Quizás recuerdes a Klaus Kinski en ‘Fitzcarraldo’, o Anthony Hopkins en ‘Hannibal’, Clark Gable en ‘Lo que el viento se llevó’ o Peter O’Toole en ‘El último emperador’, Gregory Peck en ‘Matar a un ruiseñor’, o Sean Connery, en numerosas ocasiones, portando aquél superfino, ejemplo máximo de la elegancia dandy en el mundo. Dicen que Al Capone, Ernest Hemingway, Winston Churchill, Mark Twain y Teddy Roosevelt lo llevaban religiosamente sobre la cabeza. El llamado Panama Hat, prenda ecuatoriana que ha cruzado el mundo, es, todavía, un respetado artículo entre ricos y famosos: Madonna, Mick Jagger, Sylvester Stallone… la lista es larga.
Hay historias como la de un hombre en la pequeña localidad de Pile, que hace solo un sombrero al año; lo vende a 25.000 dólares
El sombrero de paja toquilla puede ser tan «superfino» que hace que la paja seca se vea y sienta como el algodón. El proceso artesanal de fabricarlo, que puede tardar hasta ocho meses de pacientes negociaciones con el sol y la luna, es inusitado tomando en cuenta las urgencias del mundo actual. Con el mercado inundado por farsantes chinos, producidos masivamente a bajo costo, son ya más de treinta años que se vaticina el eminente fin de la tradición. ¿Cuán cerca estamos de presenciar el último ‘Panamá’ fabricado tradicionalmente? Fuimos a Montecristi para averiguarlo.
Tejer sombreros para toda la vida
En 1894, Eloy Alfaro le entregó a José Martí un “Sombrero Jipijapa” tejido en Montecristi, grado 40, muy fino. Más de 100 años después, Chávez viajó a la Habana, invitado por el Centro Cívico Ciudad Alfaro, con una réplica de aquel sombrero para representar a Ecuador. La gente no creía que fuera hecho a mano.
Jhonny Chávez tiene tan solo 25 años y quiere tejer sombreros toda su vida. Recuerda haber hecho su primer nudo a los 10 años. Antes, para ganarse la vida, la gente tejía. Y las deudas se medían en sombreros. Para comprar comida, mandar a los niños a la escuela, comprar ropa elegante, para las fiestas patronales, la gente vendía sombreros. En 1999, durante la crisis económica en Ecuador, la madre de Jhonny estaba a punto de viajar a Estados Unidos para trabajar allá y enviar dinero. Pero la venta de sombreros evitó la desaventura. Hoy, Jhonny trabaja con ella y su abuela, que vive a 35 minutos de Montecristi, en Las Pampas: ella proporciona la paja toquilla para tejer.
Técnicas milenarias se emplean en Montecristi para crear los sombreros de paja toquilla.
Alrededor del 20% de los sombreros que se exportan desde Ecuador, se confeccionan en Montecristi y sus alrededores, sobre todo en el campo, en sitios como Pacoche, El Aromo, Pile o Las Pampas. Jhonny es uno de los pocos tejedores jóvenes. Encuentra en este quehacer un vínculo con su tierra y asegura que hasta que pueda hacerlo, tejerá el sombrero ‘Jipijapa’, mintiéndose fiel al estilo de vida artesanal. Su más reciente reto es crear una réplica del sombrero que Theodore Roosevelt ostentó frente a las cámaras en el canal de Panamá, sombrero que marcaría la fama de este accesorio, tildado de ahí en adelante como el famoso “Panama Hat”, pero que fue y sigue siendo hecho en Ecuador.
La paja toquilla es uno de los productos más importantes de la historia de Ecuador. Con ella se creó uno de los únicos productos manufacturados para exportación del país, el sombrero de paja toquilla, su exportación convirtiéndose en un eje económico desde tiempos de la colonia, para hacendados, comunas, pueblos, ciudades e incluso ayudaron a financiar la revolución liberal de Eloy Alfaro. Su uso, la técnica de mojado-secado y manipulación es anterior a la llegada de los españoles y su devenir como tejido para el sombrero ha sido reconocido a través del mundo. En esta foto histórica, cortesía del Archivo Histórico del Ministerio de Cultura muestra a quince tejedores “de diferentes edades y ambos sexos, elaborando sus artesanías en Montecristi”, en 1912.