Bertha se sienta en su mesa de bambú y nos ofrece un trozo de arcilla, así nosotros también podemos probar nuestra mano. Se hace evidente para mí, al momento de trastabillar con el material, que hay mucho más de lo que uno creyera a esta arte ancestral de la comunidad Kichwa del río Napo. BErtha moldea sin esfuerzo su pieza en un recipiente poco profundo; la forma es perfecta. Nos explica que una pieza de cerámica toma seis días para hacerse de principio a fin. Todos los materiales y herramientas que utiliza son naturales. Los encuentra en su patio trasero, la selva.
Una vez creada la cuenca, utiliza una pieza afilada de bambú para cortar el borde, dejándola uniforme y plana. A continuación, toma un trozo de piel de calabaza seca, sumergida en el agua, y comienza a raspar suavemente los lados del recipiente, hasta que la superficie esté perfectamente lisa. Esta obra la deja secar durante tres días.
Mostrándonos una pieza ya terminada, Bertha nos muestra cómo pulir las superficies utilizando una piedra de cuarzo hallado en los bancos de arena del río. Frota muy fuerte, hasta que la textura de la taza adquiere un aspecto casi barnizado. Una vez que el recipiente ha sido pulido, comienza la tarea meticulosa de diseñar y pintarlo. Sus pinturas vienen de minerales naturales que se encuentran a lo largo de las orillas del río: un rojo terracota, un blanco ceniza, un marrón de carbón; mezcla cada uno con un poco de agua a la consistencia se hace una pasta como acrílico que aplica fácilmente a las superficies de las cerámicas.
El exterior de la taza, la cubre con rojo, el interior con blanco. Luego, haciendo una pausa para colocarse los lentes, toma un pincel pequeño, que, nos explica, está hecho de cabello humano. Con este pequeño utencillo, crea un diseño complejo en negro en el interior de la taza al sumergir, simplemente, la cerda del pincel en la pintura negra y luego talentosamente pintar la superficie. En cuestión de minutos, la obra está terminada y la puede dejar secar durante un día o dos antes de ser colocada al fuego. Después de sólo 40 minutos en las brasas, la cerámica se saca y barniza con la ramita de un árbol de Protium, el calor de la propia pieza hace que la madera genere un tipo de resina que le dará al tazón su acabado brillante.
Arcilla, pinceles, técnicas, semillas, collares, fibras de planta…. todo proviene de la madre naturaleza.
Inspirado por estas hermosas piezas que las mujeres de esta comunidad kichwa en Sani han hecho, hacemos promesas de volver a Tiyu Yacu, en las orillas del río Napo, con el tiempo de sentarnos y aprender este arte milenario que se ha transmitido intacto a través de las generaciones.