Son pocos lugares en el mundo que se parecen tanto al escenario de una obra literaria, transformando la imaginación de un idilio novelístico en algo palpable. Un lugar cuya identidad es tan propia, histórica y visionaria a la vez, — en un solo espacio florido, señorial y lleno de personalidad — que provoca a cualquier mortal el deseo de quedarse en la zozobra de su poesía eterna…
Con visión barroca, aquella que no cesa jamás de inspirarse en los detalles, aquella que cubre con intrigantes curiosidades cada espacio, nueva vida se ha inyectado a una de las propiedades, estancias y residencias más antiguas de la América colonial…
La historia de la hacienda se remonta precisamente a los primeros años de asentamiento español en el continente. Al no hallarse reservas de oro y plata importantes en los Andes equinocciales, por no mencionar su carácter “remoto”—con viajes de hasta un mes en mula y a pie desde el acceso marítimo más cercano— el territorio del actual Ecuador se consideraba entre los menos apetecidos por los españoles. Esto llevó al rey Felipe II de España a rematar las originales 50 000 hectáreas de esta histórica hacienda al mejor postor en 1602. Don Ernesto de Chiriboga y de Aza fue quien se quedó con ella y durante 372 años, Cusín permaneció dentro de esta familia.
Los Chiriboga eran dueños de una propiedad envidiable, sin duda, descrita entre las más atractivas de los valles que rodeaban las faldas del Imbabura, incluso por el renombrado abogado colombiano José Francisco de Caldas. Quizás la propietaria familiar más insigne fue Clementina Chiriboga, quien lideró el apogeo productivo de la hacienda a través de cultivos de avena y maíz, siendo una de las primeras hacendadas en ofrecer salarios a sus trabajadores, librándoles de las inclemencias del huasipungo, anticipándose a las reformas visionarias que ofrecerían a la comunidad indígena andina representación y desarrollo en la sociedad.
Mucho ha pasado a día de hoy para llevar a Hacienda Cusín a su sitial como referente de la estadía de lujo en los Andes del Ecuador. Dentro de tantos atributos, está la reivindicación de la inmensurable influencia nativa andina en cada espacio de la hacienda, con pinturas, tejidos, gastronomía (con chefs locales que realzan los ingredientes ancestrales de la región) … Todavía llegan los lugareños para bautizar a sus hijos o realizar primeras comuniones frente a la “cruz de Cusín”, la cual antiguamente se utilizaba. Hacienda Cusín es parte entrañable de sus alrededores, por su historia y su conexión con el entorno.
Una estadía moderno anclada en el pasado
Hacienda Cusín se reinventó a fines del milenio en su peor momento de descuido. Las paredes se caían cuando al rescate llegó una nueva administración para sanear el proyecto turístico. Se limpió, reorganizó, pulió, repintó, redecoró… todo por brindar nuevo significado a cada rincón, desde la creación de coloridos murales hasta una nueva concepción de experiencia para sus huéspedes, la cual le ha otorgado un realce vivencial incomparable a la estadía.
Quizás lo que mejor representa esta segunda vida es la construcción de su Monasterio. Un lugar metafórico, de hermosas, gruesas paredes blancas, levantado para simbolizar el recogimiento que ofrece la hacienda a cada uno de sus huéspedes. Un recogimiento, como el de un monje en su lugar de retiro, donde uno interiorizará sentimientos, se buscará a si mismo y su conexión con el mundo… En la práctica, uno literalmente se siente en una burbuja de esplendor y belleza. Es curioso aprender, incluso, que, en la antigüedad, el reducto de la hacienda actual era parte de una isla en medio de un enorme lago mucho más extenso que el actual San Pablo. Al momento de empezar la construcción del Monasterio, se hallaron los restos arqueológicos de quienes llegaban a sus orillas en procura de la misma paz que hoy se siente en este lugar único del planeta, a la sombra del poderoso volcán Imbabura.
Fotografías: Murray Cooper
Contacto
San Pablo del Lago, Otavalo – Ecuador
(+593-6) 291-8013
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www.haciendacusin.com