Refugio de las Aves de Ángel Paz

-

- Publicidad -spot_img

El Noroccidente de Quito es una de las regiones con más especies de aves en el mundo. Uno puede realizar todo tipo de excursiones para observarlas en su entorno natural; una gran mayoría de sitios cuentan, incluso, con bebederos y comederos que  atraen a las aves más comunes, pero Refugio Paz de las Aves lleva la experiencia a otro nivel.

La luz rompe los primeros huecos en las copas de los árboles… el verde aún es un azul marino tiñoso, la mañana aun no se despereza… Pero cada segundo nos acerca a la luz a medida que el grupo camina por las trochas humedas de un bosque que gotea. Los trinos empiezan a zumbar, a chirriar… algunos parecen extraños mecanismos de platillos voladores… extraños sonidos del mundo adentro. Estamos transportados. El bosque nos rodea con su inquietante extrañeza…

Hay algo profundamente emocionante de ver los primeros movimientos de las hojas, las sombras de los primeros cuerpos entre las ramas… con sigilo, espiamos los movimientos de criaturas que no saben, o no les importa, que les estemos mirando. Cada segundo, la luz aclara la escena y distinguimos la preciosa coloración de estas aves únicas en el mundo. Es una bandada del Gallo de la Peña Andino, una especie éndemica del Chocó. Para ser precisos, se trata de un lek, un grupo de machos que se reúnen en este punto en específico del bosque para realizar un duelo inusual para definir quien es el mejor bailador, un desafío entre machos para impresionar a la hembra. Es un momento íntimo del bosque, cuyo telón verde se abre ante nosotros en todo su esplendor.

Esta exhibición natural es solo el abrebocas de la experiencia de Refugio Paz de las Aves. Considerado un verdadero “encantador” de las especies del bosque, Angel Paz se ha vuelto una celebridad en el mundo de la ornitofilia. Como muchos habitantes del Noroccidente de Pichincha, empezó su vida como maderero, talando árboles como sustento para él y su familia, cuando un buen día se topó con aficionados de la naturaleza que pagarían mucho más de lo que ganaba con la venta de madera por ver las hermosas aves que albergaba en su bosque. Ese fue un comienzo propicio de un impresionante camino, pues hoy no sólo cuida sus árboles, ofrece a sus visitantes la posibilidad de ver las muchas aves residentes —quetzales, tucanes, tangaras de todos los colores—, no solo nos presenta un palco para observar un lek de gallos de la peña en acción, Angel nos muestra su íntima relación con algunas de las especies más recónditas.

Shakira, Susan y Andreíta…

El plato fuerte, especialmente para los aficionados de la observación de aves, es presenciar a Ángel en su quehacer predilecto de sacar del bosque profundo a algunas de las aves más hurañas y difíciles de encontrar. Al son de “venga, venga… Andreíta… Susan… Shakira…” —entre otros nombres de individuos específicos de cada especie que, como si fueran sus mascotas, llegan a su mano a comer—, las va invitando una a una a acercarse en su debido momento y ellas se toman un par de minutos para hacer su camino hasta él. Varias son “antpittas”, conocidas como gralarias en español, aves de cuerpos rechonchos que deambulan en la hojarasca, muy metido en el bosque, que solo con mucha suerte y dedicación podrías llegar a ver en la vida. Angel las atrae con un cariñoso llamado y un manojo de gusanos, para que todos puedan verlos como nadie, ni en sueños, podría imaginarlos —fotografiarlos, estudiarles los detalles más crípticos de sus plumajes— a ninguna distancia. Vienen saltando con sus dos patitas al frente, sondean la situación, identifican a su amigo, Angel, y ganan confianza. Posan para los observadores. Se quedan hasta que su rareza luzca como la vivencia más corriente.

Gralaria Gigante, Gralaria Pechiamarilla, Gralaria Pechiocrácea, Gralaria Bigotuda… son algunas de las protagonistas, todas de diferente tamaño, color y personalidad. También suele acercarse un grupo de Corcovados Dorsioscuros, pequeñas aves lejanamente parecidas a la perdiz europea, pero que solo se distribuyen en el continente americano. A través de estos encuentros inusuales, el bosque cambia de tono, deja de ser enigmático, distinto; con el tenue calorcito de la mañana, uno empieza a sentirse parte de él. Sus contornos se vuelven familiares; sus habitantes, cercanos… amigables.

Aparte de las especies que Angel logra “encantar”, uno se encuentra también con todo un surtido de aves de la zona: tangaras, quetzales, tucanes, loros… llegan a los comederos, revolotean en árboles cercanos; algunas incluso buscan a Ángel y se posan en su mano. Es una experiencia redonda y  única tanto para quienes nunca han salido a observar aves como para quienes ya son aficionados a la actividad. Es una experiencia difícil de olvidar, en el corazón de una de las regiones más biodiversas del planeta, la soberbia biósfera del Chocó y sus bosques nublados que tanto precisan protección para asegurarnos agua y equilibrio climático, pues apoyando estos proyectos turísticos permite a las poblaciones locales a cuidar sus bosques y entornos.

Para coronar esta hermosa aventura rodeado de uno de los bosques más exuberantes y biodiversos del mundo, un desayuno campesino espera con un delicioso bolón y empanada con café, cortesía de Diana y María, esposa de los hermanos Paz.

ONLY IN ECUADOR

Ángel Paz fue el primer aficionado a las aves en desarrollar una técnica pionera para atraer a varias especies de “gralarias”, entre las aves más escurridizas y difíciles de ver del bosque nublado A decir verdad, responden a los nombres de pila que él les ha dado. Ecuador cuenta con el récord de más especies por 1000 m2; mayor número de aves vistas en un solo día; y regularmente se coloca primero en los Censos Navideños de Aves a nivel mundial.

Artículos Relacionados

- Publicidad -

Artículos Recientes

- Publicidad -

También podría interesarte
Recomendado para ti