Por: Sarah Foster
Después de remar un “rápido” del río Misahuallí, Nadia Golsak alza el brazo y señala al resto del grupo que se detenga en un pequeño remolino en el agua. Las mujeres se dirigen hacia la orilla para esperar, en una zona tranquila donde la corriente invertida les permite mantener sus kayaks en relativa quietud, aprovechando el momento para hablarnos antes de continuar río abajo.
Saliendo al río
Soy la “kayakera” menos experimentada del río y Nadia se preocupa por ver que estoy bien después de cada giro complicado. «Bien hecho», me da ánimos. «Te fuiste un poco de lado en contra de esa roca, pero reaccionaste bien,» me dice. Aprovechamos la parada, además, para practicar un movimiento técnico: salir de un remolino en una superficie plana y volver a montarnos sobre la corriente.
Nadia explica que hay que ganar velocidad y remar hacia la corriente de “lado”, a un ángulo de 45 grados. El flujo rápido del agua te hará girar hacia abajo, pero debes poder solucionarlo con un golpe correctivo del remo en caso de que la corriente te quite el equilibrio. «Sólo superas el miedo haciéndolo,” dice.
Nadia es una de las líderes de Ecuador Female Kayakers, un club deportivo informal de mujeres que organiza excursiones en kayak en los ríos aledaños a Tena. La fundadora del grupo, Abby Dent, dice que fue, por más de 10 años, la única mujer kayakera en el país. «Algo te dice el hecho de que en Ecuador, un país sudamericano famoso como destino de kayak durante el invierno de otros hemisferios, haya menos de diez mujeres kayakeras locales.
Las mujeres a menudo tienen dificultad para entrar en este mundo dominado por hombres», escribe Abby en una reciente campaña para recaudar fondos. Comenzó enseñando informalmente a una amiga, luego a otra, sin costo alguno, sólo para que tuviera alguien con quien compartir la actividad. Eventualmente, Abby enseñó a más de 30 mujeres y pudo armar una comunidad de mujeres dedicadas al deporte. «Nuestro objetivo es involucrar a tantas como sea posible».
«Nuestro objetivo es involucrar a tantas como sea posible».
Ecuador Female Kayakers se ha consolidado con una membresía base de 10 participantes, la mayoría de las cuales vive y trabaja cerca de Tena. Otro contingente de miembros hace el viaje desde Quito un par de veces al mes para incorporarse al grupo. Actualmente el club busca formalizar su estatus como asociación deportiva.
Nos encontramos con el grupo de kayakeras en Oso Perezoso, un pequeño albergue que Nadia administra con su compañero Gabriel Garbin. Las mujeres se reúnen para hablar y cocinar el almuerzo juntas antes de salir a la excursión – una de las kayakeras trajo a su hijo pequeño y su madre. Hay fines de semana en que, incluso, se realizan talleres de otros temas, como clases de teatro o de yoga. Más que simplemente entrenar juntas, las reuniones construyen un sentido de comunidad.
«Si una persona es principiante, todas vamos a un río para principiantes,» explica Nadia. Si estás comenzando, un buen equipo, guías e instrucción privada son necesarios – los costos iniciales son altos hasta que tengas tu propio equipo y conoces tu propio camino en el río. Los miembros de Ecuador Female Kayakers pueden utilizar el equipo del grupo – los remos, chalecos salvavidas, indumentaria, cascos y los kayaks donados a lo largo de los años – hasta que uno pueda invertir en su propio equipo.
Si estás interesada en aprender más sobre el grupo y cómo participar, contáctate con su página de Facebook “Ecuador Female kayakers.”
Aprendiendo en grupo
El proceso de aprendizaje dirigido por mujeres tiene beneficios para los profesores y los estudiantes. Por un lado, ofrece a las mujeres kayakeras la oportunidad de asumir roles de liderazgo. «Si alguien quiere profesionalizarse en este deporte, podemos crear un espacio para que puedas practicar, enseñando». Desde la perspectiva del estudiante, en algunos casos también puede ser más útil que las mujeres se enseñen entre sí mismas.
«Los hombres usan más fuerza y las mujeres desarrollan más técnica», explica Nadia. «Como pasa en la escalada en roca.» Un hombre puede ser capaz de resolver un problema aplicando fuerza, mientras que una mujer debe elaborar un movimiento más preciso para salirse de aprietos. (Es la diferencia entre decir «rema más duro» y decir «aprieta tu eje y presiona sobre tu pie derecho»). Y lo más importante, este aprendizaje puede tener lugar fuera de las presiones de un ambiente de competencia.
Entre los rápidos de aguas blancas, la selva se apodera de la calma, acentuada por los sonidos de su fauna y los habitantes que nadan o lavan ropa en el río. Las otras mujeres que reman conmigo hablan y se ríen, aprovechando la oportunidad de practicar un golpe difícil cuando lo amerita la navegación, otras veces simplemente disfrutando del momento en naturaleza.
«Es bueno entrenar con hombres, pero este es un tipo de experiencia diferente», dice Gabriela Zurita. «Sí», se ríe Nadia, «estamos más relajadas.» Gabriela me cuenta, por ejemplo, de una kayakera experimentada y competitiva que solía remar con el grupo, «yo me preguntaba, ¿no será que se aburre? Pero creo que le gustaba salir al río con nosotras.”