Intercambio milenario

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Hace cincuenta años, en un lugar de la provincia de Chimborazo, el mundo indígena vivía en una curiosa soledad. Como si lo peor ya hubiera pasado. Por un lado, la Conquista era un lejano recuerdo. Por otro, los huasipungos habían dejado de atormentar a sus familias. Estaban a su arbitrio, en su pobreza y desamparo. 

No era un mundo romantizado aún por las revistas de viaje (como la nuestra), ni tampoco por los turistas con sus cámaras. Los académicos estaban solo empezando a entender su legado, intentando traducir sus expresiones e insertarlas de alguna manera en el gran cosmos de la Historia.

Se sabía, por ejemplo, de comunidades de Otavalo que estaban dando pasos importantes hacia el mundo de afuera, pero Chimborazo era un hoyo negro. Cuando el andinista Marco Cruz empezó a recorrer la provincia, allá por los años 1960, se enfrentó a ese mundo que muy pocas personas pudieron conocer. Y el resultado de estas andanzas terminó en el inmenso archivo fotográfico que, en parte, queremos compartir con ustedes en estas páginas, ilustrando los mercados de esos tiempos.

Entre husos e hilos, en la feria de Guamote

El mercado fue una de las manifestaciones culturales que más llamaron la atención de Marco y, curiosamente, fue también una que más cambios ha reflejado con los años. Uno pensaría lo contrario, sin duda: que son un relicario de tradiciones imperecederas. Pero Marco nos asegura que “ya no son como yo los conocí. Sí, hay algunas vestimentas, algo del colorido, pero la política, la necesidad de adaptarse al mundo mestizo, todo eso hizo que cambiaran las cosas profundamente. Mucho de lo que vi ya se ha perdido para siempre.”

Lugares y situaciones como los que presentan estas fotografías existían lejos de las tendencias históricas, económicas y sociales que fueron transformando al país con las décadas. En las ciudades, desde hace mucho tiempo, se había impuesto el sistema de compra y venta del mercado europeo, designándose lugares específicos para los mismos, donde un comprador podía ir y asegurarse que los vendedores estarían cada semana esperando intercambiar, por dinero, sus productos. Luego, los pueblos rurales también fueron adaptándose a esta tendencia con “días de mercado” que funcionaban de la misma manera. Marco, sin embargo, nos muestra algo anterior, otro mundo y otros conceptos.

“En Chimborazo, entre los años sesenta y ochenta, todavía se mantenía la tradición indígena en su máxima expresión: la arquitectura, la ropa, la comida y la forma de ser, tanto en expresiones filosóficas como materiales. Entre estos aspectos, en el mundo andino que yo pude conocer, los mercados eran ocasionales y se realizaban en sitios específicos.”

Mujer de Punín vendiendo pondos en la feria de Tzalarón

Como no ocurrían de manera constante, esta erupción de multitudes y colorido podía sorprender a un paisaje rural de improviso, lo que muy posiblemente refleja dinámicas anteriores a la llegada de los españoles. Estos mercados ocurrían cuando había suficiente qué vender, de una manera casi orgánica, y los pueblos, a veces llegando de lejos como por osmosis, entraban en contacto en un punto en particular entre las montañas.

Mercado de Hierbas en la Plaza de Santo Cristo de Cicalpa

Como existía una importante falta de liquidez, se utilizaba un sistema de trueque. “Cada clan traía lo que producía y cada clan producía algo distinto. Te doy mis vasijas y tú me das su equivalente en hierbas,” explica Marco: “El trueque era común en mercados como el de Riobamba, Colta, Salarón, Licto y hoy en día uno de los pocos mercados que mantienen algunas de estas relaciones inter-étnicas: Guamote.”

Hoy, muchos de estos mismos mercados tienen estructuras permanentes construidas por los gobiernos locales, forzando el sistema económico de compra y venta que rige a la sociedad ladina y que aleja a los indígenas de su economía ancestral. Poco se puede hacer, sin duda. La sociedad va cambiando. “Son quizás las mujeres,” dice Marco, “las que más conservan la tradición, hablan el kichwa, usan la ropa cultural, aunque hay que decir, su vestimenta, como todo, también ha sido alterada durante la era colonial y, como los mercados de hoy, reflejan la misma historia de transformación.”

Fotos cortesía de Marco Cruz.

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