Otavalo se confecciona a mano en Equator Face

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¿Un poncho otavaleño que te dure toda la vida? No lo vas a encontrar en cualquier lugar. Tarda por lo menos tres meses en crearlo. Hilo por hilo. Tejido por tejido. Con cada giro de la urdimbre… creaciones que renacen con la sabiduría del pasado. En Otavalo, es cada vez más difícil encontrar prendas tan llenas de historia; talleres con la pasión y alma de Equator Face.

En la casa taller de la familia Morales, es común encontrar a todos trabajando, rodeados de sus coloridos hilos, las venas que unidas darán vida a cada prenda hecha a mano de la casa. Aquí, todo está hecho a mano.

Urku, el hijo menor, todavía perfecciona la técnica del tejido. Al igual que Sisa, su hermana. Ella lleva practicando el arte del telar todos los días desde los cinco años. En el suelo, rodeado de artefactos de madera, Urku maneja el telar de cintura. Sisa explica: «todas las mujeres llevamos siempre dos de estos telares, uno rojo de protección y uno decorativo». La indumentaria es de las más representativas de su cultura, pues es el primer regalo que la madre le ofrece a sus hijos, para envolverlos y acurrucarlos, símbolo de su amor y perpetuo cuidado.

Esta técnica precolombina es la esencia de las prendas otavaleñas desde hace siglos, pero fue a partir de la llegada de los españoles que modernizaron la actividad, con máquinas de madera como la urdimbre. Una de las razones fue la producción de mantas de lana, porque en ese entonces era imposible conseguir una en Europa a un precio asequible.

Las primeras puntadas

El proceso comienza cuando se «urdina» el telar; es decir, cuando se define el largo, ancho y color al poner los hilos en la urdimbre. Cada vez que el hilo sube y baja, completamente envolviendo la máquina, se lo conoce como «vuelta». Se necesita buen ojo para hacerlo, porque cada vuelta debe calzar perfectamente con los clavos que dan guía al trayecto. Se requieren por lo menos de cincuenta vueltas para tejer la prenda más pequeña: las llamadas «manillas».

Una vez medidos, los hilos se colocan en el telar donde empiezan a tejerse con un refinado mecanismo. Es, digamos, como un piano, donde cada acción coordinada de manos y pies van produciendo su armonía. A manera de partituras, hay hojas donde se detallan con números los patrones que se deben presionar con los pies para crear formas. Antes, estas combinaciones eran creadas con hoja y lápiz. Manuel, el padre de familia, conserva un antiguo cuaderno donde detalla los patrones que creó y que ahora utiliza su familia a diario.

A excepción de las manillas, cada prenda que se produce en Equator Face, nombre que la familia le ha dado a su emprendimiento, puede tomar por lo menos una semana. Cada pieza es única, pero sin embargo no todos lo valoran como tal. Sisa explica que la actividad hoy en día no es rentable, por lo que se dedican también a otras actividades como la agricultura y ganadería. Sin embargo, cuenta, lo hacen por pasión y por preservar un aspecto único de su cultura.

«Venga y vea lo útil que le va a ser y el tiempo que le va a durar… ¡hasta 25 años si está bien cuidadito!» indica Sisa. El poncho es una estampa inequívoca de una de las culturas más representativas del pasado precolombino ecuatoriano. Por supuesto, nadie puede estar tan largo para realmente experimentar lo que es crear una pieza de vestir tan emblemática y poderosa. Pero la visita a Equator Face nos permite, sí, conocer cada paso del proceso y ponerle manos a la obra, también, para empezar a comprender lo mágica y compleja que es este asombroso arte.

Para organizar tu visita a este rezago vivo de la cultura otavaleña, comunícate directamente con Hotel Otavalo. Cada visita se realiza por demanda y hay que anticiparla para su organización.

CONTACTO

Calle Vicente Ramón Roca y García Moreno, Otavalo – Imbabura. Ecuador.
(+593) 6 292 8710 / (+593) 6 292 8711
(+593) 993 41 2224
otavalo@arthotelsecuador.com
https://hoteotavalo.com
Fb: /HotelBoutiqueOtavalo
Ins: @hotel.otavalo

Fotografías por: Paula Holguín.

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