Alimentación consciente

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El papel de la ganadería, la pesca, la minería y el uso de energías fósiles en la contaminación ambiental es innegable. En el mismo rango podemos incluir la enorme contribución al problema por parte de la agricultura y la silvicultura.

Según datos del Programa de Medio Ambiente de la ONU estas industrias utilizan la mayor parte de terreno y del agua del mundo en la producción de cultivos, pastizales y alimento para ganado y avicultura (lo que significa deforestación, incendios, aumento de los gases efecto invernadero, pérdida de hábitats y contaminación de las fuentes hídricas). Digámoslo de otra manera: nuestra forma de obtener alimentos está destruyendo al planeta.

Una agricultura consciente para futuras generaciones.

Uno puede sentirse incapaz frente a los sistemas imperantes. Sin embargo, estas actividades nocivas deben modificarse desde lo que sí podemos determinar: cómo nos alimentamos. Podemos generar nuevas prácticas y desde ahí armar con conciencia la mesa de cada día.

Manos para cultivar, construir y compartir

Francisco Dammer reconoce que alguna vez fue “un usuario notable de químicos” en cuanto a producción agrícola y ganadera. Hace 26 años, cuando notó que cada vez necesitaba más químicos para mantener su producción, se dio cuenta que algo andaba mal. Los restos de estas sustancias artificiales distorsionaba el ritmo del ecosistema. Desde ese día tomó una decisión. Eliminó de su finca el uso de hormonas, fertilizantes, pesticidas y antiparasitarios. Luego de tres años de pérdidas inmensas, los animales lograron crear sus propios anticuerpos naturalmente y los cultivos empezaron a generar resistencia frente a las plagas. “Tuvimos la suerte de soportar el primer bajón económico”. En Finca Palugo ningún animal muere por parásitos y todos sus cultivos, productos lácteos, huevos y pollos son criados en libre pastoreo y orgánicos.

La variedad pinta los potreros de violeta, blanco, verde y amarillo con la presencia de avena, quinua, trigo, rábano y mostaza. Detrás, las cabezas de ganado pastando, las gallinas picoteando la tierra, los cerdos alimentándose con los desperdicios orgánicos, con trechos con árboles que compensan los espacios llanos y la gente habitando en casas de adobe.

Animales criados con respeto y amor en Palugo.

Hace 15 años los hijos de Francisco, quienes crecieron en Palugo, y sus esposas se integraron al proyecto. Diseñaron un ecosistema dentro de la finca para ayudar a la tierra a cosechar más vida a través del uso de energías renovables e incrementando materia orgánica en el suelo a través de prácticas de agricultura regenerativa. Es solo la punta de una gran madeja bien ordenada de proyectos cuyo norte es “generar una relación de gratitud y reciprocidad con la tierra a través de un trabajo respetuoso”. Así lo explica Marcea Macinnis. Está la escuela de sostenibilidad y aventura (los hermanos Dammer se han forjado toda una reputación en el mundo de los deportes de aventura; son guías, escaladores, ciclistas). Están las huertas, la producción orgánica. Están los talleres abiertos para todo aquél interesado en comprender cómo funciona la tierra y la vida comunitaria.

En estos años han conseguido logros importantes: el incremento de materia orgánica del suelo del 5% al 10%; el aumento de la capacidad del ecosistema para “cosechar más agua”; el equilibrio de las tierras de cultivo y pastoreo con espacios destinados a reforestación y bosque nativo…

“Compartimos lo que hacemos con la gente común para que entiendan dónde viven y de qué viven, para que respeten este medio y sepan que se puede sobrevivir bien con un proyecto no destructivo”, explica Francisco.

Marcela Restrepo agrega que se trata de “reconectarnos con nuestras fuentes de energía, con los productores y con el sentido de pertenecer a la tierra”. Detrás de los muchos litros de leche que se producen al mes, la disciplina diaria de ordeño a las 4 de la mañana y a las 4 de la tarde se combina con el alimento ‘consciente’ que se ofrece a los animales. En las canastas orgánicas se esconde el cuidado de más de 40 productos distintos: oca, remolacha, espinaca, diferentes tipos de lechuga, coliflor, jícama, chamburos, quinua, zanahoria blanca y muchos otros.

“Esto nació de la mera verraquera de mantener esta tierra verde y cultivada. Tenemos miles de habilidades por aprender y sabemos más por los errores que hemos cometido que por los aciertos. A veces estamos abatidos porque es un trabajo duro; esto no es algo que sucede a corto plazo ni es regalado. Es constancia. La constancia que hemos heredado de nuestros mayores. Hasta cosechamos de árboles que ellos sembraron hace mucho tiempo”.

Al decir esto, Thomas Dammer aterriza en la realidad: hay que sostener la vida de uno y su economía en base a una sana relación con la tierra. Es decir, basta querer a nuestra tierra como a nuestro cuerpo, darle el producto más preciado porque eso es lo que se merece.

A más de su finca agroecológica, Nahual también cuenta con una escuela de vivencias en naturaleza con programas para todas las edades, las cuales buscan fortalecer la responsabilidad ambiental y social de sus participantes y comunidad.
nahuco.palugo@gmail.com

PH: Cortesía Asociación Nahual

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