La llegada del amanecer da inicio al habitual concierto de guacharacas en Manantiales. A pesar de llevar recorriendo semanas la provincia, no había escuchado un ave tan particular. El sonido es fuerte, como el de varias alarmas roncas. Me levanto en su búsqueda, pero no la encuentro. El engañoso sonido se desliza por todo el lugar, como si tratase de hipnotizar a quien lo tiene en sus oídos…
Sigo caminando hasta que un pequeño desliz me hace perder su rastro y, de repente, me encuentro envuelto en los extensos sembríos de guanábana de esta singular hacienda. Un lugar que nos transporta a otro mundo, muy alejado de nuestro concepto de la provincia de Manabí, pero al mismo tiempo, muy dentro de ella…

Manantiales del Rocío es uno de los proyectos más ambiciosos de la costa ecuatoriana. A pesar de su cercanía al mar, es fácil sentirse desorientado. Imagínate viajar a la playa y encontrar en tu camino 600 hectáreas de bosque seco reforestado, donde antes había nada más que una fábrica de algodón.
Hoy, aquí, se produce una amplia diversidad de deliciosos productos que se distribuyen a todo el Ecuador. Mermeladas, yogures, café, licores y, por supuesto, una estadía cómoda e incomparable, rodeada de las bondades que aquí habitan después de años y años de arduo trabajo.

Una ruta para sentir
La han llamado la “ruta de los sentidos”, un recorrido con una difícil misión: presentarte todo lo que hay en estas vastas extensiones de campo tropical. Para ello, se han determinado claramente cuatro puntos cardinales: la que nos lleva a los animales, al café, al cacao o a la caña de azúcar.

El peculiar ecosistema de Manantiales del Rocío está compuesto por una amplia variedad de especies introducidas. Hay aves exóticas, de latitudes lejanas como los faisanes o los “peluches japoneses”. En cuanto al ganado, hay toros con largos cuernos afilados que afirman a fuerte voz que tampoco son locales. Lo mismo pasa con los bueyes, ponys y cabras que aparecen casualmente, deleitando la vista de quienes no los conocíamos. Eso sí, no pueden faltar los gansos que, de manera imponente, entran al corral de las gallinas para alimentar a sus crías mientras las protegen ahuyentando a todos con sus graznidos. Una granja en pleno funcionamiento, llena de diversidad y color, se desenvuelve en un espacio de hacienda tradicional.

El café, por su parte, fue el primer producto comercial de Manantiales del Rocío y la segunda parada en el recorrido. Empezó a venderse hace 10 años, pero su sabor conserva una tradición mucho más antigua.
En el pequeño showbox que da la bienvenida a las plantaciones de café se explican sus procesos, beneficios y manera correcta de consumo. En Manantiales, por ejemplo, es costumbre tomarlo varias veces al día. Esto no es un capricho, sino una deliciosa tradición que proviene del fuerte aroma que se libera cada mañana al producirlo. Al frente de la fábrica, hay un sembrío de café, combinado con plátanos. Es sólo para exhibición, pues aquí no se es amigo de los monocultivos, sino de todo aquello que funciona en ‘circulo’; lo sostenible, lo real…

Dulce ensueño
En camino a la ruta de la caña de azúcar, están los cultivos de maracuyá y guanábana que son el ingrediente principal de las mermeladas de la hacienda. Para entrar, hay que agacharse. Parece un oscuro laberinto en el que sólo se escuchan silbidos de quienes recogen los frutos, rodeados del más fresco olor a fruta que se mezcla con la caña.

Cerca, está la fábrica de aguardiente, donde se almacenan setenta barriles de 220 litros cada uno. Son barriles vírgenes producidos en chile con roble francés y americano y contenido manaba. De la siembra de la caña al producto pueden pasar cuatro años. La destilería nació en 2018, por lo que la primera tanda de licor añejado de caña de Manantiales está casi lista. Bajo el nombre ‘Socio’, ya se comercializa este producto en el mercado.

Esencia “montuvia”
Después de las diversas experiencias sensoriales, en el restaurante nos aguarda un clásico: la sopa de huesito de chancho acompañada con cazuela de camarón y albacora, una mezcla de verde, maní y cilantro; un plato montuvio de cepa.

Cuesta pensar que el lugar era tan sólo un cantón rural olvidado. Ahora, gracias al trabajo de sus propietarios, administradores y las comunidades aledañas de Río Bravo, Cantagallo y Manantiales, estas vivencias son posibles de conocer y experimentar, llevándonos a un acercamiento cultural novedoso para la zona.
Las doce habitaciones del lugar, hechas todas con resistente bambú y variedades de maderas, ofrecen todas las comodidades. Además de hermosas, las cabañas son tan acogedoras que la única razón para salir de ellas es explorar. El servicio es personalizado las 24hrs, lo que hace de la experiencia un confort absoluto en medio del fascinante entorno campestre de esta provincia tan especial.
Una gran novedad, con productos que enamoran y atractivos inigualables que esperan por ti. Sólo sigue el sonido de las guacharacas.

CONTACTO
Montecristi, Manabí
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Fotografías: Andrés Molestina