Esmeraldas City: entre río y mar

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Esmeraldas City

Dicen que un niño que no conoce la televisión, no conoce el aburrimiento. Debe ser parecido para una ciudad sin salas de cine. Esmeraldas, la capital de su provincia, cuenta con una población de alrededor de 200.000 habitantes, y si alguno de ellos se interesa en ver la última película de Rápidos y Furiosos, tendrá que perder 6 horas entre la ida y la vuelta hasta la ciudad más cercana con cartelera, Santo Domingo de los Tsáchilas. “¡Eso sí,” cuentan riendo, “en los estrenos no hay uno que no sea esmeraldeño!”

En algún momento de su historia, Esmeraldas tuvo sus salas de cine, como tuvo también sus añorados salones de baile. Es una pena que ya no exista ninguno; que una gente tan bailadora — ni bien escuchan traquetear un lápiz y empiezan a contonear las caderas — haya dejado que algo tan cercano a su latido se esfume con los tiempos.

Era a través de Barrio Caliente– tildado así por el terrible incendio del 18 de mayo, 1951– donde, dándole un ingenioso giro al apodo, proliferaron estos “calientes” salones de diversión (El Gato, El Azul, La Boca del Lobo) que hacían gala de la elegancia y del cadencioso movimiento de sus concurrentes y que motivarían al poeta Antonio Preciado a versar al barrio entero como sitio “que ahoga el silencio en ríos de contento, en candombe, marimba, candombe, bongó… la tumba, la timba, en el virazón” (del poema Barrio Caliente). En su lugar, hoy persiste su pieza central, que en la época de los salones aún no existía, sobre la calle 6 de diciembre y Salinas: el Estadio Folke Anderson. Es un emblema esmeraldeño que entrevé otro por demás irónico ausente de la ciudad: el campeonato nacional de fútbol.

Una capital con playa

Nadie le quita a Esmeraldas lo bailado… ni lo jugado… ni lo comido… y que hoy no existan algunos de los nostálgicos íconos del pasado, no le quita a la ciudad su brío. Ni tampoco al esmeraldeño su sonrisa. Entre pláticas y hamacas, juegos de naipes y conversaciones en un portal, el esmeraldeño deja relucir un contento puro y generoso, que radica en la vida misma, y que explaya en sus parques y, sobre todo, en su holgada playa, tan extensa que pareciera que todos los habitantes podrían aprovecharla a la vez.

Este delicioso horizonte es eje de su libertad. El deseo de contonearse, la necesidad de “pelotear”, el jolgorio de pasarla juntos, y por supuesto, las ganas de comer bien, los esmeraldeños lo sacian en el gran balneario de Las Palmas. El “malecón” de Las Palmas se deja ver como una de las obras de mayor infraestructura de tiempos recientes (orgullosamente concebida, incluso, como la única infraestructura playera adaptada a las necesidades de discapacitados y adultos mayores en el país), en parte revelando un deseo de transformación vuelto realidad. Un sector de calles paralelo a la orilla ofrece todo lo que quieras de comida y bebida.

Además, están los kioskos más populares que no deben ser pasados por alto. Especialmente en el caso de ¡Oh Mar!, todo un emblema a la hora de comer (¡su receta de ensumacao estápatentada!). En las mañanas se juega duro al fútbol y recorriendo el extenso trecho de arena hacia el puerto de Balao, un curioso logrará divisar el hermoso trecho de bosque seco que permanece, ya fuera de alcance, aún con guayacanes… La arena, sus olas y el sol dominan el día, y por la noche resuenan los ritmos de las discotecas que hacen vibrar la sangre de todo verdadero esmeraldeño.

La Amenaza Verde

Con tanto talento futbolero, uno se pregunta cómo es que Esmeraldas no cuenta con ningún equipo en primera división del balompié ecuatoriano. No sólo la provincia, sino la ciudad de Esmeraldas ha sido, históricamente, uno de los semilleros de futbolistas más importantes del país. Es el caso de Antonio Valencia, por ejemplo, que en algunos países es el único futbolista ecuatoriano que se conoce. Si bien nació en Lago Agrio (Nueva Loja), Sucumbíos, es esmeraldeño de familia y ésta aún vive en la ciudad.

Jugador del Manchester United de Inglaterra, en mayo de 2017 se proclamó como el primer ecuatoriano en obtener una copa continental europea con el equipo. Y no sólo fue un jugador más de la escuadra, ¡fue el capitán… en la final! Otro histórico, el jugador que más partidos ha jugado para la selección ecuatoriana, también es esmeraldeño: Iván Hurtado. Y el segundo goleador ecuatoriano de todos los tiempos, Eduardo “El Tanque” Hurtado, también es oriundo de la ciudad.

Remontémonos entonces a 1960, a los campeonatos del ejército ecuatoriano que medían a los batallones de las distintas provincias. La de Esmeraldas, famosamente apodada “La Amenaza Verde”, lo ganaba todo. A tal punto que cuando las fuerzas armadas decidieron aportar con un equipo al campeonato nacional, lo lograron con los jugadores de este batallón.

No tardó en convertirse en uno de los más grandes del país: El Nacional de Quito, llegando a campeón en doce ocasiones, con grandes leyendas como José Voltaire Villafuerte o Ermen Benítez, el primer jugador ecuatoriano en irse a Europa.

La cantidad de seleccionados de calidad, especialmente en tiempos recientes, de Esmeraldas es asombrosa: desde arqueros hasta delanteros (Alexander Domínguez, Walter Ayoví, Segundo Castillo… incluso el fallecido “Chucho” Benítez, que siempre se consideró “culturalmente esmeraldeño”), jugadores de esta ciudad que han formado la base del fútbol ecuatoriano a través de su historia.

El pasado futbolero de Barrio Caliente y de la ciudad de Esmeraldas en sí está en muestra en el bar de Gerardo Estupiñán, La Número 1 (Ricaurte y 6 de Diciembre). Lo que decora las paredes del local son fotografías y recuerdos de su hermano Ítalo Estupiñán. El recordado “Gato Salvaje” fue uno de los primeros ecuatorianos en jugar en el exterior (1975), y el primero en coronarse campeón en México.   

Un rincón congelado en el tiempo (Calles Piedrahita & Pedro Vicente Maldonado). Foto: Jorge Vinueza.

Ciudad de manglares

Esmeraldas todavía guarda asombrosos vestigios del pasado. Entras a la ciudad sobre una autopista moderna que atraviesa selvas, ríos y manglares que durante siglos fueron imposibles de penetrar.

Te envuelven rápidamente el pavimento y los edificios, pero por la calle cercana al río (calle Bolívar), que pronto se transforma en Pedro Vicente Maldonado, y detrás de grandes galpones y “aguas” de zinc, notas a los madereros apostados a las orillas y un río que nos remonta a la esencia de la ciudad.

La práctica es ancestral, la de recoger madera dura para casas, barcos, muebles… los muelles, los puentes Bailey y la vegetación que el resto de la ciudad logra ocultar detrás del hormigón armado de sus construcciones, aquí se revela como en ninguna otra ciudad de su importancia en el país.

En realidad, Esmeraldas fue siempre más manglar que ciudad… por lo menos antes de que cayera presa del boom petrolero. Hoy, una perspectiva más veraz de este enclave entre manglares se lo percibe desde el malecón de Tachina(en dirección al aeropuerto), que ofrece una vista romántica de esa Esmeraldas envuelta en verde. Puedes también descubrir el único manglar protegido dentro de los confines de una ciudad, la Reserva de Vida Silvestre del Estuario del Río Esmeraldas. La pequeña comunidad de Piangua gestiona los recorridos turísticos.

Otro lugar para observar la dramática entrada del río Esmeraldas, sus mangles y ciudad, es el mirador de la Universidad Católica (PUCESE). Sobre la calle Eugenio Espejo y a media cuadra de la Colón, un elegante portón negro te lleva hacia la colina de Santa Cruz. Con un océano que se transforma en río, el puerto con grandes barcazas y una ciudad que se extiende como hiedra de cemento, la vista sobrecogedora revela el poder de la naturaleza y la lucha del hombre por dominarla. O como, en la pluma del poeta Diógenes Cuero, se describiría el acontecimiento: “atacado de perlesía el pintor ha quedado, con su pincel alzado de ver tanta belleza, de un atardecer en la bahía …”.

Puedes comerte algo en el pequeño comedor universitario y disfrutar de los predios de la universidad, con sus hermosos árboles y aves que revolotean por doquier.

Antes o después de visitar la PUCESE, pasa por la plaza/parqueadero de San Pedro, a una cuadra de la entrada. Encuentra cocadas, aceite de coco (para la piel, y mezclado con zanahoria para las estrías), artesanías chachi, licor de cacao o marimbas de juguete… y corona un día caluroso al frente, con “las mejores pipas de Esmeraldas” de Huguito (es imposible pasar por alto los cocos amontonados a un costado de la vía). Tampoco te pierdas las cocadas rellenas de Mayra Ortiz, con maracuyá, manjar, guayaba o chocolate… si no están de venta en los kioskos de San Pedro, búscalas en su “casita morada”, a media cuadra (volviéndote hacia la PUCESE sobre la misma Eugenio Espejo).

Corazón curandero

Quizás la visión más decidora de la ciudad está en las calles Piedrahita y Pedro Vicente Maldonado. No sabemos hasta cuándo seguirán de pie estas casas de madera que en ambas aceras se levantan, decrépitas, como calzando bastones para mantenerse de pie. Son de otro tiempo, cuando el río llegaba a las orillas y estas viviendas, todas de madera, sentían su brisa. Son fabulosas ventanas hacia una realidad que ha pasado al olvidadizo espectro del recuerdo.

Es difícil imaginar quién pudiera vivir en los ladeados segundos pisos, pero los bajos son casi todas tiendas de hierbas, con un gran abasto (con pescado seco en mesas y racimos de verde colgando de los portones) que muy bien pudiera caber en una foto en blanco y negro de principios del siglo pasado.

Los sábados de mañana, llegan desde varios rincones del país, incluso desde la sierra, campesinos con plantas de toda especie. Puedes comprar un atado de “hierbas dulces” (que traen buena suerte) o un atado de “hierbas amargas” (que espantan la mala racha), hojas para remojarte en el baño y quitarte el estrés de la semana (entre las más populares), curas para la artritis, hierbas para enamorar o para dormir mejor… Las nutricionistas, dueñas de las tiendas, conocen todas las combinaciones entre la malva, el tintino, la nacedera, la hoja de guanábana o la cola de caballo para curar males que vencen a los doctores.

Internándose por esta misma calle Piedrahita hacia el corazón de la ciudad, no caminamos ni dos cuadras hasta uno de los lugares de visita culturales más importantes, el Museo Regional de Arqueología, que está iniciando nueva vida luego de algunos meses de remodelación, ofreciendo un breve recorrido por la prehistoria local y sus fascinantes culturas (La Tolita, Tiaone). Museos, en general, hay pocos en Esmeraldas. Está la Casa de la Cultura: una biblioteca con una sala aledaña donde a veces se realizan muestras temporales; está la Biblioteca Municipal Nelson Estupiñán Bass, cuya fachada curiosamente está hecha de cientos de botellas recicladas, y que, aparte de sus libros, cuenta con una simpática muestra de fotografías antiguas. Otro punto que, revisando su agenda cultural, puede ser interesante, es el Conservatorio Municipal de Esmeraldas, que ofrece presentaciones de baile y música.

 La actividad alrededor del centro gravita alrededor de los parques: el colorido Parque Infantil, donde familias se aglomeran para que sus hijos correteen y el Parque Central “20 de mayo”, con sus galantes árboles y aquellas enormes ramas que lo abrazan por encima. Una escultura de una mujer negra, que reemplaza lo que habría sido la antigua fuente de agua, acompaña al solitario soldado del monumento medular, un tributo a los muertos durante la guerra civil entre liberales y conservadores que a fines del siglo XIX remeció al país, y a esta provincia en particular.

En nombre del líder Luis Vargas Torres, quien fuera fusilado un 20 de mayo, este parque se siente como el eje del centro. En la acera oeste se ubica la moderna iglesia de La Merced y en la otra esquina, el pronto a habilitarse Centro de Información Turística de la Prefectura, donde, a más de hallar artesanías locales, podrás enterarte de todo lo que hay que hacer a través de la provincia. A la plaza llegan carretas de frutas exóticas (como la chonta), carretas de cocos y pipas, o quizás tengas la buena fortuna de encontrarte con uno de los hijos del legendario don Sacoto, un maestro de escuela que dedicó su vida a su carreta de comida, con algunos de los clásicos desconocidos de la gastronomía dulce de Esmeraldas como el “casave”, la “majaja” o el “champú” (a base de maíz, panela y frutas como guanábana, naranjilla o guayaba)… deliciosos manjares especialmente a media tarde.

 Un recorrido de la ciudad puede también incluir puntos más al norte como el Mercado Municipal (busca y prueba la “manzana del coco”); la casi vanguardista Catedral de Cristo Rey o el patio de comidas del Puerto Pesquero Artesanal. Y como broche de oro, nos quedamos siempre con la arraigada cultura que hace de esta ciudad, y de su provincia, tan fascinantes, en la visión de dos monumentos difíciles de ignorar: las volátiles estatuas en honor de la marimba, su baile y su música, a la entrada de la ciudad en las calles Olmedo y Pedro Vicente Maldonado; o aquel monumento de la Plaza Cívica al gran poeta/novelista Nelson Estupiñán Bass conlos bonitosmurales en relieve que decoran la base de la estatua principal… Tierra de musas, de ríos, de mares… de grandes poetas, talentosos dribleadores y endiablados pasos de falda y pantalón.

Otros lugares cercanos de interés 

  • Mútile / Jardín Tropical de Esmeraldas: En los parajes envueltos en cerro y selva de laUniversidad Técnica Ecuatoriana Luis Vargas Torres se ha adecuado (en la facultad de agricultura) un hermoso jardín botánico que merece la pena visitar.
  • Monasterio Trapense Sta. María de la Esperanza:  A unos minutos fuera de la ciudad, la paz y recolección de este recluso espacio entre árboles tropicales ofrece una buena mañana o tarde de reflexión y descanso (hay estadía y comida). Puedes llamar al +(593 6) 304 3601.
  • Santuario de Loreto: Justo saliendo de la ciudad, pasando el puente del Tiaone, se vislumbra esta singular construcción naranja que se asoma sobre el verde bosque. Curiosa réplica del Santuario de Loreto en Italia, es, sin duda, una interesante visita.

Ciudad de Esmeraldas, para chuparse los dedos

Algunas sugerencias:

Delicias Esmeraldeñas. Foto: Jorge Vinueza.

En y alrededor de Las Palmas:

  • ¡Oh mar! Prueba el ensumacao.
  • Nuevo Amanecer Prueba la tablita.
  • Jututo Prueba el tapao arrecho.
  • Damasco ¡Excelente comida siria donde menos lo esperabas!

 En el Centro: 

  • Carnes de Cedeño El esmeraldeño adora una buena parrillada y ésta es una que jamás olvidan. 
  • La “sasón” de la tía Sixta (pronunciado “sista”): La carretamás querida de la ciudad, hoy un local con encocaode todo lo que puedas imaginarte.
  • Cevichería Lider La esencia del ceviche con los ingredientes clásicos de la zona.

También puedes buscar el clásico tapao de pescado, a veces en el menú en el patio de comidas del Mercado Municipal.

Conoce las vedas… especialmente de concha negra (4,5 cm para consumo), cangrejo azul y langosta. ¡Flaco favor le hacen a la gastronomía local quienes no las acatan! 

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