Por Lorena Fernández / Imágenes: Juan Sebastián Rodríguez
El corazón de Steve Lozano dio un vuelco. Sostenido varios metros sobre tierra firme, con las puntas de sus zapatos de escalada arañando las rocas, sus dedos entre las grietas de la piedra, escuchó las voces que le alertaban que su mayor temor se había materializado: el dueño de este Paraíso venía a hablar con él.
Necesitaría un traductor. El español del estadounidense no bastaba para explicar por qué se había atrevido a ingresar por la densa vegetación, camino abajo por el acantilado, para ver – y bueno, subir – la increíble estructura natural que desde hace semanas lo tenía en vilo, y que ya se conocía, con su grado de altisonancia, como «las columnas de Tangán».
De lejos, parece una enorme cascada en la selva.
En vez de agua, la cortina gris está hecha de enormes rocas verticales, perfectamente uniformadas una encima de otra, como columnas incas que forran la quebrada. Es una formación natural, aunque muchos han cuestionado su valor arqueológico; pero no fue hasta que un video en internet alertó a un grupo de escaladores que la roca tomó un valor deportivo.
Ese día, otro escalador estaba “abriendo rutas” con Lozano, buscando inventar de la pared de piedra un camino imaginario. Se trataba de Felipe Proaño, quien se ha dado un nombre en el mundo de la escalada tras publicar una guía de varios destinos clave para el deporte a lo largo de los Andes ecuatorianos. Su entusiasmo por Tangán hoy es el de quien estuvo ahí, en el lugar de los hechos, primero en la fila. Orgullosamente sirvió de intérprete entre el dueño de este increíble lugar, don Ramiro Uribe, y Lozano.
Don Ramiro no tenía idea de lo que estaba pasando, en realidad. Tenía una década de haber dejado la finca. Con su esposa había salido en busca de una mejor educación para sus dos hijos, puesto que ello se complicaba en una comunidad como Cerro Azul, donde no hay más que una escuelita primaria. Junto con los terrenos que les compró a sus cuñados, don Ramiro terminó juntando un pedazo de tierra formidable, que incluye varias hectáreas de selva, una cascada, una naciente de río, y la gran pared de roca.
«Ahí les saludé y les dije pues, ‘¿saben señores que yo soy el dueño de esta propiedad…? Quiero conversar con ustedes’,» recuerda don Ramiro. Ver a los extraños hombres guindando de la montaña debió ser tan inusual que no ocasionó en él la reacción que uno esperaría al estar frente a dos intrusos. Rápidamente hallaron que ambas partes compartían los mismos valores de respeto a la naturaleza, y así nació una sociedad de la cual todos se benefician hasta el día de hoy.
Para llegar, uno debe tomar el camino a Sigchos y desviarse aproximadamente 20 kilómetros antes del poblado, selva adentro. Más o menos por ahí, en medio de la nada — un par de curvas a la derecha y otras a la izquierda — el camino va serpenteando interminablemente y sin más aviso, es cuestión de saber cuál es la casita que hace de parqueadero para los visitantes. No es un lugar a donde uno llega sin invitación, aunque fue así que llegaron Lozano y su equipo, tanteando por las montañas hasta finalmente dar con la fabulosa pedrera.
Damaris Jaramillo se unió a una reciente expedición al lugar. Trajo consigo su bolsa de dormir, provisiones para el fin de semana, ropa, y por supuesto, todo su equipo de escalada. Las cuerdas, el arnés, cabos de anclaje, mosquetones, casco, y otras cosas pesadas, no las tuvo que cargar ella. Para eso está Socio, un burrito comprado con fondos recaudados por el grupo Climbers of Ecuador, que maneja Lozano y su esposa. Jaramillo y sus amigos tampoco tuvieron que caminar una hora por la selva para llegar al campamento que don Ramiro ha construido para ellos. Gracias al trabajo de los escaladores pioneros, ahora existe un camino mucho más corto y fácil que el original.
Para cuando llega la caravana de autos, don Ramiro y Socio ya están esperando al lado del camino. «Yo les ayudo con todo lo que haiga que hacer; al fin y al cabo, vivo de lo que me dejan,» explica don Ramiro, quien después de ver graduarse del colegio a sus dos hijos, regresó finalmente a su finca en el 2014. Desde entonces, él y su esposa se han dedicado a la vida de campo, y a recibir visitas frecuentes de grupos de escaladores.
«La primera vez que vine acá fue la primera vez que hice escalada tradicional,» cuenta Jaramillo. A los 19 años, ya lleva una década escalando y es apenas la tercera vez que visita Tangán. «Tangán es increíble,» dice con entusiasmo, «es totalmente diferente a todo lo que hay en Ecuador, desde el tipo de escalada hasta el hecho de que es lejazos.»
Don Ramiro cuenta con que los chicos sigan viniendo. Espera reunir fondos para mejorar el área de acampada, tal vez hasta construir una gran cabaña. Lozano y sus amigos también tienen planes de «desarrollar»; planes que están, por supuesto, roca arriba. «Me va a tomar al menos siete años armar todas las rutas,» dice Lozano, con los ojos fijos en la prodigiosa arquitectura que forma la naturaleza de este lugar tan especial de nuestro país.
CONTACTOS ÚTILES
Steve Lozano
+(593 9) 8-681-3324
Felipe Proaño
@ Reel Rock Tour Ecuador
+(593 9) 9-516-0394
Ramiro Uribe
+(593 9) 9-443-3792