De Pile para el mundo

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Hebra por hebra, sin pausa y sin prisa, se teje desde siempre la tradición artesana de este pequeño poblado del cantón Montecristi. Un tejido ancestral, fino como la filigrana, dan muestra de la alta técnica y proceso, herencia de la civilización precolombina, que ha persistido hasta nuestros días. Todos hemos visto alguna versión en los sombreros icónicos sudamericanos… pero pocos hemos sido testigos de su más íntima tradición…

Hacer un sombrero de paja toquilla empieza por el toquillal. Un entorno húmedo, cubierto por la sombra de la paja que provoca las condiciones óptimas para el cultivo de este material. Las plantaciones se encuentran monte arriba, alejadas del entorno rural. Trepados en burro, con machete en mano y una montura amplia para carga lo suficiente, el montuvio de Pile atraviesa con elegancia sus campos. A veces por horas, a veces por días, se traza el camino hasta estos oasis costeños que le permiten descansar del sol a su llegada.

La materia prima, el cogollo de la planta, debe estar húmedo para su recolección. Si está seco, es probable que al regreso se desgarren las fibras con las que se elaboran los sombreros. El corte para llevárselo es limpio, cuidadoso, pues el campesino tiene claro que debe preservar sano su cultivo. Hábil, observador y cauteloso es el trabajo de la recolección antes de emprender el camino de retorno. Es un proceso largo y el primero a trazar para terminar con un producto final de calidad.

Con atado en mano, el campesino concluye su trabajo al entregar las preciadas fibras al artesano, quien una vez más revisa una a una la calidad de las mismas, separando cualquier imperfección. Procede a azotarlas contra el piso, provocando que poco a poco se separen entre sí. Luego, con la punta de un cuerno de venado, afinan y categorizan cada hebra por su grosor, lo que requiere una habilidad innata, difícil, quizás imposible, de enseñar.

Legado que se teje a diario

Antes del amanecer, la mesa de trabajo está colocada. No se puede trabajar a cualquier hora. Como un reloj biológico, el artesano de Pile sabe exactamente cuándo comenzar y terminar su trabajo. No puede hacerlo entrada la mañana, ni al mediodía, pues la sequedad del ambiente puede dañar el material. Asimismo, por la sutileza del tejido, la tarde se aprovecha únicamente con la luz necesaria para poder ver adecuadamente.

Sus hogares son sus talleres, un espacio sagrado en el que pocos pueden entrar. A veces se reúnen entre ellos, aunque una vez empezado el tejido es difícil transportarlo. Colocan el palito de tejer para comenzar, esta es la base donde se sostiene la olma de madera y las almohadas que sostienen al artesano en posición vertical durante horas. Es como si la postura misma les obligase a centrar toda su atención en lo que están haciendo.

Entre charlas transcurre el día de artesanos y artesanas que, además de mantener viva la tradición, también se dedican a su hogar y sus trabajos, lo que reduce el tiempo de tejido que a veces ponen en riesgo a la profesión. En el poblado de Pile, existen 173 artesanos activos en una población aproximada de 1200 personas. Por ello, buscan el reconocimiento justo de su labor; sin intermediarios y con una gestión sostenible que les permita dedicarse de lleno a su actividad ancestral.

Más fino, imposible

La finura de cada pieza se mide en grados, es decir: en el grosor de la fibra que se usa para tejer el sombrero u otra artesanía. Por lo general, los niños y niñas de la comunidad aprenden a tejer con grados desde los dieciséis hasta los veinte, que en lugares de la Sierra ya son catalogados como tejido fino. Así lo explica Patricia López, profesora de tejido para niños en la escuela ‘Alma de Paja Toquilla’, un lugar donde se preserva el legado ancestral de Pile desde los más pequeños, que incursionan en la actividad desde los ocho años.

El tejido extra fino de Pile es el que le da su valor histórico y económico, pues es considerado como tal a partir del grado cuarenta. Actualmente, Simón Espinal es el habitante que posee el récord del sombrero más fino, elaborado con una puntada superior a los sesenta grados… ¡tal es su impermeabilidad que impide el paso de una aguja!

Son historias como la de Espinal las que han otorgado fama mundial al sombrero, ya que su trabajo es tan puntilloso que solo puede producir entre uno o dos sombreros al año. ¡Si, más de medio año para su elaboración! Es por ello que incluso recibe un ingreso mensual para sostener su trabajo que ha llegado a las manos de celebridades como el caso de Charlie Sheen, que, nos comentaron, pagó más de treinta y cinco mil dólares por su sombrero. Suena a leyenda, pero no, ¡Es real! Y sucede en este pequeño poblado de la lánguida costa de Manabí…

Paja toquilla: diez años de patrimonio

«Tejiendo desarrollo sostenible en Pile, Manabí» es el proyecto que lidera la UNESCO con el Ministerio de Cultura y Patrimonio, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) con el financiamiento de la Embajada de Francia en Ecuador. El pasado diciembre se llevó a cabo por segundo año la Feria de Pile, en conmemoración de los diez años desde la declaratoria del sombrero como Patrimonio Cultural de la Humanidad, un estatus que llena de alegría a sus habitantes.

Conocedores de este antiguo quehacer reconocen a Pile como uno de los lugares que mejor conserva los detalles del proceso, remontándose incluso a la época de Eloy Alfaro, quien regalaría el Sombrero de Montecristi al histórico José Martí. Cien años después, una réplica del mismo llegaría a La Habana, donde la gente no podía creer que fuese hecho a mano. Incluso, hoy por hoy, con toda la tecnología manufacturera del mundo, cuesta comprender cómo este sombrero no es el resultado de la más avanzada maquinaria.

Estos últimos diez años han revelado una compleja lucha por conservar la paja toquilla y su proceso de tejido. Si bien se ratificó la importancia de protegerlo con la declaratoria y así demostrar al mundo por qué esta antigua práctica es tan insigne, algunas de las tradiciones más arraigadas —como las que se conservan en Pile— se encuentran en seria amenaza de desaparecer. Por eso, el proyecto ha logrado darle la batuta a las generaciones más jóvenes y fomentar el desarrollo turístico del lugar, entre otras visionarias estrategias.

Revalorizar hoy el trabajo que cada día teje el desarrollo de esta comunidad singular es imprescindible para su crecimiento. Los pileños son guardianes de un legado que, a pesar de su fama, ha sufrido mucho para posicionarse como la asombrosa reliquia viva que es. Pero un brillante amanecer espera, las olmas listas para un día más de trabajo y el dedicado proceso para crear la lujosa prenda que vestirá a su próximo, elegante portador.

ONLY IN ECUADOR

No existe sombrero “tropical” más representativo que el sombrero de paja toquilla, mal nombrado sombrero de Panamá, el cual ha vestido a estrellas de toda generación desde Sean Connery y Madonna hasta Kylie Jenner. No existe en el mundo tejido con materia vegetal más minucioso y de resultado más fino… En Pile, Ecuador, estas prendas hechas a mano llegan a ser tan delicadas como la seda.

Fotografías: Juan Fernando Ricaurte

Contactos

Planifica tu visita a la comunidad o compra sus artículos directamente con sus artesanos a través de los siguientes contactos:

Graciela López (gestión comunitaria): +593 99 127 1591
Paulina Ordóñez (presidenta Asopropile Hats): +593 93 914 1405
Fausto López (responsable de escuela comunitaria): +593 96 021 4302

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