es inculcada desde la niñez. Hay algunas explicaciones de esta tradición repostera. Una indica que una señora llamada Camila Rivadeneira recibió de sus padres un libro en francés con muchas recetas de dulces y empezó a hacerlos. Con el tiempo la mayoría de personas en el pueblo aprendió. Otra dice que la gente empezó a aprender cuando las madres franciscanas y mercedarias llegaron al pueblo y los elaboraban.
Mujeres de pie, mujeres sentadas, mujeres mezclando, derritiendo, amasando, moldeando cientos de dulces.
No podemos saber de dónde vinieron las recetas, pero sí sabemos que no se puede pasar por Rocafuerte sin probar estos dulces, huevo moyo, cocadas, alfajores, yoyos, conitos, ‘prestiños’ y más variedades; y, de paso, ver un poquito más de cerca estas pequeñas fábricas donde unas cuantas manos elaboran miles de dulces cada día.