El alma esmeraldeña está a flor de piel en Benjamín Vanegas. Su voz, una de las más especiales de nuestro país, es una mezcla entre lamento ancestral y sangre callejero. Su marimba lleva tubos de PVC en vez de cañas. Empezó quizás con salsa, con son, con baladas a la luz de la luna… lo que a la gente le gustaba escuchar. Pero ahora su búsqueda es distinta. “Es un rescate. En el sentido de que busco rescatarme a mí mismo,” dice con sonrisas.
Frente a la discriminación de todo sonido que evite la moda del momento, Benjamín nos cuenta sobre una batalla que se gesta en el alma. Es, sin duda, fácil dejarse llevar por la corriente. Pero es también, a pesar de ello, difícil borrar lo que uno es de verdad.
“Si uno busca, se encuentra,” es, al menos, la esperanza.
“Tóquese una, maestro…”. Benjamín tiene mucha música para compartir. Su último trabajo trasciende las fronteras de su casa y su barrio, para trasladarnos hacia adentro. Golpes recios a una marimba hecha por él mismo. Y como buscándose a sí mismo, llega un personaje milenario que llama Juan Manuel. “Un alma de 1800… / cuando verde era aún el planeta / un río era todo mi universo / la voz de mi madre… una ciencia…”