De la historia de la costa ecuatoriana mucho se ha quedado grabado en las manos de la gente. Recorrer el camino de Manta a Jipijapa (que sin detenerse no toma más de una hora), es una puerta a la vida de artesanos y sembradores herederos de habilidades milenarias que te invitarán a querer quedarte explorando a cada paso.
Al dejar Manta, la última imagen que uno se lleva consigo es Playa Tarqui y el Astillero, los pescadores y las grandes embarcaciones de la antigua Jocay (o ‘Casa de peces’, según dicen era el significado de este vocablo nativo) de la cultura manteña. Las sombras de los altos edificios empiezan a distenderse sobre una ruta de paisajes áridos, donde surgen tentaculares ceibos, algarrobos y guayacanes.
El brusco cambio de escenario se revela frente a la Tejedora Manabita. Bella y majestuosa, eje cultural de la provincia, es el monumento que anuncia la llegada a Montecristi. Dominan en este pueblo las carretas con roscas, las tiendas de sombreros, las hamacas, y otros productos de paja toquilla; las fondas en cada calle, la gente sin apuro. Busca la tienda de Anita Monserrate Bello, un lugar donde el tiempo se detuvo en una casa de más de 100 años, alta, de madera y caña. Una mitad de la tienda vende insumos de vulcanizadora y la otra, licores y alimentos. En una esquina hay estatuas de todos los santos a los que reza Anita, y en el centro está ella en su hamaca, contándonos que en ella “descansa cuando está cansada” (y que una vez ‘adentro, provoca quedarse’).
El gran protagonista del pueblo es, sin duda, la paja toquilla (talento que nace en esta zona desde épocas precolombinas) y las tiendas de sombreros ‘superfinos’ incluyen uno de los más reconocidos: Chávez Franco (Calle Rocafuerte), aunque recomendamos una visita a la Calle 9 de Julio y Avda. Manta, en la tienda “Los Sombreros de Jhonny”.
La primera escuela de mujeres en Ecuador, creada por Eloy Alfaro, hoy museo.
Montecristi es, además, la ciudad natal de Eloy Alfaro, donde hoy funciona el centro cívico creado en su nombre. En este pueblo, esta figura histórica fundó la primera escuela de niñas del país. Allí se tejieron los sombreros que financiaron sus luchas ‘liberales’. Es también refugio de la Virgen de Monserrate, que llegó desde Manta para proteger a la población, quien recibe multitudes en peregrinaje que llegan sólo para tocarle el manto y pedir bendición. Un protector bastante más imponente es el frondoso Cerro Montecristi; los lugareños aseguran que está encantado, y que muchos han desaparecido en sus faldas.
A 12 kilómetros está el poblado de La Pila, conocido por ser un centro de artesanías en barro. Abundan los talleres y las calles están abarrotadas de tiendas que venden desde cerámica hasta juguetes, sombreros, e incluso colchones. Las manos hábiles de los artesanos de La Pila recrean, hasta la actualidad, las figuras de las culturas precolombinas que habitaron estas costas: esculturas pequeñas, medianas, grandes y gigantes, como las de Eddie Veliz, autor del monumento a la cultura Manteña que se observa a la entrada del pueblo. Su taller está en la calle México y se puede encontrar desde juegos de ajedrez con figuras ancestrales hasta piezas de arte abstractas.
Como Montecristi, La Pila también goza de su reputación tejedora de sombreros finos.
Siguiendo la ruta, a 10 minutos, uno empieza a divisar, una tras otra, llamativas cabañas, al pie de la carretera. Estamos entrando en Sancán. Cuando los españoles llegaron a estos territorios, los llamaron ‘La Villa de Oro’ por los extensos campos de maíz que aquí cundían. Hoy los campos son reducidos pero hay maíz para rato, y las casas venden tortillas de maíz y yuca todos los días, con jugo, té o café. Querrás hacer escala.
Un excelente pretexto para explorar, nace en el desvío desde Sancán, por la vía vecinal de Cuatro Caminos, un viaje entre extensos sembríos con ganado, garzas, iglesias, plantaciones de teca, de mocora y demás imágenes de la riqueza de esta provincia.
Parque en Jipijapa.
Al arribar a 24 de Mayo por la vía Sucre-Noboa se puede visitar la Cascada de La Planchada y, en la vía hacia la comunidad de Agua Dulce, la de San Nicolás, formada por dramáticas formaciones rocosas, a la cual se llega luego de una caminata por un hermoso bosque nativo. Se puede también avanzar hasta los Bajos del Pechiche para probar el singular hornado con maní, que los fines de semana se sirve desde la mañana.
Por otro lado, siguiendo derecho desde Sancán por la carretera, estaremos en Jipijapa, la recordada ‘Sultana del Café’. La producción es limitada hoy en día y muchos antiguos cafetaleros se dedican a otras actividades. Aparte del pintoresco parque central, sobre el cual se levanta la imponente Iglesia San Lorenzo (llamativamente pintada amarillo pastel con remates vino tinto) y el colorido monumento al maíz, Jipijapa se jacta de su singular ceviche con maní; encuéntralo en Los Negritos o en las ‘sucursales’ de la picantería de Pepe (Pepe 1, 2, 3 o 4).
A poca distancia de la ciudad, están también las piscinas de agua azufrada de Joa y los curiosos pozos de piedra de Choconchá (a unos 5 kilómetros de la ciudad). Legendarias y ancestrales, se piensa que las construcciones habrían pertenecido a los propios mayas, que por algún inesperado traslado histórico terminaron instalándose en la zona; luego serían ‘lavanderías’ populares que, aún durante las sequías, proveían de agua a la población. Los nativos cuentan, además, que es lugar de encuentro de lavanderas del pasado que se reúnen a chismear sobre el mundo de los vivos.