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Existe en Ecuador alrededor de un millón de habitantes que se definen como indígenas, lo cual es curioso, porque a la llegada de los españoles a nuestras tierras, se estima que existía una población similar.
Hoy, el 70-80% de los ecuatorianos se consideran mestizos. La gran mayoría de personas que se auto-definen como indígenas, tanto hace quinientos años como ahora, han habitado el callejón interandino. Un veinte por ciento (más de 200.000 personas definidas como indígenas) viven en la Amazonía y sólo un 8%-10% se encuentran en la Costa. Es una población principalmente rural (más de 70% vive fuera de ciudades). Por su parte, la comunidad afro-ecuatoriana también cuenta con una población de alrededor de un millón de personas, la gran mayoría de ellas (un 75%) ubicadas en la Costa de nuestro país.
Durante centurias, lo indígena respondía únicamente a una identidad racial, percibida como homogénea por la mirada despegada que la excluía. Pero un proceso moderno de inclusión —que dio paso a las primeras camadas de antropólogos, a los primeros partidos políticos indígenas, incluso a garabatos en las paredes que profesaban la identidad nativa, como el recordado “amo lo que tengo de indio”— puso de cabeza los conceptos predominantes de la sociedad prejuiciosa y dominante del pasado, abriendo camino hacia una nueva visión de diversidad basada en lo cultural.
Nacionalidad Kichwa
Los Kichwas se dividen en varios grupos, con sus debidos territorios que, si bien comparten un solo idioma pan-andino, se distinguen culturalmente por ciertas idiosincrasias, algunas de las cuales nos remontan a épocas anteriores a la llegada de los incas.
Kichwas andinos
- Pastos (Carchi)
- Karankis (con Natabuelas y Otavalos, suman 65.000 en 157 comunidades en Imbabura).
- Kayambis (131 comunidades, Pichincha & Imbabura)
- Kitukaras (Pichincha)
- Panzaleos (850 comunidades, Cotopaxi y norte de Tungurahua)
- Tomabelas (Tungurahua)
- Chibuleos (7 comunidades, Tungurahua)
- Kisapinchas (Tungurahua)
- Salasacas (12 000 habitantes, Tungurahua)
- Warankas (216 comunidades, Bolívar)
- Puruwás (780 comunidades, Chimborazo)
- Kañaris (387 comunidades, Chimborazo)
- Saraguros (35 000 habitantes, sur del Azuay)
- Paltas (Loja)
Kichwas amazónicos
- Naporunas (Napo, Orellana, Sucumbíos)
- Canelos (Pastaza)
Un rompecabezas étnico
Lo ‘cultural’ indudablemente nos acerca al terreno subjetivo de la auto-percepción, pero también refleja ciertas realidades inequívocas. Una de ellas es la existencia de idiomas distintos a través del país.
En 1998, estas distinciones culturales ineludibles llevó al gobierno ecuatoriano a definirse como un Estado Plurinacional, lo cual oficializaba las conformación de nacionalidades dentro de una misma nación. Se otorgaba peso político a pueblos autóctonos que se identificaban no por sus similitudes, sino por sus diferencias y, en muchos casos, por los territorios específicos que ocupaban.
Los conceptos son borrosos. Pueblos, etnias, nacionalidades… ¿qué es qué y a qué corresponden?
La Constitución de 2008 añadió a esta idea de “estado plurinacional”, la de “estado intercultural”. Lejos de simplificar la realidad, la añadidura refleja la complejidad a la que nos enfrentamos. Son oficialmente 14 nacionalidades, pero existe la necesidad de identificar “culturas” que no responden a los mismos criterios que los de una “nacionalidad”. De esta manera, empezamos a encaminar la diversidad cultural del país hacia lo étnico.
En Ecuador, hay nacionalidades que consideramos etnias: Shuar, A´i Cofán, Siekopai, Tsáchila… Pero hay etnias que no responden a nacionalidades, como la afro-ecuatoriana o la montubia. Además, la nacionalidad Kichwa de los Andes, está, en sí, compuesta por diversas etnias.
¡Vaya rompecabezas! Quizás para simplificar, es más fácil considerar todas estas nomenclaturas —pueblos, nacionalidades, grupos étnicos, culturas—como “etnias”. Por ahora, es el gran paraguas de la diversidad cultural ecuatoriana. Porque bien podrían existir cientos de etnias. Si escarbamos lo suficiente, seguramente las hay.
Idiomas: Tesoros vivos
El idioma de los pueblos étnicos cuenta fascinantes historias. Los Awá y los Chachi, por ejemplo, viven en la misma gran selva del norte de Esmeraldas y sus comunidades son sólo accesibles navegando los ríos.
No hablan el mismo idioma pero sus idiomas son barbacoanos; es decir, emparentados.
Gracias a ello, tenemos pistas de sus movimientos ancestrales. Sabemos que el idioma de los Tsáchila también es barbacoano. Sabemos que el idioma de los Chachi, el cha’palaache, es una versión barbacaona con fuerte influencia kichwa. Sabemos, además, que el awapit de los Awá está menos vinculado con el kichwa. Esto sugiere que es más “puro”.
De este modo, empiezan las teorías. Algunas cuentan que los Awá fueron selváticos desde mucho antes, mientras que los Chachi llegaron a las selvas de Esmeraldas más tarde, mantuvieron mayor contacto con grupos de habla kichwa, que antecedieron, incluso, el avance militar de los incas. Por ello, gracias al estudio de este idioma, se data la presencia del idioma kichwa en territorio ecuatoriano al menos un siglo, quizás más, anterior a la llegada de los incas.

Sabemos que grupos como los Tsáchilas eran seminómadas (además de grupos legendarios como los Angamarca o los Nigua, que han desaparecido) y controlaban la zona de bosques nublados de la ladera occidental andina, mientras que los Karanki, que también, se cree, contaban con su propio idioma de raíz barbacoana —también extinto— similar al tsáfiki Tsáchila y al cha’paalache Chachi, eran sedentarios. Pero los Karanki, aquellos que murieron por miles en las aguas de Yaguarcocha, perdieron gran parte de su cultura y población. A través del control inca, especialmente feroz en la zona norte de los Andes ecuatorianos, quienes hoy se identifican como Karanki hablan el kichwa.
El awapit, como el sia pedee de los Épera, otra etnia de la zona selvática de Esmeraldas y el norte de Colombia, son idiomas de selva profunda (el sia pedee no es barbacoano, sino ‘Chocó’). Fueron idiomas ‘intocados’ por centurias y se siguen hablando hoy; una circunstancia realmente especial que pocos mencionan.
Estos idiomas barbacoanos que persisten en la actualidad se hablaban hace mil años en el territorio de Quito y el norte de Ecuador, antes de la llegada de los incas. No tenemos que cavar muy hondo, nuestro pasado está aquí entre nosotros. Es un poco como si encontráramos un pueblo en Italia que aún usara el latín.
La cultura Chachi, como explicamos arriba, tenía un fuerte vínculo con los Kichwas, pero no siguieron el ejemplo Karanki. Escaparon, ocultando sus tesoros lingüísticos en ríos impenetrables —impenetrables por siglos— del norte de Esmeraldas. Si no lo hubieran hecho, hoy no existiría el idioma que le dio nombre a muchas de nuestras montañas norteñas. No existiría entendimiento de estos movimientos ancestrales. No habría evidencia alguna de ese legado muy nuestro que tantos de nosotros ignoramos.
Por otro lado, muchos de los idiomas precolombinos no tuvieron la suerte ni del tsafiki ni del cha’paalache… y han desaparecido. Otros, como el sapara, están al borde del abismo y cuentan una historia inversa… llegaron hasta nuestros días gracias a sus últimos ancianos, quienes no han podido legarlo a sus hijos pero ahora sus nietos y otros miembros más jóvenes de sus comunidades, como si buscarán pescar en el vacío, buscan aprenderlo de nuevo.
El a’i de los Cofán y el paicoca de los Siona se aferran a muy pocas personas para sobrevivir. Ellos son (por ahora) afortunados, pues guardan los secretos de su historia… pero su extinción es inminente.
Trece idiomas sobreviven a través del Ecuador
- Tsafiki: Tsáchilas (2 000 habitantes).
- Cha’paalache: Chachis (9 000 habitantes).
- Sia pedee: Éperas (400 habitantes).
- Awápit: Awás (3 500 habitantes, muchos en reservas protegidas).
- Kichwa: Kichwas, Andoas (+700 000 kichwas andinos; 20 000 kichwas amazónicos; 1 000 Andoas).
- Shuar chicham: Shuar (60 000 habitantes).
- Achuar chicham: Achuar (4 500 habitantes).
- Shiwiar chicham: Shiwiar (700 habitantes).
- Sapara: Saparas (600 habitantes).
- A’i: A’i Cofanesm (1 000 habitantes).
- Siekopai: Siekopais (400 habitantes en Parque Nacional Cuyabeno).
- Paicoca: Sionas (350 habitantes).
- Wao tededo: Waoranis, Tagaeris, Taromenanes (2 700 habitantes).
Vestimenta autóctona: una cuestión de movimiento
Podemos ser testigos —gracias a proyectos comunitarios, ciertos mercados rurales o durante festividades importantes— de lo que fue alguna vez el abanico de colores y estilos de la vestimenta étnica de nuestro país. Hay todavía tanto por admirar que no se ha perdido.
Sin embargo, mucho ha cambiado con el pasar de cientos de años. Los torsos desnudos de las mujeres, en las zonas tropicales, por ejemplo, hizo que misioneros exigieran pudicia. Es una modificación importante.
Las mujeres Tsáchilas, para cubrirse el pecho, eligieron brillosas lentejuelas, ahondando así en su ya colorida vestimenta. Mientras tanto, mujeres Shuar eligieron vestidos de una pieza de un profundo color azul-morado para identificar su linaje. Otros grupos kichwas tejen blusas de fibras con semillas, que resulta en una estética muy original.
En zonas rurales dominadas por haciendas durante la Colonia, además de llevar sus coloridos ponchos y fajas, chalinas y faldas, las mujeres debían utilizar un tipo de uniforme para identificar la hacienda a la que pertenecían.
La práctica fue impuesta por personajes como el Virrey Francisco de Toledo (cuyas medidas fueron famosamente severas sobre los nativos). Esto se ha convertido en uno de los aspectos más idiosincrásicos de la vestimenta indígena femenina actual, especialmente visible en los preciosos bordados y camisas sedosas que apreciamos en tantas de sus mujeres en los Andes.
La utilización de pieles, plumas de loro y picos de tucán en grupos amazónicos, prácticas del vestir que, con los movimientos ambientales de hoy posiblemente irán perdiendo fuerza, quizás sean reemplazados por tarugos de nariz y orejeras, que se han ido perdiendo, en aquella incesante identidad moldeable y milenaria de nuestros grupos ancestrales…
Lo étnico da cuenta de colores en movimiento, aun cuando son antiguos.
PH: Cortesía Ministerio de Turismo