El descubrimiento de las piscinas de piedra de Tulipe se remonta unos 30 años. Este complejo al pie de una tola cerca de la línea equinoccial, fue alguna vez un planetario al aire libre, un observatorio ceremonial de la noche estrellada. El agua acumulada en las piscinas reflejaba la luna y constelaciones, sin duda atando para siempre la Tierra y el Cielo en el pensamiento y cosmovisión del pueblo Yumbo, a quien pertenecen las antiguas ruinas.
Para Holguer Jara, el arqueólogo detrás de la investigación llevada a cabo en el sitio de Tulipe, los yumbos no sólo representan un eslabón perdido para la arqueología ecuatoriana. Su legado es un eslabón perdido de la propia identidad de la nación entera. El descubrimiento y estudio de esta antigua cultura (400-1660 dC) une la geografía y prehistoria de este territorio fragmentado, no sólo a través de sus rutas mercantiles (o culuncos) talladas a través de la escarpada selva, conectando las tierras bajas tropicales al mundo andino, sino también creando nexos intelectuales y culturales a través de toda la región.

El simbolismo Yumbo hoy vive en toda la zona de Tulipe: las formas geométricas de las piscinas, así como los grabados antiguos en piedras, conocidos como petroglifos, que se encuentran bajo cascadas, en lodosas orillas y caminos de selva, entreven una energía única, en sí difícil de expresar en palabras. Podemos decir que Tulipe une las nociones de sagrada naturaleza con el equilibrio del cosmos, como lo entendieran las sociedades precolombinas. Por esta y muchas razones, incluyendo la excelente labor de investigación y curaduría del museo, el sitio ha recibido honores internacionales como el Premio Reina Sofía 2011. (Continúe 9 km. desde el desvío a Pacto-Pachijal del km. 60 de la carretera Calacalí-La Independencia).
Fotografía: Jorge Vinueza