Por Carmen Amelia Medina | Imágenes: Nicolás Dávalos
El canto de las aves es lo primero y lo último que se escucha en los senderos que llevan a la cumbre de Sumaco. Parece que todo lo que ocurre en ellos es necesario que suceda… que todos los sonidos, aromas y colores tienen su razón de ser.
Los caminos hacia las montañas siempre ofrecen la posibilidad de conocernos más a nosotros mismos. Cada cumbre es distinta y cada sendero deja sus enseñanzas. Sumaco, que no había visitado antes, se dibujaba en mi imaginación como un lugar diferente. Busqué información, como suelo hacerlo (me gusta conocer las costumbres de las comunidades cercanas, familiarizarme lo más posible con el entorno al que voy). Miré las fotos una y otra vez; revisé los mapas, altimetría… distancias… la lista del equipo, ropa, botiquín y comida (siempre presta a incluir las fundas plásticas y drybags que sean necesarias, porque aún el mejor equipo no sirve de nada si se llega a mojar).
¡Algo me decía que las botas de caucho tendrían su importancia en este viaje!
Para realizar el ascenso, contratamos los servicios de uno de los guías de la comunidad de Pacto Sumaco; son quienes mantienen los senderos y refugios en buen estado. Nuestro guía, Héctor, conoce bien las rutas y nos contó de sus andanzas en estos bosques, de sus días de pesca con amigos y de la curiosa actividad de cruzar hasta Chalupas para lavar oro en las cabeceras del río.
No es un camino fácil hasta la cumbre y el deleite es estar rodeado de naturaleza. Se siente como si cada milímetro de los espesos bosques fueran aprovechados al máximo. Los sonidos no cesan. Acompañan siempre. El aleteo, los cantos, el movimiento entre las ramas; huellas de osos, tapires y felinos son frecuentes, aunque no logré divisar a ninguno. Me detuve para admirar toda clase de bichos, flores y plantas… aprendí que hay cangrejos amazónicos; y que las moras silvestres son más ricas a este lado de los Andes.
Pero quizás lo que más me llamó la atención fueron los cambios de vegetación. Empiezas en tupidos bosques y sobre los 3 200 metros nace el ventoso páramo, un reino vestido del dorado fulgor de pajonales interminables. Las flores se vuelven pequeñas. Los árboles desaparecen. Empiezan a notarse, en la arista hacia la cumbre, las rocas que hacen único a este volcán. La famosa laguna del cráter centellea en medio de los últimos pliegues de montaña. El viento sopla fuerte y desde lo alto se aprecian las vecinas cordilleras de Guacamayos y Napo Galeras; los cercanos Pan de Azúcar y cerro Negro; el bosque montano, las nubes que se prenden a las copas de los altos arboles: todo verde, todo vibra.
DATOS DE LOS SENDEROS
Segmento 1 (7.37 km):
Pacto Sumaco (1 520 msnm) — Refugio El Mirador (1 754 msnm)
Tiempo: 3h-5h
Segmento 2 (6.58 km):
Refugio El Mirador (1 754 msnm) — Refugio Laguna Wawa Sumaco (2 500 msnm)… pasando por: Descanso 1 (Bosque de Monos) y 2 (Mariposario)
Tiempo: 4h – 7h
Segmento 3 (6.85 km):
Refugio Laguna Wawa Sumaco (2 500 msnm) — Cumbre (3 813 msnm) pasando por: Descanso Refugio Pava Yaku (2 755 msnm)
Tiempo/Tiempo: 6h – 8h
Al paso de los peregrinos
Debido a las comodidades que ha implementado la comunidad, es posible organizar el tiempo que mejor convenga al visitante para explorar la zona: desde 3 días y 2 noches a 5 días y 4 noches dependiendo de la preparación física que tengas, o de cuánto tiempo quieras estar en el lugar. A lo largo de los casi 20 km de recorrido, existen tres refugios y tres casetas de descanso ubicados estratégicamente. Dos de los refugios están bien equipados, con cocinas, ollas y el menaje necesario para cocinar. Cuentan también con literas, aislantes y mantas; un botiquín básico de primeros auxilios; y baños y tanques con agua de lluvia recolectada.
Pacto Sumaco, el pueblo donde inicia la aventura, es muy nuevo. Nació como respuesta al terremoto que azotó la zona en 1987, y su población inicial era, básicamente, conformada por los damnificados de aquel desastre, cuyo epicentro en el Chaco, casi 100 km de distancia por carretera (aunque, en línea recta por selva, es más cerca), hizo que familias enteras lo perdieran todo. El gobierno ofreció tierras a las que podrían acceder, y curiosamente se decidieron por las áreas más cercanas al volcán. Los habitantes del sector aún recuerdan el penoso camino que recorrieron para reubicar sus viviendas.
Caminaban días con sus pertenencias en sus espaldas; tenían que llegar a lo que hoy es su comunidad, abrir trochas y senderos, llevar comida y medir las parcelas que les serían dadas mediante un sorteo.
Mantuvieron las costumbres de sembrío, como el cultivo de naranjilla y tomate de árbol, de sus terrenos anteriores, y desarrollaron nuevos emprendimientos como la ganadería vacuna, el cultivo de hongos ostra y, en estos últimos meses, plantar café. Después de algunos años y luego de recibir ayuda gubernamental de la ONG GIZ, los habitantes iniciaron un proyecto eco-turístico y abrieron los senderos hacia el volcán. Es hoy una de las principales actividades y si bien no todos participan del turismo, todos cuentan con orgullo que desde Pacto Sumaco se inicia la travesía hacia la cumbre.
La caminata, en sí, no representa desafíos técnicos más allá de estar en un buen estado físico. Las complicaciones se dan principalmente porque los senderos son lodosos, y son pequeñas montañas las que uno va atravesando en el bosque con muchas subidas y bajadas. Sentí, incluso, la necesidad de tomar un ritmo más relajado que el que acostumbro, con muchas paradas para disfrutar del paisaje. Las ventajas de contar con refugios equipados es poder andar liviano: no hay necesidad de cargar carpas, menaje de cocina, o agua; a parte de ser un peso menos, puedes también despertarte un poco más tarde, ya que no tienes que desarmar el campamento. A la luz de las velas, terminamos conversando cómodamente hasta tarde y nunca salíamos a la hora planificada, ya que en la mañana, sin apuros, aprovechábamos para disfrutar del desayuno.
¡No se cuenta con todas estas facilidades en ninguna otra montaña del país!
Muchos caminantes de los Andes nos acostumbramos a recorrer parajes de clima frío con mochilas pesadas; hacemos campamentos o incluso dormimos “vivaqueando” (a la intemperie), ya que el terreno no da, en ciertos lugares, el espacio suficiente para armar una carpa. El desafío de Sumaco es distinto: es más bien sobrellevar el calor, la humedad y los mosquitos. Y claro, llegar a la cumbre con botas de caucho fue algo inesperado. Ya al alcanzar la laguna del cráter, tan famosa por tantas fotos, también me sorprendió que los peregrinos que se asentaron en el lugar, cuyas huellas venimos siguiendo a través de los bosques, también poblaron esta zona remota.
A pesar del viento, disfrutamos de la cumbre mirando hacia todas partes, una y otra vez, con la peculiar sensación de recibir el viento frío en el rostro mientras abajo se extendía la espesa selva amazónica. Un sentimiento único que atesoramos el tiempo que pudimos, porque sabíamos que era solo la mitad del camino. Debíamos reservar energías para desandar los pasos.
1. Botas de caucho
2. Crocs para caminar comodo en los refugios
3. Pantalón impermeable
4. Chompa impermeable
5. Sleeping bag
6. Bastones de trekking
7. Ropa ligera
8. Kit de aseo personal
9. Botella de agua
10. Guantes de trekking
11. Drybag para la ropa de cambio
12. Brújula, termómetro y silbato de emergencia
13. Gafas
14. Binoculares
15. Cocina de camping, olla y utensilios
16. Chuspa y cuchara para pasar café (placer no negociable)
17. Linterna frontal
18. GPS
19. Teléfono celular, iPod y audífonos
20. Libro, libreta para apuntes y esfero
21. Botiquín de primeros auxilios
22. Cámara de fotos
23. Bloqueador solar
24. Navaja multiuso
José Andi
Presidente de la Asociación de Turismo Comunitario Pacto Sumaco
+(593 9) 5-973-8353
+(593 6) 301-8324
ctcpactosumaco@gmail.comParque Nacional Sumaco
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+(593 6) 301-8303