Las ruinas de Ingapirca

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Al inicio, es conmovedor: el gran laberinto en ruinas, los extensos prados surcados por muros de piedra, bloques untados unos sobre otros como si no precisarán de nada más que la fuerza de la gravedad para permanecer de pie durante todos estos siglos… Demasiada gente no visita este lugar con suficiente calma y tiempo… las ruinas y su ubicación conllevan una mística que se pierde en visitantes apurados.

El complejo en sí se divide en sectores (Pilaloma, la Gran Cancha, los Palacios, el Templo del Sol, etc.), con un museo instructivo que procura reflejar su antiguo uso y aspecto original. Aquí, podemos imaginar viviendas, vidas, costumbres de las culturas pre-colombinas y admirar, por supuesto, vestigios arqueológicos hallados en la zona. Ya merodeando a pie, hay una gran colección de puntos de interés.

Existen los círculos hundidos —las collcas— al costado sur del complejo, que servían de enormes cuencas para almacenar cultivos; o podemos explorar los baños del inca, los ingachungana —que se estima fueron canales para desangrar a animales sacrificados— o la ‘cara del inca’, una curiosa formación natural que denota el perfil de un rostro humano.

Foto: Juan Pablo Verdesoto.

Toda suerte de polígonos y formas circulares de diferentes dimensiones son creados por los muchos muros del complejo, los cuales antiguamente formaban viviendas, sitios ceremoniales o la Akllahuasi, la casa de las vírgenes, lugar dentro del cual se aislaba a jóvenes mujeres del mundo exterior.

Existen corredores que llaman mucho la atención, que se caracterizan por sus umbrales trapezoidales y que vinculan diferentes áreas del recinto. Se piensa, incluso, que mostraban una trascendencia astrológica dada su relación con el solsticio de verano. Por otra parte, y como verdadera cereza del pastel, está el templo mayor, edificio como ninguno —ni siquiera replicado en otras partes del incásico— en forma de elipsis, erigida sobre un promontorio natural, cuya irregularidad condicionaría su construcción.

Es el recinto arqueológico más importante del Ecuador, y su templo, único en todo el largo de los Andes. Fue construido primero por los Cañaris y luego conquistado y expandido en el siglo 15 por los Incas. A pesar de haber sido saqueado a través de los siglos por los vecinos para sus propias construcciones de los alrededores, hay mucho que ver aún bajo la sombra del imponente Templo del Sol, núcleo ceremonial del complejo. Evoca, en su ya reducido alcance actual, la grandeza del imperio.

De hecho, para cimentar las piedras sobre la difícil geografía —y a diferencia de otras estructuras de los Incas— se ha verificado el uso de barro como mortero. La técnica es tan perfecta que nada parece separar las piedras.

Foto: Juan Pablo Verdesoto.

Al final, Ingapirca inspira. Un lugar que nos invita a seguir explorando la grandeza de las culturas andinas, dueñas de cosmovisiones trascendentales y arquitecturas prodigiosas, un vistazo a todo un sistema de interpretación y conocimiento que a veces vale la pena sentirla y no sólo verla y admirarla, sentado en una de sus loma, en uno de sus nichos típicamente incas, o sobre la plataforma del templo, luego de subir las pequeñas escalinatas de piedra milenaria, donde espera la vista no sólo del complejo, pero el reino entero.

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