El Kawsak Sacha: Sarayaku y su Constitución de la Naturaleza

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A escala mundial, los pueblos indígenas representan aproximadamente el 5% de la población, pero los territorios donde están asentados albergan aproximadamente el 80% de la biodiversidad del planeta.

La coexistencia entre los seres humanos y los bosques, ríos y vida silvestre que los rodea, en comunidades selváticas a través del mundo, ha permitido a estos grupos desarrollar una comprensión profunda del mundo en el que habitan. Nuestra comprensión moderna, urbana —incluso rural— de la ecología solo rasca la superficie de esta conexión planetaria singular.

Uno de los grandes ejemplos de cosmovisión en el mundo, uno que cada vez recibe mayor atención, es del pueblo kichwa de Sarayaku.

Los Sarayaku han creado una propuesta global pionera, que exige no sólo al gobierno nacional, pero a toda la comunidad internacional que se reconozca la relación única que los pueblos «nativos», autóctonos, indígenas, albergan con su territorio ancestral. Y que se respete su derecho a mantener su estilo de vida dentro de estos territorios.

La Amazonía ecuatoriana, punta de lanza contra el cambio climático, recurso vital de los pueblos amazónicos.

La Declaración de Kawsak Sacha (“Bosque vivo” en kichwa) es lo que oficialmente reúne el pensar de este pueblo amazónico. Su lectura llama la atención. Es un manifiesto bastante especial, en realidad, en el que los Sarayaku describen cómo ven el bosque: un territorio sagrado compuesto de seres vivos; tanto de entes materiales, como animales o plantas; como de entes inmateriales, e incluso cósmicos. El «bosque vivo» es la fuente de lo que se ha tildado «Sumak Kawsay» (la buena vida), una fuente de sabiduría.

Lucha por la vida

Según la propuesta del Kawsak Sacha, la naturaleza no es solo un sistema, es una sociedad, fundada en las relaciones mutuas entre humanos, plantas y animales, ríos, montañas, humedales que conforman el todo y… los seres espirituales que también habitan en él. Al comunicarse con estos seres planetarios, los humanos pueden buscar la orientación que necesitan para convivir en armonía con su naturaleza.

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«Kawsak Sacha sugiere una nueva concepción de la riqueza», afirma el documento que Sarayaku presentó en París en la cumbre del cambio climático COP21 en 2015 (y que se continúa defendiendo y difundiendo hoy, incluyendo durante la COP26 de Glasgow de noviembre 2021). «Al proteger las áreas sagradas de la selva, Kawsak Sacha asegura un territorio saludable sin contaminación, una tierra productiva y abundante que preserva la soberanía alimentaria”.

Los altos techos de la arquitectura kichwa amazónica (Sarayaku). PH: Nicolás Ponce.

Cuando se ve desde esta perspectiva, los derechos de la naturaleza y los derechos de los pueblos indígenas van de la mano. Es SU casa. Ellos tienen el derecho de protegerla (y de paso, la protegen para el beneficio de la humanidad, frente a los efectos del cambio climático, por ejemplo, siendo la Amazonía «los pulmones del mundo»). Para la comunidad de Sarayaku, la vida forma parte del bienestar del bosque. Es indisociable.

Sarayaku, en el corazón de la selva

Accesible solo en canoa (un viaje de dos días), Sarayaku puede parecer remoto, alejado de las realidades de la vida moderna. Pero las personas que viven en el lugar no son ingenuas frente a aquello que amenaza su forma de vida.

Esta declaración llega después de años de dificultades y resistencia. En 2000, el gobierno ecuatoriano otorgó concesiones en la provincia de Pastaza a la petrolera argentina CBG.

En los años que siguieron, cuando la compañía intentó comenzar la exploración petrolera, los líderes de la comunidad protestaron. No habían sido informados sobre el proceso y nunca habían consentido en permitir que se perforara en busca de petróleo dentro de su territorio.

En 2006, la compañía petrolera, acompañada por el ejército ecuatoriano, comenzó a talar los árboles, cavar los pozos y enterrar explosivos. Sarayaku demandó al estado ecuatoriano en la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Costa Rica; y en 2012, el tribunal falló a favor de Sarayaku, alegando que el estado había violado los derechos humanos de los miembros de la comunidad al no ser consultados de los proyectos extractivos.

En 2008, Ecuador adoptó una primicia para el mundo: una constitución que reconocía los derechos de la naturaleza. Al principio, los ambientalistas tenían la esperanza de que esta medida legal ayudaría a revertir la lógica imperante desde épocas coloniales de extrativismo y minería. Es decir, ya que se asumían los derechos de la naturaleza, habría que tratar a la naturaleza como una fuente de vida en lugar de solo una fuente de recursos explotables.

Pero no. En realidad, la naturaleza no puede clamar en su defensa. No puede pedir, por si misma, que se respeten sus «nuevos derechos». Y, como los más pesimistas habían vislumbrado, la minería y la extracción de petróleo no cesaron. En realidad, se expandieron.

En Ecuador hoy existen más de 25 minas y los proyectos petroleros en el Parque Nacional Yasuní avanzan sin tregua. Siempre afectando los ecosistemas más delicados del país, ha quedado claro que los derechos de la naturaleza quedaron en la teoría, no en la práctica.

Muchos ven a Kawsak Sacha como un paso vital en otra dirección.

Comunidad de Sarayaku, en el corazón de la provincia de Pastaza, orillas del río Bobonaza. PH: Nicolás Ponce.

«La constitución dice que hay que respetar los ciclos de vida», explica el experto legal Ramiro Ávila. “Kawsak Sacha desarrolla ese concepto en el día a día y lo transfiere a una necesidad humana. Te brinda una jungla en específico, una comunidad en específico, personas que pueden darle una cara a esa idea. Si tu talas un árbol en el «bosque vivo» que defiende Sarayaku, estás atentando en contra de Sarayaku. Para Ecuador es un desafío aprender a escuchar estas nuevas formas de entender las relaciones naturales… [Los Sarayaku] están construyendo el estado plurinacional desde cero y de verdad. Tenemos que pensar en ese «todo». En todo lo que se afecta. Debemos responder, incluso, a aspectos como la espiritualidad u otros conceptos de justicia y eso también es parte del proceso legal de nuestro país… y del mundo… frente a los estragos ambientales que estamos viviendo».

Tanto proteger los derechos de la naturaleza como crear una sociedad intercultural requiere de aquello que piden de nosotros, con gran orgullo y resiliencia, los indígenas de Sarayaku. Escuchar. Y luego de escuchar, responder.

No basta con admirar a la comunidad por su historia de resistencia, también debemos comprometernos todos quienes sentimos razón en la lucha de los Sarayakus con ideas que aportan para que esa constitución tenga su peso. La Declaración de Kawsak Sacha es una oportunidad para que todos, no solo las comunidades indígenas, reconsideremos nuestra relación con el mundo que nos rodea… la naturaleza que nos da la vida y de la cual nacimos y venimos.


Si quieres organizar una visita a la comunidad de Sarayaku, conocer el lugar donde se forjaron los conceptos de «Kawsak Sacha», haz click aquí.

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