Tres horas a pie para salir desde Ñoneno, en el Yasuní, lejos de la carretera. Tres horas en canoa por el río Shiripuno, cuatro horas en bus y después otras nueve horas en el trayecto desde la terminal terrestre Coca Puerto Francisco de Orellana hasta Quito. Son 213 km desde Puyo, la capital de la provincia de Pastaza. Es el itinerario usual que Alicia Cahuiya, la presidenta de la Nacionalidad Waorani del Ecuador (NAWE), recorre para salir desde su comunidad dentro de la selva.
Ella es una de las lideresas que encabeza la lucha de las mujeres amazónicas por la defensa de la selva y los derechos de los pueblos originarios. Ecuador es el único país que en su Constitución de 2008 reconoce estos derechos. Alicia tiene más de 40 años de edad pero fue apenas hace cinco años que ella salió por primera vez de su comunidad. Era 2013. Ese año se aprobó la explotación petrolera del Bloque 43 (ITT) al noreste del Yasuní en territorio waorani y ella debía hacer escuchar la voz de su pueblo.

Alicia, o ‘Hueya’, como le dicen sus más cercanos, tiene cuatro hijos. Creció con sus abuelos. Su nombre significa ‘guardiana del agua’ y siente que debe honrar la memoria de sus ancestros. Los waoranis son un pueblo de hábiles cazadores y guerreros en un hábitat de ríos rodeados de selva amazónica, hogar de guacamayos, delfines rosados y otras especies protegidas.
En su cultura, el uso de la palabra ‘guerrero’ se reserva para los hombres. Ella cuenta, sin embargo, que estaba casada cuando empezó su enfrentamiento más complicado frente a una poderosa compañía petrolera. Como dirigente, estaba forzada a viajar con sus compañeros, a acompañar a la comunidad y vigilar, tener lista la comida para su equipo. Su esposo, que también fue dirigente, le imponía, sin embargo, reglas en casa: tenía que regresar puntual, tenía, incluso, que quedarse y esperarlo. Se quejaba del activismo de Alicia. Le pedía, incluso, que aceptara a la petrolera en el Yasuní.
Un día, Alicia tomó la lanza de su esposo, la misma con la que cazaba monos y tapires. Los waorani no permiten que las mujeres toquen las lanzas. Entre las razones, la más evidente: trae mala suerte. Pero desafiante, con la pesada arma entre las manos, ingresó en la selva e hizo algo más osado aún: cazó un animal. Con el gesto, el orden social había sido quebrado. Entre otras cosas, su acto dio un giro terminante a la relación. Ahora él podía marcharse.
Esta guerrera waorani empezó muy joven a participar en la política. Hoy es fundadora y presidenta de la Asociación Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (AMWAE), organización que revolucionó el mundo wao, donde los hombres, antiguamente, tomaban las decisiones. Ellos firmaron acuerdos con las petroleras para la explotación de su tierra mientras que las mujeres eran relegadas al cuidado doméstico. Los hombres ganaban el dinero pero no llegaba ropa ni alimentos para cuidar de los hijos porque todo se gastaba en licor.
Alicia establece una comparación entre el mundo de afuera y el mundo wao. Explica que en la selva no se necesitan dólares sino arduo trabajo para cuidar de ella. “Esta selva es importante para nuestros hijos. Si fuera por dinero, mis hijos no conocerán la selva”. Es la esencia de su convicción como madre y como política.
Esto fue lo que dijo frente al pleno de la Asamblea Nacional en 2013, cuando denunció cuarenta años de explotación petrolera. “Se vierten 4 millones de barriles de lodo de perforación y 40 mil barriles de otros químicos altamente tóxicos, sin tratamiento previo”, por lo que los esteros y ríos que proveen de agua a comunidades tienen tóxicos que sobrepasan en 10 mil veces los niveles de contaminación tolerables, según señalan los informes estatales.
La historia de Alicia es la lucha de tantas mujeres amazónicas. De Patricia Gualinga (kichwa), de Salomé Aranda (kichwa), de Nema Grefa y Gloria Ushigua (zápara), de Catalina Chumbi. Ellas vienen marchando en varios momentos para hacer escuchar la voz de su pueblo. En marzo de 2018, llegaron desde Puyo al palacio de Gobierno para pedir el cumplimiento de 22 puntos. Ni siquiera fueron recibidas por el presidente. Sus reclamos como defensoras de la selva… quejas en un mundo de hombres.
Sí, el fallo del 26 de julio para proteger (defender) 180.000 hectáreas de tierra waorani ha sido una batalla ganada, ganada por ellas, en esta guerra milenaria.
Fotografías: Andrés Yépez