La Liga de Naciones: fútbol barrial en Quito

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Por: Juan Pablo Verdesoto

Existe un sueño en el corazón del fútbol barrial de Quito: el de algún día jugar una liga de naciones, una suerte de mundial que agrupe a los mejores equipos de barrio de cada país.

Las ligas barriales como tal, como las conocemos en nuestro país y, particularmente en Quito, son únicas. De hecho, se estima que es un ejemplo de organización barrial para toda Latinoamérica. Nacen de la necesidad de la gente de hacer deporte e integrarse. Los equipos se forman con el grupo de amigos de la calle, quienes deciden unirse con la idea de jugar un campeonato.

A diferencia de los clubes de fútbol profesional o amateur, este futbol es de carácter recreativo (sin dejar de lado un sano espíritu de competencia). No responde a edades, existen campeonatos femeninos e incluso categorías mixtas que incluyen a mujeres en los equipos de hombres.

– Mujeres al ataque –

Es un fenómeno cultural. Todos los fines de semana se dan cita cientos de familias en cada uno de los estadios barriales para apoyar a sus hijos, hijas, esposos, padres, hasta abuelos. Sin embargo, todo el esfuerzo organizativo —que es voluntario— se enfrenta a la realidad de la deficiente infraestructura deportiva.

El autofinanciamiento para sostener esta actividad sale de los mismos deportistas, familias participantes y dirigentes (claro, tanta convocación popular no puede dejar de lado a la política).

El apoyo oportunista de las autoridades locales de turno aparece de vez en cuando en la inauguración de un evento (con sus promesas de cambio obligatorias), pero solo pocas ofertas se han cumplido para mejorar, por ejemplo, las instalaciones de los estadios. Hoy son contadas las canchas que han evolucionado al gramado sintético, para dejar por fin de ser los potreros o espacios polvorientos que fueron durante décadas. Y aún en éstas, las incomodidades son importantes: faltan camerinos, iluminación, baños, redes, etc.

Alrededor del deporte barrial se dinamizan las economías locales. A partir de su formación, han aparecido cientos de proveedores de todo tipo de insumos, desde trofeos y medallas hasta los uniformes de los equipos, algunos de estos ubicados, desde hace más de medio siglo, en el Barrio de San Blas.

– La fe también juega –

Balones Soria, los famosos zapatos de fútbol Pichurca, entre otros, son algunos ejemplos. Las tiendas cercanas a las canchas también se activan cuando es hora del partido, con bocados para los fanáticos e hidratación para los jugadores… y una ronda de cerveza para celebrar la victoria… u olvidar la derrota.

En el Distrito Metropolitano de Quito existen más de 200 ligas barriales, con un promedio de 30 equipos de futbol cada una y con no menos de 15 jugadores por cada lado.

No es difícil darse cuenta que apoyar a las ligas barriales trae como beneficio el cuidado de la salud pública, el deporte como actividad vinculante entre generaciones y, sobre todo, el desarrollo de la comunidad. En países desarrollados, la infraestructura deportiva existe e irónicamente, en muchos casos no se optimiza su uso. En España, por ejemplo, había buenas canchas, pero ¡faltaban futbolistas!

Fue, en efecto, la comunidad ecuatoriana migrante que exportó el concepto de ligas barriales a ciudades como Madrid, donde ahora se viene, desde hace mucho tiempo, jugando al fútbol con el mismo sentido comunitario, de organización local (aunque pluricultural por agrupar a ciudadanos de otros países) que en Ecuador.

– El estadio del barrio de La Floresta –

En las canchas de barrio, la pelota seguirá rodando. La gente apoyará hasta que se le acabe la imaginación para que ese sueño se cristalice, que su equipo se consagre “Campeón de Campeones” y quizás, algún día, logre jugar el partido anhelado por dirigentes y jugadores frente una contraparte europea. La liga de las naciones que tanto se merece esta tradición tan especial.

– El barrio se toma en serio la partida –

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