El sotobosque es la zona de la selva que uno admira a nivel del ojo… del suelo hasta unos 3 metros para arriba. En los bosques con árboles colosales que miden más de 50 metros de alto, dos protagonistas cuentan una historia única de interrelación: los troncos de árboles y los ejes de luz.
A la sombra
Nos recuerda a un templo barroco. Caminamos a través de las ‘puertas’ de la selva tropical, cruzando el umbral de naturaleza divina que se encuentra más allá de los enredos fronterizos. El bullicioso del mundo exterior repentinamente se amortigua en silencio ajetreado, como complot de las criaturas. Y una sensación no muy diferente a caminar sobre los pisos de madera coloniales nos hace sentir huecos por dentro cuando tomamos cada paso sobre las hojas húmedas que se extendienden como una alfombra bajo nuestros pies. En lugar de pan de oro, por supuesto, tenemos los brillantes verdes de la vegetación, con puntos de vivos colores en heliconias y orquídeas y las escultóricas formas de lianas, líquenes colgantes y bromelias se aferran a las ramas.
Un afortunado helecho aprovecha la luz.
Pero lo que es más parecido a esta «religiosa», “catedralesca” sensación general es el fantástico efecto de claroscuro que domina el sotobosque. Es un lugar sombrío, fragmentada a la vista por las innumerables columnas de los árboles (cualquier comparación con una iglesia de repente es insuficiente cuando se la coteja con la la amplitud infinita de la selva tropical). Pero lo irónico es que estos bosques altos no son tan enmarañados desde nuestro punto de vista acá abajo. La altura de los árboles y el techo de cúpulas sucesivas que proporcionan, un techo que se extiende miles de kilómetros, y es evidencia obvia de la competencia agresiva por la luz en el alto dosel, hace que lo que pasa 50 metros más debajo se revele como un mundo oscuro y misterioso.
Sólo las especies de plantas más resistentes – y hay muchas – pueden sobrevivir en estas condiciones. Uno de los encuentros más especiales del sotobosque es la palmera caminante. Esta planta literalmente se pasea de un lado al otro del bosque en busca de luz, creciendo rápidamente nuevas raíces en la dirección que desea ir (donde sospecha que hilachas de luz), mientras pierde las raíces «traseras» que la mantendrían en un lugar. ¡Puede moverse unos 50 metros al año! Estos hilos de la luz, por cierto, puede ser casi inexistentes. Y hay muchas especies de plantas que se han adaptado a esta sombría realidad. Pero el sotobosque, como todos los ecosistemas del bosque húmedo tropical, es muy versátil y dinámico.
Guatusa.
Y se hizo la luz
Uno de los eventos más importantes, aún más alterantes a la vida de la selva de lo que sería para nosotros la erupción de un volcán cerca de la ciudad, es la caída de un árbol. Cuando un ceibo monstruoso, por ejemplo, se estrella contra el suelo, crea, en cuestión de segundos, un enorme barranco de luz. Este chorro de poder vivificador invierte toda la dinámica del sotobosque, y en un tiempo récord, arbustos, malezas y habitantes de los linderos, que no habían podido conquistar la oscuridad durante décadas, comienzan a brotar en serie, creando marañas espectaculares que se multiplican de maera exponencial. Moscas de fruta se abalanzan a la savia fermentada del árbol muerto y gordos escarabajos y otros insectos coloridos conquistan el tronco caído, para ellos una verdadera montaña que vale la pena colonizar, donde ponen sus huevos.
Los murciélagos y las aves vienen a alimentarse y dispersar semillas y antes de que uno pueda registrarlo, más maleza crece y florece
La actividad es animada y continúa así durante años. Con todas las diferentes especies de animales y plantas que conforman un área determinada en sitios megadiversos como el Yasuní, cada caída de árbol atraerá a un grupo diferente, único de especies. La feroz competencia por la supervivencia sobrevendrá y en 80 años, este entorno volverá a ser el mundo oscuro de tranquilidad y calma que alguna vez fue.
Protagonistas del sotobosque
Animales de sotobosque suelen mantener una estrecha relación con el suelo del bosque. Cuando caen árboles, sin embargo, los animales de los estratos más altos también descienden. En sintonía con el misterio y oscuridad de esta parte de la selva, la mayoría de los habitantes del sotobosque presentan un aspecto camuflado. Hormigueros se han adaptado para aprovecharse de las criaturas que intentan escapar de las hormigas legionarias que marchan por el bosque. Felinos (cinco especies en Yasuní) presentan una apariencia camuflada para esconderse de su presa, como lo hacen las boas, que son de color verde brillante y se disfrazan bien en las hojas (mientras que las serpientes que acechan el suelo son de color marrón). Existen bichos que parecen hojas muertas, o palitos caídos y mariposas que parecen líquenes. Agreguemos los mamíferos más grandes como osos hormigueros, armadillos gigantes, tapires o pecaríes y un sinnúmero de especies de murciélagos que pueden encontrarse durmiendo en tronco caídos.