Como si de una pincelada se tratara, el verdor de los tropicales campos de Portoviejo lo pinta todo a su alrededor. Es época seca. Aun así, los montes que delimitan la vista lucen repletos de vida. Exceptuando a la carretera, así debieron verse estos mismos paisajes hace décadas, antes de la gran sequía de Manabí, cuando generaciones pasadas se dedicaban casi exclusivamente a la producción de café.
Dejamos atrás la ciudad para adentrarnos en uno de los rincones más diversos de la capital manabita. Estamos de camino a la comunidad La Chorrera, una de las treinta y nueve que pertenecen a la parroquia San Plácido. Aquí lo que no crece es porque no quiere. La diversificación de cultivos de café, cacao, plátano, haba, papaya, maíz, yuca y el infaltable maní, es la razón por la que este sector agrícola sigue apostando con trabajo arduo a la vida campestre. Es habitual ver a los habitantes con pañuelos, sombrero de paja toquilla y machete en mano, como sus antepasados agricultores.

Si hay alguien que conoce estas tierras, ese es don William Martillo, experto además en la tradición cafetera portovejense. A nuestra llegada se encuentra seleccionando los granos que irán a la tostadora. Cinco son los miembros de su familia, aún así son muchos más quienes participan de la actividad. Y es que claro, todos se dedican diariamente a aprender y trabajar para involucrarse en su comunidad.
Don William hace un receso, agarra su sombrero para protegerse del sol de media tarde y se dispone a contarnos su historia.

Tiene cincuenta y cuatro años, y no recuerda una época en la que no se haya dedicado al café. ‘Entre cafetales nací y entre cafetales me he de morir’, afirma con una sonrisa que no quiere disimular. Hay que entender que para Martillo esta no es una profesión, sino un estilo de vida. En cada oración que comparte habitan mensajes que, asumo, provienen de sus antepasados. ‘Todo lo que crece aquí es natural, no hace falta estar envenenando a la gente’, dice con convicción de que su producción es orgánica y saludable para las personas y el entorno.
Martillo continúa sus relatos, cuando de repente confiesa que quiere que el ‘aroma del campo llegué a todo Manabí… a todo el Ecuador’. Y créanme cuando digo que estas no son sólo palabras. William Coffee es el nombre de su producto, dice que la decisión de ponerlo en inglés fue la de apuntar ‘de una vez también’ al mercado internacional.

Cada grano tiene su historia
En casa de don William y su familia hay café todos los días del año. Suena delicioso, ¿no? Levantarse cada mañana con una taza cargadita a contemplar los paisajes del monte. Pero no es así. La semilla del café se da cada dos años. Desde que se planta, tarda alrededor de dos meses en poder trasplantarse. Una vez que brota, deberá tener entre los treinta y treinta y cinco centímetros para ser llevada a los invernaderos. Esto tardará todavía algunos meses más; por lo que podemos afirmar que para que esa gloriosa taza diaria llegue a la mano, deberán pasar por lo menos tres años y medio.
Los frutos de este largo proceso son los que don William y su familia estaban separando cuando llegamos. ‘Hay diferencia entre el café de altura y éste, el de llano; empezando por su alta acidez’, explica mientras nos lleva de vuelta a donde están los granos. El café de llano es aquel que crece en valles tropicales como este, el de la Chorrera. Todos los granos son rojos, maduros, pero los dividen en café bola (natural), que será el secado naturalmente, y el pergamino (lavado), que se lo hace en máquina. Esto dará diferentes texturas al producto final después del tostado.

Una vez dividida la cosecha, se la monta en grandes sacos que son cargados en burro hasta la tablada, donde, una vez secos, se procede con el tostado. El proceso sigue siendo arduo, y además tiene sus secretos para brindar aroma y sabor al ‘café William’, una mezcla entre lo cítrico y lo floral con ligeros toques de cacao y acidez alta.
Mientras estamos sentados en la mesa, disfrutando del delicioso café de la tarde y unas empanaditas de yuca, escucho una última reflexión: ‘detrás de cada grano de café hay un agricultor’. Debemos recordar que William y su familia no tienen solamente un producto, sino una actividad que busca revalorizar y conservar su trabajo y el de sus ancestros. Un estilo de vida que se basa en lo sustentable, en el respeto y conservación de sus prácticas y sus tierras. Un sistema de producción agroforestal con el que cada día se acercan más al sueño: llevar el aroma del campo a todos los rincones de Manabí, de Ecuador y, ahora, del mundo.

Fotografías: Andrés Molestina G.
Café William Coffee
William Martillo
(+593) 98 005 7877
La Chorrera, parroquia San Plácido. Portoviejo, Manabí.
Carretera E30 al este con dirección a Guayaquil (cuarenta minutos desde el centro de la ciudad).
FB: /william.coffee.969