Chalupas: El megavolcán duerme tranquilo

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Por Tania Orbe | Fotos por Jorge Vinueza

A 5 horas de Quito, hay un gran valle elíptico de 16 kilómetros de diámetro. En realidad, es la caldera del Chalupas, uno de los 7 megavolcanes del mundo.

Apenas pasamos Machachi y antes de entrar al Parque Nacional Cotopaxi, ya perdemos contacto con el mundo urbano. Sin señal celular ni internet, los vientos, los caballos salvajes y el Cotopaxi, imponente en la cordillera de los Andes, nos acompañan en un camino agreste en el que sólo el ruido de los charcos que pasamos interrumpe el silencio.

Marco Córdova y Edwin Telenchana, tesistas de geología del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IEGPN), guían nuestros pasos y conocen cada piedra que pisamos, cada montaña que pasamos. “Uno de los objetivos de la geología es descubrir nuestro pasado para entender mejor nuestro presente, porque los volcanes estuvieron aquí mucho antes que nosotros y seguirán en la Tierra mucho después,” nos cuenta Telenchana mientras nos paramos a recoger muestras de un depósito volcánico.

Marco estudia al Chalupas (provincia de Napo) y Telenchana al Chiles (Carchi). Con una pequeña pala metálica, que parece juguete de jardinería, pelan una pared de montaña para obtener un poco de su suelo y analizarlo en el laboratorio.

¿Podría ser huella del Chalupas? .

Sí se ha encontrado, al pie del Cotopaxi, y en plena carretera, algún deposito del megavolcán… este, sin embargo, es más reciente.

El Chalupas ahora luce como un enorme valle en el cual conviven ocho haciendas a 4.000 metros de altura, pero sólo dos se dedican al turismo además de la ganadería: el Yanahurco y El Tambo. A ellas se llega por el norte. Yanahurco se ubica a la entrada de la caldera, en medio del anillo de montañas que la rodean. Pero sólo El Tambo está en pleno centro del Chalupas, a los pies de uno de sus hijos volcánicos: el Quilindaña (4 919 m), un volcán relativamente joven con alrededor de 14 mil años de existencia.

“El Tambo es un lugar sagrado. Es un punto energético. Tenemos cuatro volcanes que rodean al Cotopaxi: Pasochoa, Sincholagua, Rumiñahui y Quilindaña. Es una antena parabólica que capta un montón de energía donde el camino se acaba”. Jorge Pérez, su administrador, recuerda que este lugar fue construido sobre las ruinas de un viejo tambo inca.

El Chalupas es el suelo de El Tambo, identificado por casualidad en 1980 durante exploraciones geotérmicas de la zona.

Erupcionó hace 211 mil años y cubrió con más de 2000 km2 el valle interandino con sus flujos. Es un súpervolcán porque puede llegar a expulsar 100 km3 con su material piroclástico, a diferencia de uno joven, como el Cotopaxi o Chimborazo, que no llegan a más de 10 km3. Pero Patricia Mothes, jefa del área de Vulcanología del IGEPN, luce tranquila. Hace un año se montó una estación de monitoreo para el Chalupas y no hay movimiento sísmico que alarme.

“Quizá pasarán otros 200 mil años hasta que vuelva a erupcionar”.

Por lo pronto, Marco hizo su séptimo y quizá último viaje de investigación para conocer las huellas que habitan el megavolcán. Hoy, en la caldera lucen 3 generaciones: la abuela Chalupas es el gran valle en el que se asienta su hijo, el pequeño volcán Quilindaña y su nieto, el joven domo el Buenavista.

Con ánimos de explorar

  • Puedes salir en busca de los ríos Tambo y Vicioso, que cruzan la caldera con sus aguas de páramo y alimentan al río Napo en el Oriente.
  • Entre el domo Buenavista y el Quilindaña se extiende un mágico bosque de Polylepis de 2 hectáreas.
  • Algunas especies que aprovechan las bondades de esta importante reserva de agua incluyen osos de anteojos, cóndores, pumas, curiquingues, venados, zorros… siempre es un placer encontrarse con alguno de ellos.

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