Semillas luminosas, pelotas de fuego, cuellos de luna… Estos eran algunos de los nombres con los que los Puruwá se referían a sus cerros, sus montañas, sus wakas, a su taita Chimborazo y a su mama Tungurahua. Ellos eran los hijos e hijas de la pacha que con incansable esmero entendían y se comunicaban. Se dirigían a ellos cuando necesitaban inspiración o consuelo, para pedir el sustento de la tierra y sus frutos que luego ofrendaban con benevolencia en sus rituales.
Hoy, las tradiciones siguen vivas, aunque escondidas. El Chimborazo, su eterno protector, continúa observándolos desde la distancia cercana, comunicando los saberes y costumbres que abuelos y abuelas transmiten entre líneas. Saben que provienen de las entrañas del volcán, y sólo quienes los visitan pueden comprender que son ellos los herederos eternos de su legado.
Esta ruta empieza en Calpi, una de las parroquias rurales de Riobamba que se ha dedicado recientemente al turismo comunitario junto a San Juan y Cacha. Desde la ciudad capital, hay que tomar el bus interparroquial Unidos, que hace parada en cada uno de los centros que visitamos.
Llegamos al sector de las tres cruces, rodeado de cultivos de alimentos ancestrales hasta donde alcanza la vista. Se trata de un lugar estratégico que, quizás, sirvió como punto de transición incluso en aquellos tiempos remotos. Este es el punto de partida que separa a las tres comunidades que habitan en el sector: La Moya, Jatari Campesino y Palacio Real, cada una con sus historias y encantos particulares a pesar de su cercanía.
Comunidad La Moya
Desde la bifurcación de caminos en tres cruces, La Moya es la comunidad más cercana. Decidimos visitarla primero, pues habíamos escuchado de su interesante museo interpretativo, donde podríamos tener un acercamiento más palpable a la historia ancestral de estas tierras y su gente, descendientes de Incas y Puruwás.
Esta comunidad indígena está constituida por alrededor de sesenta y cinco familias. Fue en el año 2005 cuando decidieron unirse en son de consolidar un nuevo proyecto que aprovechase la belleza y misticismo de sus montañas en armonía con sus visitantes. Una vez consolidada la idea, se pusieron a trabajar. El año siguiente, levantaron cabañas en centros comunitarios que eran utilizados por los antepasados como centros de congregación y que no tenían uso moderno. Es ahora en estos centros donde operan el museo, restaurante y hospedaje para los viajeros.

Antes de la pandemia del Covid-19, y junto al funcionamiento del ferrocarril, el proyecto fue tan exitoso que incluso tuvieron que ampliar los espacios debido a la demanda. Era un trabajo al que la amplia mayoría de habitantes se dedicaban. Incluso los abuelos y abuelas se entretenían diariamente contando sus historias y transmitiendo sus saberes. Ahora, la comunidad sigue buscando formas de atraer a las personas.
La principal atracción de La Moya es su museo interpretativo Urkukunapak Wasi (la casa de las montañas), donde se cuenta de manera detallada la cosmovisión andina de los antepasados. Adentro, hay una representación del Templo Machay, donde los Puruwá hacían sus ofrendas y sacrificios al taita Chimborazo. Además, hay un montaje del interior de una casa antigua, donde se exhiben los artilugios más importantes del día a día de la época. Por ejemplo, la piedra de moler, donde preparaban la cebada. Al momento de su contacto con la piedra, el olor que desprende es envolvente.

Orgullosos de su gastronomía local, los habitantes de la comunidad ofrecen platillos con los súper alimentos andinos que se cosechaban en épocas Incas como la quinua, el maíz y las habas. Por otro lado, la alfalfa era el principal alimento de sus animales, por lo que es común verlos cargando grandes matas a sus espaldas con destino a casa.
Si se busca un contacto más cercano con la naturaleza y entorno del lugar, también hay recorridos por senderos que utilizan los comuneros para llegar a las minas de hielo. Lobo Ñan, Inca Ñan y el Camino de los Hieleros son las tres rutas que se pueden recorrer, con una duración de dos, cuatro y ocho horas respectivamente.
Jatari Campesino
Nos despedimos de La Moya, su gente y su amabilidad para dirigirnos a una de las comunidades más alegres del recorrido: Jatari Campesino. Un trayecto de poco más de un kilómetro en el que se vuelve a estar rodeado por los paisajes sembrados de los cultivos.
Luce más pequeño que el poblado anterior, pero los locales nos comentan que en número son casi iguales. Por aquí pasaba el ferrocarril con su solicitado recorrido del Tren del Hielo. Al llegar, los viajeros eran recibidos por niñas y niños que danzaban frente al inmenso mural que decora el pueblo, mientras las mujeres preparaban un delicioso canelazo, imprescindible amigo para combatir el frío de la provincia.

El mural artístico cultural de Jatari es un tributo sobre todo a la historia del lugar. Fue pintado por el artista rioambeño Pablo Sanguano, y en él se retratan las fiestas populares, comida típica, ritos, tradiciones, animales emblemáticos y un pequeño apartado en el que destacan personajes queridos por la comunidad. Tiene un ancho de diez metros y se realizó con la ayuda de los niños y ancianos de Jatari.
No estaría completa esta visita sin conocer su granja comunitaria. Se trata de un modelo productivo y de desarrollo para las familias, quienes comparten e intercambian el alimento recolectado para sus animales para que estos estén siempre sanos. Además, la actividad involucra a todos los miembros de la familia, por lo que incluso los más pequeños pueden aprender del trabajo que su familia realiza desde el amanecer…
Palacio Real
Retornamos a Tres Cruces para desviarnos un par de kilómetros con dirección a Calpi. Sin previo aviso, en la vía, se visualiza un letrero que exhibe el nombre del siguiente destino: Palacio Real. Un nombre curioso, sin duda.
Los locales cuentan que este lugar fue parada de descanso, en reiteradas ocasiones, del mismísimo Simón Bolívar. Quizás otro de los sitios de Chimborazo que lo deleitaron para escribir su “Delirio” en la montaña sagrada. Es posible que esta historia sea la razón de su nombre y de su grandeza.
En la parte comunitaria, donde se encuentra el restaurante principal, hay decoraciones pintadas y talladas que hacen honor a las “reinas” de los Andes: sus apreciadas llamas. Y es que no es para menos, pues estos camélidos han sido siempre de vital importancia para sus habitantes desde tiempos puruwá, donde utilizaban sus pieles para cubrirse, su lana para los textiles y su carne para alimentarse. Incluso a día de hoy, esta sigue siendo una de las especialidades de la casa: carne de llama.

Es tal su alabo por este animal, que su museo cultural lo tiene como figura principal. Ahí, se explica sobre la crianza, origen, evolución y usos medicinales y económicos que ha tenido a lo largo de la historia. Incluso, en el techo, se ve la “constelación de Yacana”, o de la llama. Esta tiene dos ojos y un cuello largo, en un cuerpo imaginario que transita por un ‘gran río’ (la vía láctea). Además, representa el camac de estos animales, es decir, su energía vital.
Para quienes quieren explorar los alrededores, hay dos senderos interpretativos. El primero es Miraloma donde, si se tiene suerte, se pueden observar las cumbres del Carihuairazo, Tungurahua, Altar y Sangay. Por otro lado, está el camino de Simón Bolívar, donde se encuentra la piedra encantada. Dicta una vez más la historia que cada vez que intentaban mover esta inmensa roca, la lluvia y la enfermedad llegaban inminentemente al lugar.

Comunidad Atillo
Nos alejamos de la región de Calpi, hacia el cantón Guamote, en Cebadas. Ahora, es momento de trasladarnos hacia el límite provincial de Chimborazo, donde la Cordillera Real alcanza su punto más álgido antes de comenzar a descender hacia la Amazonía.
Este es un viaje magnífico… remoto, que nos lleva hacia horizontes que ni siquiera nos imaginamos existen, incluso quienes hemos recorrido el país con frecuencia. En el sector de Atillo no sólo encontrarás algunos de los paisajes más atrevidos de la provincia, sino también un interesante proyecto comunitario no muy conocido al que merece la pena llegar y conocer.
El lugar fue bautizado “Atillo” por su significado, que, en español, quiere decir castigo o penitencia. Esto se debe a que las diversas islas de las lagunas eran utilizadas como prisiones en los tiempos preincásicos de los puruwá. Quienes intentaban escapar nadando, morían congelados en sus aguas.

En la carretera de Guamote a Macas, a tan sólo cinco kilómetros del hermoso complejo lacustre de Atillo, con maravillas naturales como Cuyo, Colay y las aguas de colores cambiantes de Laguna Negra, está el paradero Los Saskines, atendido por la impulsadora del turismo comunitario de esta zona, Dorita Peña, quien nos recibió con un cálido abrazo (en medio del frío paramero).
Desde este, su restaurante que ha operado por más de veinticinco años, Dora decidió hacer una apuesta diferente por el turismo local, persiguiendo su sueño de ser guía turística. Aquí se sirven las mejores truchas del sector, las cuales provienen de su propio criadero, ubicado justo al frente del paradero.
Saskines es el nombre del páramo que se encuentra justo en frente de las lagunas de Atillo, explica Dora. “Así como ven, la belleza de mi entorno es inigualable. Entonces me dije, ¿por qué no conservarlo con la ayuda de los viajeros?”, continúa con una pregunta que ha generado un impacto positivo para ella y su comunidad.

Al frente de Saskines hay tres picos que sorprenden incluso a los más despistados. Se trata de Papa Urco (la parte más alta de Atillo), Ruelas y Ujivo. Con vista a estas tres majestuosas elevaciones, uno puede pasar la noche en la cabaña comunitaria del lugar. Tiene capacidad para seis aventureros con un precio de $5 por persona. Eso sí, está muy bien equipada para combatir el frío, pero siempre es necesario contar con prendas adicionales para disfrutar de la experiencia cómodamente.
En el día, se realizan caminatas o cabalgatas hasta las lagunas en compañía de guías locales que han sido capacitados para esta actividad. De esto, principalmente, se encargan los más jóvenes, pues son ellos quienes siempre están “yendo de un lado al otro”, indica Dora. Otro de sus sueños es construir un camino autoguiado a la cumbre del Padre Urco, su principal inspiración para el proyecto.
Al regreso, un copioso plato de trucha nos espera para reponer las energías de la caminata a la manera local. Un tecito de sunfo también es importante para combatir el mal de altura y, de paso, otra herramienta para calentarse.
Desde este punto, uno puede continuar la aventura comunitaria hacia las zonas de Ozogoche y Achupallas, con recorridos de trek donde se deberá considerar acampar por la distancia. Para más información de esta zona, visita nuestra página web o adquiere nuestra edición n°16.
Fotografías: Murray Cooper
Contactos
Para vivir esta experiencia comunitaria en La Moya, Jatari Campesino y Palacio Real, se debe tomar la línea 16 del bus urbano de Riobamba hasta llegar a la cabecera parroquial de Calpi. Desde ahí hay camionetas que trasladan a cada uno de estos destinos.
También se puede tomar el bus interparroquial Unidos que deja a los turistas en la entrada de cada centro.
Para visitar Saskines, hay que tomar la carretera Guamote-Macas y desembarcar cinco kilómetros antes de llegar a las Lagunas de Atillo.
Te recomendamos hacer una reservación previa en cada lugar con al menos un día de anticipación.
La Moya / Jatari
Dirección: Parroquia Calpi, en la vía a Urbina, km.10
Teléfono: +593 99 875 2686 / +593 99 573 6693
Correo: comuna_lamoya@hotmail.com
Palacio Real
Dirección: Parroquia Calpi, en la vía a Urbina, km.4
Teléfono: +593 99 812 9637 / +593 99 700 5944 / +593 3 262 0500
Correo: palaciorealriobamba@gmail.com / turismopalacioreal@hotmail.com
Paradero Los Saskines / Atillo
Dirección: Comunidad Atilllo km.75 (Atillo Chico) – Vía Macas
Teléfono: +593 99 794 6887 / +593 3 301 4383