La ciudad de Riobamba está rodeada de grandes aventuras. Claro, las alturas del Chimborazo sobre el ramal occidental de los Andes son las más buscadas por los turistas. Es además, el destino más obvio, con su imponente pico nevado que, en días despejados, se impone sobre el paisaje. Pocos, sin embargo, miran hacia el este, donde se levanta otro gran nevado: El Altar.
Desde Riobamba, una de las rutas que llevan hacia El Altar lo hace vía Quimiag. Quimiag es un pequeño poblado que ha ganado interés en los últimos años por sus posibilidades turísticas, las cuales han sido motivo de apoyo por parte del GAD de Riobamba. Su cercanía a cascadas y miradores y su acceso al Parque Nacional Sangay, para explorar la belleza de El Altar, representa una escapada cercana llena de paisajes y aventura para todo tipo de visita, desde una salida campestre en familia hasta excursiones más ambiciosas para conocer las muchas lagunas que se forman entre los pliegues de la montaña más escultural del país.
Una ruta escénica
Desde Quimiag —pasando el pequeño pueblo de Cubijíes— empieza un camino lento y sinuoso en dirección a El Altar, con varios lugares designados para, en climas despejados, revelar la grandeza del mismo. Uno puede primero realizar un breve desvío por el pintoresco camino vecinal que lleva al poblado de Guazazo, una vuelta que regresa a Quimiag vía otro pequeño pueblo, Bayo, con proyectos comunitarios para conocer la zona en bicicleta o cabalgata, con actividades culturales, de agroturismo e incluso pesca artesanal.
Vale la pena hacer escala en la hermosa cascada de Puelazo, en dirección al primer mirador de El Altar. Un segundo mirador, en Verdepamba, se ubica aún más cerca del volcán de nueve picos. Desde aquí, se puede realizar una divertida y moderada ruta de bicicleta de vuelta a Quimiag, un trayecto que realza la vida rural y pastoril a las faldas de El Altar.
Lagunas entre las nubes
Una de las grandes aventuras de la provincia es caminar por entre la quebrada gura de El Altar, o Kapak Urcu, según su nombre autóctono, descubriendo los mágicos ojos de agua del lugar. No es una visita para todos los gustos y posibilidades, puesto que requiere de esfuerzo físico y cierto grado de resistencia, pero familias que aman la naturaleza y tienen experiencia realizando caminatas en la montaña, podrían realmente atesorar esta excursión, una de las más especiales de nuestro montañoso país.
Es sensato organizar la salida para que sea de dos días, aunque es factible realizarlo en uno (doce horas ida y vuelta), aprovechando sitios de acampada para sentir la pureza de la noche estrellada de este sector poco visitado y habitado.
Nos dirigimos por la vía Quimiag- La Bocatoma en auto, hasta el sector de la Asociación Zoila Martínez, donde empieza nuestra caminata. Desde aquí nos dirigimos hacia el campamento Machay y Las Puertas de El Altar, lugar cuyo metafórico nombre nos invita a un reino de lagunas de colores, con nombres como Laguna Verde, Laguna Azul, Laguna Pintada o Laguna Amarilla, u otros más misteriosos aun, como Mandur, Quindecocha (la laguna del colibrí) o La Engallinada.
Es una travesía que quedará impregnada en el corazón de quienes la realicen. Vale la pena empezar a soñar en ella, prepararse física y mentalmente, y un día lograrlo con otros amigos y familiares amantes de la montaña. No lo olvidarán.
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