De hielo y tierra

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“Es un milagro de Dios”, dice el padre Julio Parrilla al hablar de uno de los emblemas no solo de su ciudad adoptiva, sino de su vida, el volcán que, él lo sabe entrañablemente, regala agua pura del cielo a los mortales de la Tierra. Los mantiene vivos, los cobija y sustenta.

El volcán Chimborazo ha sido un hito para muchos. Desde que se lo concibió́ como la montaña más alta del mundo, hasta que, cerca de su cumbre, legó a Simón Bolívar, el Libertador del continente americano, la inspiración necesaria para realizar una de sus pocas poesías; la más conocida, en todo caso. Ante su presencia, Humboldt también se inspiró en él. Hoy, es otro tipo de hito. Mientras entramos en la preocupante era del calentamiento global, la ominosa presencia del Chimborazo es un llamado ineludible de que el mundo está cambiando. A medida que se estrechan sus enormes glaciares, evidencia inequívoca a la vista de todos, podemos decir que desde su boca nos está hablando.

Los cultivos aparecen como parches de una cobija antigua en el sector de Río Colorado.

Hay mucho que aprender del gran nevado. Y hay mucho que aprender de su gente. Ignoradas, olvidadas, dejadas libres y remotas en sus chozas y su humilde transitar por la vida en las montañas, las comunidades rurales de Chimborazo cuentan con un importante arraigo nativo, precolombino inclusive. Son ellas las grandes protagonistas de un verdadero cruce de culturas, frente a su contraparte mestiza, citadina, que, en la capital provincial, Riobamba, emulan la modernidad y abrazan la religión de la Colonia. Hay muchos lugares en los que se explaya la misma temática, pero en pocos es tan palpable.

El Chimborazo es un mundo que se fragmenta en perspectivas, que se desdobla entre cielo y tierra, entre hielo y pajonal, entre indígena y mestizo, como un cuadro cubista, como la cara de sus efigies de piedra, no solo las de su montaña nominal, sino de todas las montañas que, como un circulo de consejo prehistórico, parecen fraguar la suerte de los seres que en ellos habitan. Los hombres, los pumas, las llamas, la quinua, los pajonales… todos, un mosaico único que, en estas páginas de documento fotográfico, hemos querido reflejar.

Reserva de Producción Faunística Chimborazo. Con su característica pelambre, las vicuñas dominan un valle remoto entre las montañas de la provincia.

Al Chimborazo hay que visitarlo. Hay que escucharlo. A su gente hay que conocerla. Para cambiar de perspectivas, para entender nuevas realidades de este gran pequeño país, hay que entrar con ojos abiertos y almas curiosas a su corazón geográfico.

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