Bajo los caudales del Piatúa

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El corredor ecológico Llanganates-Sangay es uno de los hotspots del Ecuador junto a Galápagos y Yasuní. Esto significa dos cosas: que tiene una impresionante biodiversidad y que a su vez está amenazada. Aquí se encuentra un río de aguas cristalinas, fuente de vida para habitantes y paraíso para deportistas. Se trata del Piatúa, un tesoro amazónico para visitar… y conservar.

Una imponente imagen del volcán Sumaco me da la bienvenida al Oso Perezoso. Este hostal se encuentra a un lado de la carretera Archidona-Tena. Gabriel y Nadia son los encargados de administrar el lugar que ofrece desde estadía hasta certificaciones de rafting y kayak. Junto a Roberto, su colega, forman el equipo encargado de llevar a todo tipo de visitantes a conocer ríos cercanos como el Jondachi, Napo o Misahuallí.

A pocos metros del hostal se encuentra la bodega de Roberto. Aquí realizamos una parada técnica para recoger los equipos que con agilidad se colocan encima del vehículo. Hay una gran cantidad de kayaks para escoger. En cuestión de minutos todos tienen su indumentaria lista y estamos listos para partir.

En el camino me comentan que vamos a Santa Clara, un pequeño cantón que alberga lugares para conocer y navegar el río Piatúa, una subcuenca del río Anzu, conocido internacionalmente por sus favorables condiciones climáticas y la diversidad de caudales tanto para deportistas con experiencia como amateurs.

Todavía se pueden lavar alimentos en el río cristalino.

Arribamos a las cabañas Piatúa, ubicadas a unos 40 minutos del Puyo. El lugar es conocido como un sitio de descanso. Personas de nacionalidad kichwa dan la bienvenida a los visitantes que pueden disfrutar de diversas actividades a las orillas del río como caminatas y observación de flora y fauna.

En el lugar hacemos una pequeña exploración para definir el punto de descenso en kayak. El caudal indica que las condiciones son óptimas, pero el nivel del agua es bajo, lo que significa que la dificultad aumenta. Decidimos alejarnos de las cabañas y seguir subiendo para llegar a donde empieza el río.

A través de pequeños senderos se ven las rocas que custodian al Piatúa. Roberto las reconoce como sabias por su antigüedad. Caminamos sobre ellas y nos encontramos con familias que están lavando sus alimentos a las orillas del río. A Roberto ya lo reconocen y por ende nos dan la bienvenida. ‘Esta es la verdadera riqueza: estar en familia, preparar los alimentos juntos y en contacto con la naturaleza, pero muchos ya no comprenden este tipo de costumbres, mucho menos las practican’.

Un descanso para los kayakeros.

Un puente cuelga sobre el frágil ecosistema del río que separa a Pastaza, y Napo nos acoge para comenzar el descenso. Una vez más el equipo prepara lo necesario y se lanza a la aventura. A pesar de hacerlo casi a diario, los kayakeros se divierten como si fuese su primera vez. Se encuentran conmigo y deciden volver a subir a pie para realizar otro descenso. Es su patio de juegos. Se repite la escena varias veces y pocas personas pasan a mi lado. El lugar es prácticamente virgen y la tranquilidad que aquí habita es incomparable. No cabe duda de que Roberto tiene razón al mencionar que este estilo de vida está lleno de riquezas. Sentado en una inmensa roca, observo a los deportistas, mis pies remojándose en las transparentes aguas del elegante Piatúa.

De regreso hacemos una parada en el cantón Arosemena Tola donde sus habitantes producen un delicioso chocolate y café amazónico. Tsatsayaku es el nombre del producto que apoya al emprendimiento y a la agricultura local. Ahí, recogemos a un nativo que va camino a Tena. Se trata de Carlos quien comenta ha participado activamente en la conservación del lugar. Habitantes de una comunidad cercana llamada 20 de Julio son los principales partícipes en defensa de estas tierras.

Hace un par de días, comenta Carlos, hubo diversos enfrentamientos. ‘No dejamos pasar a las decenas de maquinarias’, continúa. ‘Nos paramos firmes y luchamos’. La razón es el proyecto hidroeléctrico que se está llevando a cabo. La falta de estudios y pruebas sobre el mismo promete resultados nefastos para el ecosistema. Al desviar la corriente del río no se puede esperar sino la desaparición de especies, sin mencionar la contaminación del agua que afectará gravemente a los habitantes de estas y otras comunidades cercanas.

Al pasar 20 de Julio se pueden ver retazos del verde intacto de la selva reemplazados por pálidos caminos de tierra. Una inmensa tristeza recorre mi cuerpo cuando aparece en el camino el cartel de siempre, tan típico de la explotación indiscriminada: ‘No botar basura aquí, cuide la naturaleza’.

Camino a la hidroeléctrica.

Fotografías
Paula Holguín

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