Pocas son las vivencias tan palpables que, cuando vuelven a la memoria, uno las siente como si las hubiera acabado de vivir. Especialmente en estos tiempos “rápidos”, en los cuales uno escasamente guarda un momento para detenerse y apreciar las pequeñas bondades de la vida, lo “memorable” se vuelve cada vez menos común… y cada vez más valioso.
Somos humanos. Siempre será importante hallar experiencias que nos marquen. De esas experiencias “especiales”, hay algunas que logran algo más: transformarnos. De ellas, volvemos distintos.
Como punta de lanza de esta posibilidad, Tierra del Volcán, una de las principales operadoras de turismo vivencial de los Andes ecuatorianos, procura ofrecer más que una experiencia; procura transmitir una nueva forma de conectarse con el mundo.
Nueva vida en el páramo
“El páramo abriga”, dice María José Andrade, propietaria de esta operadora de vanguardia. Es una antítesis (y una sinestesia) que explica bien la verdadera alma de este ecosistema único en el mundo.
Y aunque suene irónico, es muy cierto. Pocos son los lugares que abrigan más que el páramo —entre aquellas ventoleras por sobre los 3500 msnm— como sucede en las dos haciendas que maneja la marca: Hacienda El Porvenir y Hacienda El Tambo. Ganarle al frío, gracias a una activa caminata en los bosques chaparros o extensos pajonales, es un sentimiento que no lo puedes evocar si no lo has vivido. Ganarle al frío frente a una chimenea en una rústica, acogedora construcción de adobe en medio de montañas que soplan el viento de sus glaciares, es lo más abrigado que uno puede sentir. Si no nos crees, te desafiamos a intentarlo. Nos darás la razón, estamos seguro de ello.
El páramo, que se caracteriza por el frío, nos ofrece una cabalgata inolvidable: una experiencia envolvente, llena de emociones y adrenalina… de nuevo: pocas experiencias abrigan tanto. Concebirlo de esta manera, es darle nueva vida a la experiencia.
Vinculada intensamente a la cultura chacarera, ambas haciendas ofrecen un acercamiento íntimo a la vida del chagra. Se realizan, incluso, rodeos de alto páramo donde uno puede compartir con estos “vaqueros” andinos en sus jornadas de arrear el ganado bravo. Ver la vida desde la perspectiva de esta cultura tan singular, no puede sino transformarnos; estar frente a otras perspectivas de vida, a otras formas de comprender y sentir el mundo, amplía nuestros horizontes. Igual sucede en un lugar como Hacienda El Tambo, donde uno está completamente aislado del mundo, rodeado de nevados, en una “isla” perdida en el pajonal. Una experiencia de desconexión completa en medio de estas vidas que vivimos, sumergidos en conexiones cibernéticas. Otra ironía: no hay lugar donde te sentirás más conectado con el planeta que éste. ¡El páramo abriga!
Descubrirte a través de los ojos del caballo
En el seno del alto páramo, a las faldas del volcán Cotopaxi, una presencia inevitable —y ya centenaria— son los caballos. Caballos dominan las planicies, sus interminables ondulaciones; caballos domesticados, montados por chagras locales; también los cimarrones, que han tomado rumbo hacia las montañas para no volver. Su experiencia en estas tierras es semejante a la nuestra; seres gregarios, como nosotros, que andan en manada, que se juntan para tomar decisiones comunes y que han mantenido, durante siglos, una conexión íntima tanto con su espacio como con el ser humano que los ha acompañado a través de la historia. Son una bisagra entre nosotros y el mundo.
“La comunicación con un caballo suele ser intensa y puede ser muy fuerte, pero no siempre la llevamos a ese otro nivel”, explica María José: “Acá lo que hacemos es profundizar lo más posible en esa conexión; y es un viaje maravilloso”.
Animales profundamente sensibles, los caballos pueden asimilar tus emociones; pueden provocar un conocimiento sobre ti mismo que ignorabas.
“Están escaneando su entorno constantemente. Pueden escuchar lo que sucede a kilómetros de distancia. Nos escuchan cuando estamos cerca. Cuando hablamos, se dan cuenta. Y lo que sentimos, también. Si tenemos miedo. Si estamos ansiosos. Si estamos tranquilos, ellos lo captan. Frente a un caballo, cada emoción tiene su valor”.
De esta manera, uno empieza su “viaje”.
El camino de la comunicación frente a un animal tan noble como el caballo es asombroso; y elemental. Excede el lenguaje; es un viaje, también, que va profundizándose desde el momento del primer contacto a medida que uno aprende cómo interactuar con su compañero equino.
Caballos buscan liderazgo. Identifican seguridades; inseguridades. Y en ello, ayudan a uno a confrontar sus miedos, sus sentimientos encontrados… sin las trabas del idioma, sin las presiones del tiempo ni las rutinas, el aprendizaje toma el rumbo que debe tomar. Como dice María José, “Cuando conectamos con un caballo, viajamos. Y cada viaje tiene su destino.” Cada viaje, un viaje hacia uno mismo, un viaje para no olvidar.
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