Majagual: el más alto del mundo

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En Majagual, los manglares tienen una altura promedio de 50 a 60 metros. El más alto, de hecho, mide 63,5. Aquí, en esta reserva de 305 hectáreas, hay cinco de las seis especies existentes en Ecuador: manglar rojo, negro, jelí, piñuelo y blanco.

Según Florencio Nazareno, guía del lugar, estos son los ejemplares mejor conservados de la costa sudamericana. Además, son considerados los manglares más altos del mundo… La importancia del ecosistema radica, entre otras cosas, en que es el hábitat de moluscos, crustáceos y peces, que funciona como un filtro de sedimentos y nutrientes para mantener la calidad del agua.

Para recorrer su sendero de madera de 150 metros es imprescindible llevar gorra, botas y mucho repelente, pues en épocas lluviosas, especialmente, abundan los mosquitos. Las botas, además, son un implemento útil para encarar una de las actividades más divertidas en la reserva: “ramear”. Ésta consiste en caminar por el suelo lodoso donde los mangles echan sus raíces gigantes.

No es posible terminar esta visita –de una hora y media aproximadamente– sin cerrar por un momento los ojos para escuchar la sinfonía natural del bosque y respirar, a profundidad, las bocanadas de aire puro que nos regala.

Corazón de mangle

Foto: Martín Jaramillo.

Manglares en Mompiche, manglares en Muisne, manglares en Chamanga, manglares en Portete, manglares en la misma ciudad de Esmeraldas. La provincia es un mundo rodeado de manglares. Ellos forman parte de su cada día, de su geografía, de su historia, de su literatura, de su identidad…

Recorridos por el manglar ofrecen todo un descubrimiento… Son una ventana no sólo a una naturaleza híbrida, bisagra entre continente y océano, extremadamente diversa y animada por hermosas aves y coloridos crustáceos, sino que revela un modo de vida rico y único que se nutre, precisamente, de esta fabulosa diversidad.

Para las comunidades que se sustentan de ellos, los manglares ofrecen un mundo incalculable de recursos. Róbalo, corvina de río, camarón, cangrejo azul, canchimala, tilapia, cangrejo guariche, jaiba, concha… Donde el manglar es saludable, la pesca es excelente y variadísima, y si no existiera, la fuente de alimento de todos los amantes del marisco se iría alejando hacia oleajes cada vez más peligrosos.

Esmeraldas es una de las pocas ciudades con manglares ubicados en el mismo centro urbano, manglares protegidos que forman parte de un proyecto de turismo comunitario en la localidad de Pianguapí (entre Tachina y el centro de Esmeraldas). Sus comuneros logran cosechar suculentos mangos y cacao fino de aroma. Viven en un pequeño paraíso insospechado y en sus cocinas a carbón, preparan delicias de la pesca del día.

Los desafíos empiezan con los desperdicios de otras partes de la bahía y del océano, que llegan con la corriente. También existe el crecimiento de la frontera urbana, además del otro evidente enemigo de la mayoría de zonas mangleras: las camaroneras. Es un problema grave en muchos sitios. Y la lucha es compleja.

Pescadores artesanales quedan inermes especialmente en cuanto a la cosecha de la concha negra, indispensable para su sustento (lo que ha llevado a la indiscriminada venta de conchas inmaduras cuando escasean). Al sesgar el ciclo reproductivo de la especie, la desaparición se vuelve inminente. ¿Qué gastronomía sería la nuestra sin el añorado ceviche de concha prieta?

Foto: Martín Jaramillo.

Afecta pensar que Muisne, por ejemplo, un pequeño enclave costanero que empezó a promocionar visitas a sus manglares antes de que lo hicieran muchas otras comunidades de la provincia, haya sido testigo de la drástica reducción de sus 25.000 hectáreas de bosque manglero a tan sólo 5.000 en un periodo de 30 años. ¿Es esto lo que les espera a los demás destinos?

Proyectos de conservación de manglar organizados, con una visión que direccione a las comunidades hacia la preservación de sus recursos y su sostenibilidad, son necesarios hoy más que nunca. Los habitantes de este prodigioso ecosistema podrán entonces crear estrategias para sus territorios: llegar a conclusiones conjuntas para definir dónde pescar y conchar, dónde ofrecer turismo, dónde “no tocar” y conservar para crear las debidas zonas de amortiguamiento. El manglar, protegerlo y darle valor, será, a fin de cuentas, su salvación.

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