Hacienda Cusin: el secreto se guarda

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¿Podría un rincón en medio de los Andes guardar los secretos del universo? Como una X en un esotérico mapa del tesoro de la Edad Media, marcando un punto en el ombligo mismo de nuestra esfera terrenal, en pleno Reino del Sol y de la Luna; donde el día y la noche comparten el firmamento en mitades iguales todo el año. Un lugar donde la luna descansa plácidamente en el cielo como un lecho entre las estrellas.

El “Valle del Amanecer”, es la respuesta a este antiguo enigma: un voluptuoso Andes, sus ondulaciones etéreas en medio del mosaico de sus cultivos, que duerme bajo la mirada airosa de montañas milenarias… allí, yace el portal. Sigue el camino vecinal. Hay un muro de piedra. Una placa de madera, invitando al castillo. Una entrada.

Hacienda Cusin vive en silencio, a la sombra del volcán Imbabura, como un anciano que ha sido testigo del mundo y que, en su mirada silenciosa, guarda la clave de los más profundos secretos.

Murales crípticos, reliquias místicas de siglos pasados; un estoico monasterio repleto de enigmas, paredes hechas de la misma tierra que pisamos; un retablo dedicado a divinidades olvidadas, obras talladas en un árbol milenario que sopla un poema al viento… un jardín lleno de ensueños, remilgado y libre, sombreado bajo el cálido abrazo de un cedro de 300 años de edad…

Todo es parte del mensaje cifrado, el que contiene la esencia del mundo que ha creó de sí mismo en este pequeño nicho entre las montañas. Su decoración barroca, imbuida en el Alto Renacimiento, es hogar de visiones sutiles fusionando la arquitectura de un jardín suntuoso con las formas fluidas de la hacienda rural, enfrentando la historia colonial al ajetreo eterno de la naturaleza, los colibríes revoloteando hasta las coloridas flores, como una pintura impresionista de Seurat o Bonnard. Esta ellos nos cuentan su historia en trinos indescifrables.

Mientras caminamos, absortos por la magnificencia de delicias terrenales, tenemos la sensación de que nos cuenta algo a cada paso…

El arte ciertamente ha estado aquí; ha vivido aquí. El arte, como lo interpretaba Aristóteles: no sólo una apariencia exterior, sino un significado interior. A medida que experimentamos Hacienda Cusin, un mensaje permanece en nosotros. La mayoría no nos interesa decodificarlo. Simplemente dejamos que se filtre a través de los sentidos. Como cuando admiras el «Jardín de las Delicias» de El Bosco, y aunque todo el destino del mundo perviva dentro de esa gloriosa pintura, su gran extensión, verdaderamente aventurarte hacia su centro, es un momento para olvidar cualquier reflexión y vivir su belleza y su encanto enigmático, sin límites, como si fuera tu propia esencia. Hacienda Cusin, como una obra de arte críptica y llena de misterios, es el secreto que guardan quienes han acertado el acertijo y la han encontrado, oculta entre las montañas.

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