Crónica fotográfica por: Jorge Vinueza
Dedicada a Abraham García y Teresa Zavala E.
Aquí no hay mármol de carrara, tampoco lujosos panteones. En el cementerio de Jipijapa, la luz de las velitas va encendiendo la noche y la muerte se sienta a conversar con la vida, cada dos de noviembre. Entre estas tumbas y cruces, se cumple la tradición de acompañar a los muertos.
Por la mañana, las tumbas se pintan de blanco. Es un buen momento para repintar el nombre o cambiar la leyenda que acompaña al ser querido. Así, en las tumbas de este particular cementerio, se pueden leer pequeñas historias y encontrar pinturas naïf que relatan, en el mismo desorden del cementerio, la historia del lugar, su gente, sus paisajes, sus decires.
En el cementerio de Jipijapa, los niños no temen a la muerte, juegan y corretean entre las tumbas.
Vienen desde Sancán. Martín carga su guitarra más de 25 años, camina por entre las tumbas. Atrás, Jonathan lo sigue, atento a su maestro. Inicia sus pasos en el oficio de ser animero, cantando las canciones que las personas dedican a sus muertos. Mira cómo es la cosa: el que paga condiciona al menos una lágrima, pide la canción favorita del difunto; se negocia la yapa y empiezan con sus rasgueos que van resonando entre las paredes.
Aquí se permite por esta noche interrumpir el sueño eterno, y acercarse a los muertos con canciones.
Pueden verse desde la carretera, tumbas blancas que, según suben la loma, van adquiriendo un orden semejante a un laberinto que se fue dando según la voluntad del tiempo y según el cálculo milimétrico del panteonero, para otorgar a todos un espacio.
Los animeros recorren el cementerio en busca de familias que quieran dedicar las canciones favoritas de sus muertos. La yapa será un par de estrofas, y los familiares exigen lágrimas en al menos una canción.
Y así, mientras se fueron muriendo, se fueron acomodando, todos con al menos un filito por donde llegar a visitarlos, o por donde los niños puedan corretear, cada dos de noviembre, entre sus muertos, a la luz de velitas y canciones llenas de nostalgia.