Esta es una historia dentro de una historia dentro de otra historia. Se trata de un libro para niños que nunca fue escrito por un maestro que se convirtió en hotelero, en una comunidad que en 25 años ha sido testigo de una transformación de novela. Hay chispas de La casa de los espíritus, elementos cómicos de Monty Python, notas de Bajo el bosque lácteo, y una o dos hojas de Cien años de soledad.
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No hay historias como esta. Al pasear por los caminos de la hacienda Cusín, en medio de agapantos, molles llenos de orquídeas, adoquines y camas de flores alineadas impecablemente, serás perdonado si pensaste que caminabas por un jardín escrupulosamente planificado, pues nada de esto fue planeado.
La experiencia en la hacienda es como tomar una hermosa novela encuadernada en cuero. Como lector, uno nunca deja de pensar en las dificultades que habrá costado poner las palabras en la hoja impresa… la angustia, las noches de insomnio. Es difícil creer que alguna vez el teléfono era analógico, que la lluvia cortaba la electricidad, que el vidrio para las ventanas era casi imposible de conseguir. Actualmente, la hacienda tiene una historia totalmente diferente. Muestra los Andes en todo su esplendor.
Los bien cuidados jardines, las espléndidas salas de estar, las cómodas habitaciones, los cuadros de las escuelas Quiteña y Cusqueña, las copias de los diarios de Humboldt, las colchas tejidas, las puertas talladas y los trazos decorativos, todo está diseñado para contar una historia. El salón Simón Bolívar, sorprende con sus paredes llenas de tapices y cuadros de madera tallada, cómodos sofás que invitan a relajarse, escuchando un minueto de Chopin, detalles arquitectónicos y figuras de santos que tranquilizan. Imposible imaginarlo de otra manera.
“Mi mayor satisfacción es ver cómo el personal del hotel ha llegado a entender la historia que yo quería contar, y la reacción de la gente ante la narración”, dice el propietario de la hacienda, Nicholas Millhouse. “Me gusta ver cómo son atrapados por este romance”. Nik, como lo conocen el personal del hotel y sus amigos, es también víctima de este “romance”. Un británico que, siendo maestro en New York, traía grupos de alumnos a viajar por los Andes, y acariciaba la idea de tener un hotel. “No tenía idea de lo que estaba pasando dentro de mí”, admite. “Mi único entrenamiento en hotelería era la serie de televisión Fawlty Towers de la BBC de Londres. Pero el personal tampoco tenía idea sobre las expectativas de los huéspedes. Era un complicado aprendizaje para todos”.
Desde que Nik compró el hotel, hace veinticinco años, el negocio genera 40 empleos, un ingreso estable y seguridad laboral, con un estimado de 200 personas que se benefician de la economía del hotel. Es un gran orgullo que la mayoría del personal trabaja desde hace mucho tiempo, tienen sus casas, crean sus propios negocios, transforman las perspectivas de sus hijos. Hay mucho que celebrar en esta historia.
A lo largo de los años se han ido añadiendo capítulos. El Monasterio –un vuelo de sofisticada arquitectura que Nik soñó en un sector aledaño a la hacienda original-, ha crecido y es hoy una extensión de la hacienda como también sitio para conferencias y bodas.
Se han construido cabañas en los jardines, una nueva ala se extiende hacia la entrada, los servicios e instalaciones se renuevan constantemente, el hotel cuenta con WiFi… Es como si la historia tuviera su propia voluntad. Una energía manejada por el orgullo del personal, por el disfrute de los huéspedes y la visión del dueño de cómo conjurar el perfecto cuento andino.
Contacto
San Pablo del Lago, Otavalo – Ecuador
(+593-6) 291-8013
hacienda@cusin.com.ec
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