En los ojos del científico

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Desde el nacimiento estamos conectados con nuestro entorno natural. Somos parte de él. Y sin embargo, ¿cuánto conocemos de verdad de todo lo que nos rodea y nos forma? La curiosidad humana es tan extensa como su historia y sus raíces y hay quienes trabajan cada día para encontrar las diminutas pistas de lo que somos en el insondable, infinito cosmos de la naturaleza.

La filogenia es un término que se refiere al origen, la formación y el desarrollo evolutivo de las especies. A través de esta ciencia podemos remontarnos al inicio de los tiempos y entender la diversificación de las plantas y animales y todo aquello que compartimos los seres vivos como entes naturales. Thomas Couvreur, PhD en Biodiversidad Tropical del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD) e investigador invitado de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (desde 2019), estudia las selvas tropicales de América del Sur, África y sureste de Asia para entender estos procesos.

A los ojos comunes, los paisajes de las tres regiones pueden parecer idénticos, pero Thomas explica que en realidad son casi diametralmente opuestos: las especies de cada una son totalmente distintas. “Es rarísimo encontrar la misma especie en una selva de América y una de África”. Por esta razón, el trabajo del científico, en este caso del botánico, se destaca por la paciencia: hallar y entender esas diferencias requiere de una intensa minuciosidad.

Son algunas ramas de la ciencia las que le ayudan a desarrollar su trabajo. En primer lugar está la taxonomía, la ciencia que entiende y describe las diferencias entre las especies. Después, la filogenética molecular, que se encarga de conectar derivaciones a través de sus secuencias de ADN. El objetivo de estas investigaciones no es solamente llevarnos al pasado, sino también a posibles escenarios futuros. A través de la modelación de las especies, Thomas es capaz de comprender el impacto del futuro climático en su evolución, ayudándonos a llegar a decisiones correctas para la conservación medioambiental.

Una salida al campo

Estamos en un muñón del bosque de El Chocó, en la provincia de Manabí. Ingresamos por un portal de troncos musgosos y lodo hacia el corazón de un bosque lleno de lianas, de hojas y zumbidos de las alas diminutas de cientos de insectos. Thomas me pregunta si quiero observar el proceso moderno para recolectar hojas o el que utilizaron Bonpland y Humboldt durante su expedición americana hace más de doscientos años. Suponía que se trataba de una decisión radical, pero aprendí que la única diferencia entre lo que se hacía entonces y lo que se hace hoy involucra el uso de un celular. Por lo demás, poco ha cambiado en todo este tiempo. Con el celular se sube información a una red global de científicos. Humboldt, para compartir su información con el mundo, tuvo que esperar años hasta volver a París y publicar a mano escrita sus informes.

Con la ayuda de un cortarramas, Thomas recolecta hojas de plantas anonáceas (plantas con flor de la familia de la chirimoya), algunas de las cuales ya había recolectado en una visita pasada. Pone con cuidado todo en una gran bolsa para que se conserven lo mejor posible. Toma fotografías, realiza apuntes de sus observaciones, del color, tamaño, aroma, ubicación de cada planta.

Al volver a la ‘estación’, saca de su mochila los elementos básicos para la conservación de las hojas: periódicos, tubos de recolección, alcohol y dos tablas de madera del tamaño de un libro de mesa. Envuelve las hojas y flores con el papel periódico y las prensa con las tablas. Una vez en la universidad, éstas serán deshidratadas sobre una hornilla durante dos días. Nos cuenta que las hojas y flores pueden permanecer siglos en este estado y de esta manera serán estudiadas por generaciones de botánicos. Algunas flores son preservadas en tubos con alcohol que permite la conservación a largo plazo, especialmente para conservar la forma de la flor.

La información recopilada, Thomas toma su celular y digita; como cuando buscamos un video o mandamos un meme. Está enviando sus muestras a laboratorios alrededor del mundo para que la red de información siga expandiéndose. Es un proceso colectivo maravilloso, unido por la pasión de cientos de miles de personas que, como Thomas, llevan la curiosidad de su entorno a un lenguaje que nos ayuda a comprender todo lo que somos en esta red de vida. He ahí la importancia en la curiosidad por conocer cada vez mejor los pasos que nos han llevado hasta aquí y que nos seguirán llevando hacia lo que seremos mañana… como humanos y como planeta.

Fotografías por: Andrés Molestina

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