Texto: Ilan Greenfield
Fotos: Jorge Vinueza
Es el punto más cercano de Galápagos al continente… aunque se sienta como el más lejano. La caminata hasta los miradores, si llegas de la costa, es bastante irregular —necesitas un buen par de zapatos— pero la visita es, para quienes solo están quedándose en las islas habitadas, lo más parecido a los fantasmagóricos destinos del Parque Nacional que son solo accesibles vía crucero.
Su hermosa playa desierta, de un color verdoso (con sedimentos de olivina en la arena) es buen lugar para nadar con lobos marinos y sus cachorros, para luego explorar el entorno agreste de los acantilados, subiendo el sendero hacia números sorprendentes de Piqueros Patas Azules.
En época de apareamiento, uno puede hallarlos en todos sus estados de reproducción, desde el estrambótico cortejo hasta la eclosión de los huevos, desde bebés y juveniles a adultos ejerciendo su ardua labor de padres.
También podrás ver las otras dos especies de piquero (es el único lugar de Galápagos donde ocurren con regularidad las tres especies): Piqueros de Nazca y Piqueros Patas Rojas, que llegan a alimentarse de un pez en particular que se encuentra en estas aguas. Otro lugar donde se pueden ver Piqueros Patas Rojas es Genovesa (donde anida la especie… pero el sitio solo se puede visitar en crucero).
Punta Pitt es conocido por ser el primer punto de Galápagos vislumbrado por el Beagle.
El Capitán Fitzroy identificó el sitio en su diario a bordo diciendo que parecía primero un islote, aunque fuera en realidad “el notable Cerro Pitt, parte de la isla Chatham”.
Fue recorriendo esta zona nororiental de la isla que Darwin encontró, con absoluto asombro, las primeras tortugas gigantes de su vida, las que llamó “antediluvianas” frente a la visión de los campos de lava, los cactus inmensos y la reseca vegetación circundante. Ese día, la tripulación del Beagle capturó 18 tortugas para continuar su viaje alrededor del mundo.