Este post lo publicamos para celebrar a una de nuestras especies más emblemáticas en pleno Día Internacional del Pingüino. Tan querida es esta criatura que cuenta con dos días internacionales que la celebran: hoy, 20 de enero… y el 25 de abril.
La biodiversidad de Ecuador es asombrosa… ¡e incluye nada más ni nada menos que pingüinos! En un paraje tropical, en medio del equinoccio… ¿pingüinos? Y no estamos hablando de cualquier pingüino.
El pingüino de Galápagos es el único de su familia que se ha adaptado a un ecosistema cálido todo el año. No solo sabe cómo «calienta el sol aquí en la playa», es el único de su familia que se registra en el hemisferio norte (a pocos grados de la línea equinoccial en isla Isabela) y, aunque el logro es menos grandilocuente, es también el segundo pingüino más pequeño del mundo (después del Pingüino Azul Menor).
Uno asocia a esta especie con los ecosistemas helados de Antártida. Existen también colonias en varios otros puntos del hemisferio sur: Sudáfrica, Nueva Zelanda, las costas de Chile y Perú (de hecho, el Pingüino de Humboldt, ha sido registrado en nuestras costas continentales, pero se tratan de aves errabundas y no residentes). Su hábitat predilecto son los lugares borrascosos, con corrientes de agua frías… olas grises, para nada turquesas ni solariegas…
El pingüino de Galápagos, sin embargo — como todas las criaturas de este fascinante archipiélago – es testimonio vivo de la épica travesía y heroica historia que le ha permitido sobrevivir, hasta nuestros días, en uno de los rincones más inhóspitos del planeta… (¡especialmente para un pingüino!).
Pingüinos en peligro
Aunque parezca una vida de sol y playa, la existencia tropical de esta especie ha sido mucho menos un paraíso de veraneo que un infierno evolutivo. Sus plumas se han contraído, su tamaño también. Ha tenido que alterar las costumbres milenarias de su especie, como las que vemos en los filmes de naturaleza más taquilleras, en las que se pasan migrando de un lado a otro para anidar y alimentarse. Aquí en Galápagos, no pueden ir muy lejos. Lo que les pone en aprietos si escasea el alimento, como suele suceder durante el fenómeno del Niño. ¡Han habido eventos del Niño tan devastadores que en un solo año por poco desaparece para siempre la especie!
Los estragos del cambio climático (para una especie de por sí amenazada) es motivo de constante preocupación para científicos de las islas Galápagos.
Sus poblaciones siempre han sido precarias. Cada año es una lucha al momento de atender a sus crías. Cada cría que sobrevive ofrece esperanza para la especie. Cada cría que no lo logra, apunta a su extinción.
Hay estudios que revelan que el cambio climático podría ayudarle a encontrar alimento en ciertas épocas más frías. Pero la realidad es que la creciente frecuencia y duración de las épocas del Niño en la región, terminan siendo más alarmantes y problemáticas.
Por otro lado, todos los pingüinos del mundo están en una situación complicada debido al calentamiento de las aguas. La especie de Galápagos ya se ha adaptado a un mundo cálido. Su población es tan reducida (poco más de los mil individuos) que cualquier mala racha podría determinar su suerte. Pero han logrado llegar hasta aquí. Otras especies, sin embargo, quizás no tengan el tiempo para transformar sus costumbres ni evolucionar.
En todo caso, los pingüinos son aves fascinantes. Vuelan en el mar, ya que sus alas son aletas y no les sirven para vencer la gravedad pero sí para dominar las aguas con la eficacia y velocidad de un Lamborghini. Su adorable manera de caminar también les ha granjeado una provechosa carrera en Hollywood… además de los dos días internacionales cada año para recordarnos lo mucho que les queremos y lo dura y difícil que es su supervivencia en la Tierra.