En noviembre de 1997, un increíble descubrimiento inició un movimiento de conservación. Veinte años más tarde, dos de sus gestores relatan la experiencia.
Faltaba poco para terminar la extenuada labor de veinte años de investigación para el libro Las Aves del Ecuador y Robert Ridgley, autor del mismo y fundador de la Fundación Jocotoco, se desplazó al país para realizar grabaciones de los cantos de las aves. Se juntó con John Moore, su esposa, Lelis Navarrete —el “pajarero”— y Mercedes Rivadeneira hasta Quebrada Honda, Nudo de Sabanilla, en la Cordillera Oriental.
Robert Ridgley: “20 de noviembre de 1997: Después de amanecer, Lelis y yo escuchamos un canto débil, demasiado lejos para grabarlo bien. A las 11 AM lo escuchamos nuevamente. Provenía del bambú, muy cerca de dónde estaba. Sonaba fuerte y lo grabé de inmediato. Sabíamos que se trataba de algo muy interesante, pero no teníamos idea qué era. Volví a reproducir la grabación. El ave salió rápidamente. Estaba ahí, ¡frente a todos los del grupo! Lo vimos y supimos que era algo bueno. Puse la grabación una vez más y comenzó a cantar, delante de nosotros, en la parte abierta del sendero; algo que nunca he vuelto a ver. Increíblemente, cinco minutos más tarde, un segundo individuo salió; era la hembra. Estaba destinado a pasar. Registramos una descripción detallada del ave y luego nos dimos una palmada en la espalda.
Decidimos regresar a fotografiarla. Al tercer intento, finalmente pude hacerlo. Ya de regreso en Estados Unidos, recibí muchas llamadas de quienes querían escuchar la grabación por el teléfono. La expectativa crecía y crecía…
Nigel Simpson, fundador y donante: “David Agro, actual presidente de la Fundación Jocotoco, me comunicó la gran noticia del descubrimiento de Bob Ridgely. Pregunté a cuál de las gralarias del libro de Bob “Aves de Sudamérica’ se parecía. ¡Me dijo que a ninguna! Comenzamos a planificar una expedición de inmediato para ir al lugar lo antes posible y el 10 de enero de 1998 estábamos en Quito. Estaba muy feliz de poder financiar esta exitosa expedición al Cerro Tapichalaca.
Decidimos comprar el lugar donde habitaba la Gralaria. Los campesinos, quienes llamaban al ave “Jocotoco” aceptaron vender sus terrenos ya que nadie vivía en el lugar dado el inhóspito clima del mismo.
Decidimos crear la fundación en Ecuador para ser propietarios de la tierra y emplear a personas de la zona como guardaparques. Apliqué para crear una fundación en el Reino Unido y poder continuar financiando el proyecto. Cuando mi fundación fue aprobada en junio de 1998, la primera parcela de Tapichalaca fue adquirida.
Luego de un largo proceso, se aprobó la creación de la Fundación de Conservación Jocotoco en enero de 1999. Bob, John Moore, Lelis Navarrate y Francisco Sornoza organizaron otra visita a Tapichalaca y a otros lugares en el sur donde era recomendado iniciar trabajos de conservación. Esto sitios son ahora las reservas Buenaventura y Jorupe, pertenecientes a la Fundación Jocotoco. John Moore se unió a mí como donante y continúa siéndolo hasta el día de hoy.
Contacto
Fundación Jocotoco
Lizardo García E9-104 y Andrés Xaura, Quito.